CAPÍTULO 10

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Hacía tiempo que John no se consideraba un hombre duro. Tal vez nunca lo había sido, pero además los diversos acontecimientos de su vida le habían ido ablandando, desde el nacimiento a la crianza de sus hijas y, sobre todo, su pérdida. Ahora, cuando la vida le daba una segunda oportunidad para ser padre, se descubría a sí mismo emocionándose por cada pequeña tontería. Cada vez que James le decía "padre" se le escapaba una sonrisa, y el niño se había propuesto decirlo en cada frase, como si quisiera desgastar la palabra.

Le costó una semana atreverse a llamarle así delante de otras personas, pero finalmente lo hizo, y la señora Howkings fue la primera en escuchar aquella maravillosa palabra. Les dedicó una mirada de profundo cariño, feliz por los dos porque se hubieran encontrado el uno al otro. James se sintió algo avergonzado, pero contento por haber hecho público ese pequeño avance en su relación.

- Padre, ¿puedo ir a jugar con Spark?

- Sí, pero vuelve antes de que anochezca y no salgas del pueblo.

- Sí, padre – respondió James y salió corriendo, decidido a apurar cada segundo.

- Nunca había oído a nadie decir con tanta solemnidad esa palabra, como no sea en la iglesia – sonrió la posadera, cuando se quedó a solas con John.

- La dice cada dos minutos, también – dijo John, sin poder ocultar el orgullo en su voz.

- Es indudable que el muchacho le quiere.

- Es más que eso – respondió John, tras dudar unos segundos. Realmente no tenía otra persona con la que hablar de esos temas. – A veces parece que me venere. El otro día me quedé dormido en la mecedora después de... hablar con él... y cuando desperté me estaba esperando con mis zapatillas y una taza de café caliente.

- ¿Qué hay de extraño en eso?

- Nunca hizo eso con el señor Olsen – respondió John. - Y mucho menos después de que le pegara – añadió al final. No quería hablar de más, pero si iba a buscar consejo tenía que darle a la mujer toda la información necesaria.

La posadera no mostró ninguna reacción más allá de una intensa cara de concentración, meditando cuidadosamente su respuesta. Sabía leer entre líneas.

- Si James te demuestra su afecto más de lo que lo hacía con su padre puede ser porque sienta que contigo puede hacerlo. Eres un hombre cercano y fácil de tratar. También puede ser porque a ti te quiera más. Y, si es así, ni él ni tú debéis sentiros culpables. Eres su padre ahora, deberías ser la persona a la que más quiera – declaró la mujer, dejando de lado la formalidad con la que solían tratarse. – Respecto a esa veneración que dices que te tiene, yo la aprovecharía mientras pudiera. Estoy bastante segura de que cuando se acostumbre a la situación, dejará de ser tan expresivo. Lo echarás de menos, no solo por lo bien que te trata, sino porque nunca estará tan pendiente de ti como ahora. Cualquier cosa que le digas será sagrada para él, jamás te hará tanto caso. Es una gran responsabilidad, eres el centro de su mundo ahora, así que su mayor felicidad es que tú estés orgulloso de él.

John se revolvió en su asiento, incómodo. Sentía que la señora Howkings tenía razón y le abrumaba tener semejante peso sobre sus hombros. No solo era responsable de la seguridad y el bienestar del muchacho, sino que además era el objeto de su admiración.

Pasó el resto de la tarde recibiendo consejos de paternidad. Tal vez no fuera primerizo, pero nunca había cuidado de un muchacho de esa edad. Había muchas diferencias entre los niños y las niñas, o al menos así lo había creído. La señora Howkings le hizo ver que, en realidad, no eran tantas.

Lazos inesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora