CAPÍTULO 13

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CAPÍTULO 13

James amaneció algo confundido. No recordaba haberse metido en la cama después de refugiarse en la mecedora. Poco a poco fue recordando que John le despertó porque estaba teniendo una pesadilla. Le ardió la cara al darse cuenta de que se había dormido en los brazos de su padre. Se sintió avergonzado, pero al mismo tiempo esbozó una sonrisa, porque la sensación de seguridad y cariño todavía le duraba.

Aún se estaba estirando sobre el colchón cuando la cabeza de John asomó por la puerta.

- ¿Ya te has despertado? - le preguntó. - ¿Quieres desayunar?

El estómago de James soltó un rugido, pero por si acaso John no había llegado a oírlo, asintió frenéticamente.

- Genial. Ven cuando estés listo. Tenemos visita – le avisó.

No le dio más detalles y James se moría de curiosidad. No se le ocurría quién podía ir a verles tan temprano, excepto tal vez la señora Howkings, pero ella tenía que servir el desayuno en la posada, así que no tenía mucho sentido que estuviera allí.

Se lavó la cara y se vistió con celeridad. Fue a la sala de estar y se encontró con el padre de William, que en ese momento estaba hablando con John. Él debía ser el misterioso visitante.

- Buenos días, señor Jefferson – saludó, acordándose de sus modales.

- Buenos días, señor... Duncan – respondió el hombre, dudando unos segundos sobre si debía usar el apellido de John para referirse a él.

A James se le hizo extraño que le tratara con tanta formalidad. ¿A qué venía eso de llamarle señor? Una señal de su padre le indicó que debía sentarse en frente de aquel hombre, así que lo hizo, con evidente confusión.

- ¿Se encuentra bien William? - preguntó, tras unos instantes de silencio. No se le ocurría otro motivo por el que el señor Jefferson quisiera hablar con él.

- Sí, perfectamente – le tranquilizó el hombre. - En realidad he venido a tratar unos negocios contigo.

- ¿Conmigo?

James miró a John absolutamente desconcertado.

- El señor Jefferson quiere comprar la granja – le explicó su padre. Evitó decir "la granja de tu familia" o "la granja de tus padres", pero James lo entendió igual.

El niño se sorprendió de que quisiera discutir ese asunto con él, pero John ya le había dicho que la decisión era suya. No le había obligado a vivir allí, a pesar de que hubiera estado en todo su derecho a hacerlo. Seguro que hubiera sido más fácil eso que buscar un trabajo para comprar otra granja en el futuro. James pensó que el dinero le vendría bien a John para comprar otro terreno. Con suerte, podría dejar el puesto de sheriff...

- Por mí está bien. Véndela, padre. ¿Eso significa que William se va a quedar en el pueblo? - preguntó, esperanzado.

- Sí, James, significa justo eso. Pero es tu granja, chico, así que te corresponde a ti tomar cualquier decisión – le dijo John. - El señor Jefferson tiene una oferta, así que escúchale y mira a ver si te interesa.

Durante los minutos siguientes, el señor Jefferson y James estuvieron negociando el precio de la propiedad. Era cierto que como granja no valía mucho, apenas tenían dos vacas y diez gallinas, pero había mucho terreno para sembrar. James demostró ser un duro negociante y, finalmente, llegaron a un acuerdo y estrecharon la mano. El señor Jefferson soltó una carcajada.

Lazos inesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora