Capítulo 28: Curandero

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 "Uhhh."

Un fuerte dolor de cabeza me ajetreaba mientras abría los ojos.

"Finalmente despertaste."

"¿Qué sucedió?"

Estaba recostado en la sala donde había tomado te anteriormente.

"Te desmayaste después de usar tu llama."

"Ahh... ya recuerdo."

Después de intentar usar mi poder, caí inconsciente por forzarme de ese modo.

"Para ser honesto, jamás había visto a alguien usar la magia de esa manera."

"¿Que tal esta aquel muchacho?"

"Aún no ha despertado, sin embargo se puede ver en su rostro que esta descansando."

Supongo que entonces mi inútil esfuerzo había servido para algo.

"Cof Cof."

"Tienes que hacer algo con esa tos."

"Lo se, por eso vine a aquí."

"Ya veo, permíteme un segundo."

El anciano se fue de la habitación y volvió al cabo de unos minutos con una pequeña bolsa.

"Toma esto."

Saco de la bolsa una cantimplora de calabaza y me la dio.

"¿Es medicina?"

"Bebelo, te ayudara a sentirte mejor."

"...."

"Adelante, es un remedio casero de mi familia."

Confiando en sus palabras, decidí hacer caso y beber el líquido de la cantimplora.

No sabia si era por todo lo que había vivido o simplemente mi antipática mentalidad, pero desde hace tiempo ya nada me sabía igual.

"Gracias."

"Pero deberas estarla bebiendo un tiempo, o de lo contrario no sanaras."

"¿Que pides por la receta?"

No tenia ni las ganas ni las energías para estar yendo y viniendo al pueblo todos los días solo por un poco de tratamiento. Era mejor decidir buscar desde ya la manera de conseguir la receta.

"Jo,jo,jo. Jamas te la vendería."

"De ser ese el caso, nada se puede hacer."

"Es un secreto de familia, sin embargo sí puedo que regalarte una cantidad para que te la lleves."

"No aceptaré algo gratis."

Lo último que quería en este momento era sentirme endeudado con alguien más, a partir de ahora todo me lo ganaría por mis propios medios.

"Ya veo... en ese caso puedo aceptar como pago la ayuda de hace rato."

"Pero ni siquiera estoy seguro de que lo haya curado."

En cuanto pronuncié esas palabras, sentí un muy mal augurio.

"¡HE DESPERTADO!"

La puerta corrediza de la habitación se abrió de golpe y detrás de ella estaba un joven de no más de quince años.

Claro, como olvidar ese niño. Fue la persona que había curado momentos antes.

Después de conversar y explicar lo sucedido, no tuve más remedio que aceptar las medicinas de forma gratuita.

Héroe de otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora