Capitulo 2

1.7K 152 11
                                    

Eren siguió su camino por una calle que reconocía perfectamente, tomo un pequeño callejón como atajó, y en unos minutos llego. Una pequeña puerta, con un cartel lumínico arriba, este decía "Hotel", este parpadeaba creando un pitido algo molesto. Una vez frente a la misma, ingreso, ese lugar era un burdel/hotel, podías ver los shows que se ofrecían, así tambien, como pasar la noche allí. Eren se dirigió por un pequeño pasillo, abrió una puerta y se encontró con algunas personas y entre ellas, la dueña del burdel, Hange. Una mujer completamente alocada, que, exigía responsabilidad, pero jamás había lastimado a nadie, era alguien comprensiva.

Hange: Buenas noches Eren (sonríe), ven, toma asiento!.

Eren: Buenas noches señorita Hange (devuelve la sonrisa).

A pesar de que ella era su jefa, la relación entre ambos era amena, Hange comprendía que aquella activado no era por necesidad económica o algo por el estilo, si no, por un modo de vida, un disfrute del joven. Ella era algunos años mayor que Eren, siempre lograba cuidarlo y ayudarlo, tal como si fuera una madre para el, apreciaba mucho al joven. Varias habían sido las veces que conversaron sobre dicho asunto, que habiendo tanta tecnóloga y métodos nuevos, podría conseguir personas de una noche con otros recursos, aún así, Eren se habían encariñado con el lugar, el ambiente, la gente, y también con el cariño que Hange le ofrecía.
Esa noche Eren no daría un número, tan solo vería la lista de personas y tomaría algún nombre que le agaradara para pasar la noche, algunas veces solía hacerlo al azar, otra, en las que se encontraba aburrido, echaba un vistazo para elegir un conocido "cliente".
Cuando dirigo su mirada hacia la bella caja de terciopelo encontrada en el escritorio de Hange, esta lo llamo.

Hange: Eren, necesito pedirte un enorme favor!.

Eren: Dígame (sonríe).

Hange: Necesito que repartas algunos tragos en el salón principal, una de las muchachas dió su parte de enfermedad, grandes empresarios y gente importante vendrán aqui, tu eres en quien más confío (lo mira preocupada).

Eren: Está bien señorita Hange, lo haré (sonríe).

Hange: Eres un sol Eren, te agradezco demaciado (acaricia su cabello), hay ropa en mi despacho, allí verás el traje que prepare, toma el que sea de tu talla y ve hacia la cocina por favor (sonríe).

Eren: Okey (sonríe).

No le agrada demaciado la idea, quería tener un día tranquilo, pero, era Hange quien le pedía un favor, no podía negarse. Cuándo llegó a dicho despacho, encontró la ropa, eran unos body's negros, con pequeñas corbatas, unos puños abotonados, y negros borsegos, simulado ser un pequeño traje de etiqueta, pero, mostrando la sujestividad del cuerpo en cuestión. Una vez que lo tuvo puesto, salió directo a la gran cocina donde tomaría los trato y le dirían que hacer. Una vez allí, las vos de Hange indico las órdenes a acatar.

Hange: Muy bien! Tomaran los platillos, y los llevarán a las mesas de la derecha, ustedes (señalo), tomaran las bebidas de la barra y las servirán en todas las mesas. Cada vez que alguien levanté su mano, se acercarán y servirán lo que preside, entendido? (Sonrie).

Todos asintieron, y con lo correspondiente en mano, se dirigieron hacia las mesas indicadas. Eren sentía algo de nervios, muy pocas eran las veces que tuvo que hacer este tipo de trabajos, no era a lo que estaba acostumbrado, más aún, que depositaran su vista en el de una manera deseosa, hasta incluso morbosa.
Poco a poco, los muchachos que tenían diferentes tipos de charolas, fueron acercándose a las respectivas mesas, hombre muy adinerados se encontraban en las mismas, con elegantes trajes de etiqueta y relojes de oro, Eren detestaba a estas personas, consideraba que ellas creian tener la vida cumplida, ganadas, que con un compañero de una noche podrían hacer lo que quisieran por el simple hecho de ser adinerados, Eren los detestaba, había tenido que ver situaciónes donde algunas de las chicas que trabajaban allí eran maltratadas por estos sujetos que, a su vista, eran repugnantes, los detestaba.
Tomo la charola con una mano, y, con la que quedaba libre, inclinó los tragos que la casa ofrecía.

Las apariencias engañan (La vida secreta de un adolescente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora