Cap 02

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Capítulo 02.

Alec había llamado a Jace y a Izzi para contarles las nuevas noticias.
Magnus le había dado permiso para contárselo a ellos dos.
El rubio y la morena llegaron a la casa del brujo bastante curiosos.
Cuando entraron al piso, Jace dijo:
-¿Quién osa molestar al fantástico, asombroso y supersexi Gran cazador de sombras de Nueva York?
Isabelle ahogó una risita.
-Ya está aquí la diva teñida. -Suspiró el asiático.
-No soy una diva y tampoco soy teñido.
-Claro claro.
-¿Qué queríais decirnos? -Interrumpió Izzi antes de que la discusión continuara. -¿Por fin os vais a casar?
-no. Aún no vamos a casarnos. -Contestó Alec.
Jace y Magnus seguían discutiendo.
-Esa purpurina te ha atrofiado el cerebro.
-Me sorprende que con lo idiota que eres, no te hayas apuñalado con tu propia espada.
Jace le sacó el dedo corazón.
-Si no fueras el parabatai de Alexander, hace tiempo que ya te habría hecho desaparecer.
-Ui mira qué miedo.
-¡Jace basta! -Cortó Alec.
-¡Pero él ha empezado! -Se quejó.
-Esta es mi casa Nefilim. Así que puedo hacer lo que quiera.
El rubio le hizo burla.
-¿Quieres que te convierta en pato durante todo un mes?
El menor se encogió de hombros mostrando indiferencia.
Magnus sonrió y movió los dedos haciendo salir chispas azules de ellos las cuales se dirigían al ojidorado.
-No te atrevas a utilizar tu magia conmigo.
Mientras decía esto retrocedía.
Terminó a la espalda de Alec mirando cauteloso las manos de Bane.
-¿Y por qué en un pato? -Quiso saber el rubio.
-Sé que es el mayor miedo de los Herondale.
El subterráneo vio con regocijo cómo el parabatai de su Garbancito se estremecía.
-¿Vais a contarnos ya para qué hemos venido? Porque dudo que estemos aquí solo para que estos dos discutan. -Se quejó la chica.
Alec trató de que Jace se sentara pero el joven no quería salir de detrás suya.
Finalmente, Jace se sentó, más bien se recostó en un sofá y la pareja les pudo contar a él y a Isabelle el motivo por el cual les habían llamado.
Al acabar el relato y permitir que ambos leyeran las cartas, se hizo el silencio.
-Pobre niño. Espero que no sea tan fanático del brillo como su padre.
-Jace... -Advirtió Alec.
-¿Y ese James era sexi?
Alec fulminó a su hermana con la mirada.
-No más que tu hermano.
El ojiazul se ruborizó.
-¿Y cómo os conocisteis?
Alec se estaba planteando muy seriamente cargarse a su hermana pequeña.
-Nos conocimos en Escocia en un pueblo mágico. Tuvimos una relación de varios años. Decidimos acabarla de mutuo acuerdo.
-Comprendo.

*Gran Bretaña.*

Un pequeño niño de tres años estaba acurrucado en su alacena.
Tenía muchísima hambre porque hacía dos días que no le daban de comer.
Dudley había roto un horrible jarrón que tía Marge le había regalado a tía Petunia y como siempre, le había echado la culpa ha Harry.
La consecuencia de esto fue una paliza y dejarle sin comer.
-¿Po qué nade me quede? -Susurró.
El sonido del timbre le sobresaltó.
Decidió quedarse muy calladito y hacerse una bolita en una esquina.

*-x-*

Magnus y Alec habían llegado a Londres hacía varias horas.

Se encontraron con Remus en el café.
Llegaron unos minutos antes que el licántropo.
Estaban tomando un macciato cada uno cuando él entró.
Lunático reconoció a Magnus enseguida.
Era el más alto del lugar incluso sentado y su pelo con purpurina y su ropa brillante eran inconfundibles.
Vio al joven que le acompañaba.
Remus supuso que sería Alec. Tenía unos dieciocho, quizá diecinueve años. -Conjeturó.
Se acercó a ellos al tiempo que Magnus se daba la vuelta y le veía.
Se sentó a la mesa y le pidió a una camarera que se acercaba que le pusiese un capuccino con mucho chocolate.
-Estes Aleksander. -Dijo el brujo.
-Encantado. Yo soy Remus.
Ambos se dieron la mano.
El cazador de sombras se percató de que era un licántropo pero no comentó nada.
-Igualmente. Llámame Alec. Todo el mundo lo hace menos él. -Comentó señalando a Magnus.
El asiático rió entre dientes.
La camarera le trajo el capuccino a Remus. Esa fue la señal para comenzar la conversación.
-Me extraña muchísimo que Black traicionara a James. Eran inseparables.
Remus se frotó la frente.
-Estábamos en guerra. Sospechábamos que había un espía en la Orden. Todos pensaban que era yo. Por... Ya sabes...
-A causa de tu... licantropía? -Trató de adivinar Alec.
Remus se estremeció levemente pero asintió.
-Voldemort estaba reclutando a las manadas prometiéndoles más derechos y libertad.
-Aquí hay algo que no encaja. -Dijo Magnus. -Después de todo lo que hizo Sirius para desdeñar y enfrentar a su familia... No puedo creerme que se uniera al caraserpiente.
-Tienes razón. ¿Pero quién pudo ser si no? James está muerto y Peter también. Además, Sirius era el guardián secreto. -Rebatió el lobo.
-¿Y por qué él fue elegido como guardián? Eso sería demasiado obvio... -El brujo comenzó a cavilar.
-Cuando Sirius provocó esa explosión, los aurores dicen que empezó a reír histéricamente y no dejaba de repetir: "Es mi culpa."
Los tres se quedaron en silencio durante un rato.
-Lo único que pudieron encontrar de Peter fue un dedo. -Susurró el licántropo sintiendo escalofríos.
-¿Has dicho explosión? -Preguntó Alec.
Remus asintió.
-¿Y los magos pueden desintegrar un cuerpo o hacer que desaparezca?
Lunático no sabía a donde quería llegar Alec.
-No. -Contestó finalmente.
El cazador de sombras se mordió el labio pensativo.
Magnus estaba muy atento a la conversación.
-¿Sabes cómo quedaron los cuerpos de los doce mundanos?
-Según sé, quedaron despedazados. Había sangre y restos por todas partes.
-¿Y no te extraña que casualmente de tu otro amigo solo quedara un dedo? ¿No había sangre ni pedazos ni nada?
El joven estaba pensando en la supuesta muerte de Valentine y de su hijo. Él en realidad se había encargado de que Michael Wailand y su hijo murieran en aquel incendio.
Remus se lo pensó. Comenzaba a ver la lógica en todo eso.
-¿Sabes si tu amigo tenía alguna manera de escapar o desaparecer...?
Magnus ya entendía por donde iba su novio.
-Peter podía transformarse en rata.
Alec le dio vueltas a esa información.
Finalmente preguntó:
-¿A Sirius le metieron en prisión?
-Por supuesto. Estará en Azkaban de por vida.
Magnus se estremeció.
-¿Es como las mazmorras de la ciudad silenciosa?
-Es mucho peor. -Susurró el brujo. -Los magos tienen unas criaturas que son capaces de robarte los buenos recuerdos. Incluso pueden robarte el alma con un beso.
Al ojiazul se le revolvieron las tripas.
-¿Tuvo un juicio o algo así?
-No. -Contestó Remus.
El brujo y su novio se miraron.
-Hay que solicitar un juicio para él. -Dijo Magnus con determinación.
El lobo asintió.
-Y ahora, háblanos de Harry. ¿Cómo es? ¿Qué pasó esa noche?
-Tiene el pelo negro y revuelto como el de James. Sus ojos son verdes como los tuyos.
-¿Cuándo nació?
-El treinta i uno de Julio.
-¿Y por qué ese viejo le dejó con esos mundanos?
Remus instintivamente miró alrededor de la mesa esperando a que Sirius se riera porque Magnus era muchísimo más mayor que Dumbledore.
-Esa noche, James murió en la planta baja. Dicen que trató de defender a Voldemort. Luego murió Lily. Trató de matar a Harry, pero la maldición asesina rebotó e hizo que el cuerpo del caraserpiente se desintegrara. Muchos piensan que se ha ido para siempre. Yo no lo creo.
Se acabaron las bebidas y tras pagar la cuenta, se dirigieron al Caldero chorreante.
Alec fue capaz de verlo. Detectó el glamur enseguida.
En el bar, todos se les quedaron mirando con curiosidad.
El cazador de sombras se incomodó.
Atravesaron el establecimiento mirando al frente.
Cuando salieron al patio, el ojiazul no fue capaz de detectar ningún glamur y miró a su novio con curiosidad.
Remus tocó los ladrillos correspondientes con su varita y el pasaje se abrió.
El nefilim había visto muchas cosas. Al fin y al cabo, tenía un novio brujo.
Pero al ver el callejón Diagon, se sintió como un niño pequeño.
Mientras se adentraban en él, Alec no sabía hacia donde dirigir sus ojos.
Quería explorar todas y cada una de las tiendas pero sabía que tenían que darse prisa.
Caminaron hasta divisar un edificio blanco como la nieve.
Allí dirigieron sus pasos.
-Gryngotts. -Dijo Remus.
El ojiazul evitó soltar un grito de impresión al ver a la extraña criatura que estaba en la puerta del edificio.
-Eso es un duende. -Le susurró Remus.
Alec le miró dudoso durante unos segundos.
Magnus se dirigió hacia los mostradores donde más duendes estaban contando monedas, leyendo libros de cuentas y pesando piedras preciosas.
-¿Qué desea? -Le preguntó una de las criaturas al brujo un rato más tarde.
Él se inclinó y dijo en voz baja para que los demás magos no le escucharan:
-Soy uno de los padres de Harry Potter. Me gustaría que me hicieran las pruebas que sean necesarias para comprobarlo.
El duende asintió.
Llamó a uno de sus subordinados y le ordenó:
-Grapbur lleva a estos hombres a la oficina de Gornuck.
El otro duende les hizo una señal para que los jóvenes le siguieran.
Entraron por una de las puertas. El pasillo por el que caminaban era largo y también de mármol. A ambos lados había puertas de diferentes colores.
Se detuvieron en frente de una puerta azul.
El duende llamó y después de hablar con el que estaba dentro, les hizo pasar.
Cuando un niño mágico nacía, sobre todo cuando era el heredero de grandes fortunas, los padres o tutores acudían al banco donde los duendes le sacaban una muestra de sangre para evitar que nadie se hiciese pasar por el heredero o por un familiar.
-Magnus Bane. Tiempo sin verte. -Comentó Gornuck cuando los tres chicos se sentaron.
-Sí, hace tiempo que no me paso por aquí.
-¿Y qué desea el Gran brujo de Brooklin?
-Una prueba de paternidad.
Gornuck le miró como si fuera un espécimen raro.
-¿Cómo has dicho?
-Sé que es muy extraño, pero aquí tengo una carta...
Sacó el sobre y se lo dio al duende.
Tras leerlo, Gornuck no pudo evitar reír.
Alec sintió un escalofrío. La risa de esa criatura era siniestra.
Gornuck sacó una serie de pergaminos, una botellita y una daga dorada.
Vertió una gotita de sangre de la botellita en un pergamino azulado.
Después, hizo que Magnus se cortara la mano y dejara caer una gota en ese mismo pergamino.
Las gotas giraron y se unieron.
Una pequeña luz dorada cubrió el papel haciendo que los presentes se taparan los ojos.
Entonces, una serie de letras fueron apareciendo.
Gornuck le pidió al brujo que dejara salir un poco de su magia.
Cuando el procedimiento terminó, el duende cogió el pergamino y leyó:
*"Harry James Potter. Heredero de las posesiones Potter.
--Padre gestante: James Charlus Potter.
--Padre: Magnus Bane.
--Tutor mágico: Sirius Black. (Declarado no apto.) (Se encuentra en Azkaban.)
--Guardián sustituto: Albus Dumbledore. (Autoproclamado.)
--Actualmente Harry Potter se encuentra en paradero desconocido."*
El pergamino fue pasando de mano a mano.
-¿Qué puedo hacer para reclamarlo?
-Con este pergamino será suficiente. -Dijo Gornuck.
-¿Sabe si James o Lily dejaron testamento? -Quiso saber Remus.
El duende iba a contestarle mal, pero no lo hizo.
-El actual guardián del chico, no ha consentido en que se abra el testamento. Dice que es mejor que sea leído cuando el joven cumpla su mayoría de edad.
-¿Y al reclamar a Harry, podría conseguir abrir el testamento? -Interrogó el brujo.
El duende asintió.
-Pues quiero que sea leído. -Dijo.
Tardaremos dos días en tenerlo todo preparado.
-Bien.
-Por cierto. para hacer oficial que usted va a ocuparse del niño, firme aquí. Así el ministerio no podrá ponerle pegas.
Gornuck le entregó otro pergamino.
El brujo firmó con una pluma de sangre y magia.
Más tarde, salieron del banco con los pergaminos bien guardados.
El brujo había quedado exhausto.
Se dirigieron a Hogwarts, donde el director del colegio había aceptado recibirlos.

Harry James BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora