Cap 12

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Capítulo 12.

Harry había quedado prendado de su hermanito. Le parecía el niño más guapo del mundo.
Enseguida le pidió a sus padres permiso para cogerlo y cuando lo tuvo en sus brazos, se unieron para siempre.
Desde ese momento estaban siempre juntos. Eran hermanos inseparables.
Harry sabía antes que sus padres lo que Max necesitaba.
A medida que el bebé crecía, el mago de ojos verdes jugaba con él, le cantaba para dormir e incluso le prestaba sus más preciados peluches.

Sirius y Jace pasaban mucho tiempo en casa, sobre todo el animago, pues se había enterado de que esperaba un bebé y su novio sobreprotector no le permitía hacer nada.
A menudo discutían porque Sirius decía sentirse como un animal enjaulado y le recordaba reiteradas veces que había sido auror y que era un duelista decente.
El rubio cazador de sombras no quería ni oír hablar del tema y hacía oídos sordos.
Las discusiones generalmente acababan cuando Harry les pedía silencio porque Max dormía o les miraba ceñudo si le hacían llorar.
Remus solía sentarse a mirarlos pelear y no intervenía a no ser que su hormonal mejor amigo se lanzara a sus brazos en busca de consuelo.

Cuando Jace se enteró de que iba a ser padre, no pudo creérselo. Recordaba que se había quedado mirando a Sirius fijamente durante varios minutos hasta que al asimilar la noticia se desmayó.
Izzi siempre se reía de su reacción contagiando a su hermano y a Simon.
El antes vampiro diurno se había sentido muy decepcionado de Clarisa y no habían hecho la ceremonia parabatai.
Él solía decir que su ex mejor amiga ya eligió por todos cuando se marchó sin mirar atrás.
Al principio Lewis había tratado de contactar con ella, pero Fray no había querido saber nada de él.
En una ocasión, como el joven insistía tanto, la pelirroja le pidió que escogiera. O ella, o Isabelle. Pero no podía ser su amigo si seguía siendo el novio de la cazadora de sombras morena.
Simon se cabreó y cortó la llamada. Desde ese día, no volvieron a hablar.

Ese día Jace y Alec se habían encerrado en una sala que Magnus había creado para que pudiesen enseñar al niño a defenderse.
Empezarían con movimientos básicos, pero era mejor comenzar el entrenamiento cuanto antes.
Se lo tomaban como un juego.
No le exigían mucho, al fin y al cabo no dejaba de ser un niño, pero si hacía las cosas bien obtenía una recompensa y si no le salía el ejercicio, lo repetían al día siguiente pero nunca le presionaban.

Magnus y su pareja habían acordado que Harry estudiaría en Hogwarts, pero iría preparado. Sabían por boca de Dumbledore que el pequeño tenía una profecía que cumplir y no le dejarían indefenso.
Algunos dirían que era muy pronto para hacer planes, sin embargo el brujo quería tenerlo todo bien atado para cuando su caramelito cumpliera once años.
Se quedaría en el internado de lunes a sábado, pero ese día por la noche Bane abriría un portal para que su hijo pasara la noche con ellos y también el domingo.
Quería tener siempre a su pequeño consigo, pero también sabía que debía dejarlo socializar con otros magos.
Hasta que cumpliera los once años, Harry sería entrenado en lucha cuerpo a cuerpo, el manejo de espada, cuchillos, arco y flechas y en el uso de la magia sin varita.
Los sábados cuando entrara en Hogwarts, entrenaría una o dos horas y el tiempo restante lo utilizaría en pasar simplemente tiempo con la familia.

En cuanto Max creciera, se le enseñaría a utilizar su magia.

Alec dejó de divagar en cuanto escuchó a su pequeño llorar.
Era hora de su biberón.
Corrió a la cocina y lo preparó.
Mientras se lo daba a Max, no pudo evitar pensar en la guerra fría con las hadas.
La mayoría de cazadores de sombras no quería darse cuenta o no les importaba, pero él sabía que algo se estaba gestando. Algo pasaría.
Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta.

Harry James BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora