[XXXIII] Sin opciones

93 7 2
                                    

CAPÍTULO 33

Bajo control: Sin opciones

POV's Jonghoon

«Mi corazón late demasiado rápido... estoy sudando frío».

De mi mente no salía el rostro de esa mujer tiesa sobre la cama, a la cual yo robé su vida por culpa del capricho de alguien más... él era definitivamente al hombre que yo más... repudiaba.

«No tengo opciones». Pensaba. —No tengo opciones... No tengo opciones... No tengo opciones —me repetía una y otra vez, hasta pensar en otra posibilidad—. No... sí tengo opciones... tengo una.

Pasé la mayoría de la noche con un tic en mis manos, no paraba de masticar mis dedos y rascar mi mejilla como hace muchos años dejé de hacerlo, y volvía, además de un dolor en el pecho, supongo que se trataba de una ansiedad, nunca consulté un profesional para esto, pero definitivamente pronto acabaré loco o suicidándome... como justo ahora lo estoy pensando. Levanté mi parte superior de la cama en la que descargaba mis nervios y saqué de debajo de la almohada el cuchillo que escondía en caso de que alguien entrara. Quité mis prendas superiores, descubriendo mi pecho, con el filo del cuchillo hice una gran línea recta diagonal y luego una segunda, marcando una equis, en esa zona de mi cuerpo que tanto dolía. Aguanté la respiración para no gritar, y al sacar la punta que lastimaba mi epidermis en el pecho, solté un alto quejido y unos cuantos jadeos, me levanté a mirarme en el espejo que habían instalado.

El muy pulido cristal podía reflejarme cada detalle de mi rostro, que era lo que más observaba, mis ojos profundos en una gran soledad y descuido espiritual, la bolsa debajo de ellos que reflejaban mis noches de ansiedad y angustia por cada momento presenciado, además de esos rasguños notorios en mi blanquecina piel, mi tez era tan desagradable y pálida como la de un muerto, la única diferencia es que... yo seguía con vida. «Bueno, no será por mucho».

El cuchillo permanecía en mi mano derecha mientras por un largo rato admiraba uno de los rostros que más me gustaba, "por última vez". Elevé este al nivel de mis hombros apuntando hacia mí.

— ¡Buenos días! —alguien tiró la puerta entrando dramáticamente y al encontrar miradas con él más rápido busqué clavar el cuchillo en el centro donde se cruzaban las líneas diagonales—. ¡Yoichi! —gritó Goyangi, quien entró a pegar carrera contra el tiempo y empujar mi cuerpo contra el espejo de tal manera que crujiera este y rayas abstractas detrás de mi espalda se marcaran sobre el cristal partido, sosteniendo mi muñeca contra este también—. ¡¿Por qué haces esto?!

Era como un ángel corrompido caído del cielo. De mi mano cayó el mango, soltando el arma que quitaría mi vida, y chocar contra el suelo, después de que mi coraje se doblegara y me partiera en llanto entre los brazos de ese hombre.

— Me estás ensuciandiiii... —hizo un sonidito de asco cuando le abracé con fuerza, me empujó sosteniendo mis hombros y miró su camisa blanca con un estampado de una corona de Rey, ya manchada de mi sangre—. Ahora tendré que cambiarme —se quejó y me miró sacando unas pastillas de su bolsillo—. Tómalas todos los días... te tranquilizarán.

— ¿Qué...? —sin recibirlas pregunté viéndole confundido aún con lágrimas.

— Ven conmigo.

Desde que recapacité que él era quien había venido a la habitación, me empecé a preguntar la razón, desde hace mucho tiempo no le había visto y no sabía absolutamente nada de su paradero. Me llevó a curar mis heridas auto inducidas y me obligó a tomar un antidepresivo que me ofrecía. Cuando se dio la vuelta escupí la pastilla por la abertura de la camilla donde estaba sentado y la pared junto a esta y seguí bebiendo agua tratando de disimularlo.

— Si él nos ve, seguramente pensará que fui yo el causante de esto —dijo poniendo unas gasas con el respectivo adhesivo. Yo solo me limité a mirar sus acciones sin palabra alguna—. ¿Qué pasa? ¿Te cortaste la lengua también? —Apoyó sus manos en mis rodillas al terminar y me miró a los ojos—. Debemos ayudar a montar la primera carga que se venderá a Yamada. Por eso "madrugamos".

— ¿Dónde... dónde estuviste? —Apenas pude hablar, con algo de ronquera.

— ¿Me extrañaste? —Palmeó suave mi mejilla y aplicó una crema en las marcas que me había hecho—. Recuerdo esa vez cuando estudiamos juntos... te habías hecho lo mismo.

—Gracias... —susurré con la cabeza gacha.

— ¿Gracias? No hago esto "por gusto". Sigo siendo tu maldito "niñero". Es mi obligación —Cerró con la tapa la crema al colocar suficiente en mis mejillas.

— No tienes opción... —murmuré, extrañamente no percibía la verdad en sus palabras.

Los empaques de la primera mercancía estaban siendo depositados fuera de esa propiedad alejada. Mi pecho aún ardía y seguía siendo obligado a levantar esos kilos de droga sintética que era denominada "Sensation K", una que fue probada en mí la primera vez que estuve aquí... esa que fue el primer fracaso en su producción al no tener los efectos buscados: de sumisión, carisma y deseo sexual.

—Alguien fue pillado metiéndose unas de estas sin permiso —dijo entre risas.

— ¿Ah sí? De seguro alguien se lo raspó jaja —Los hombres a mi lado se reían mientras montaban las cargas.

— Tuvo mejor recepción que la primera elaborada. Al menos el Jefe agradeció su imprudencia —agregó el anterior—. Pobre Mal... debió estar nervioso.

— ¿Fue él? Vaya... ese tipo terminará mal de tanto que se "medica" —Saltó al camión metiendo más paquetes.

— Koichi-san espera que esta primera llame la atención de nuevos compradores —Llegó Goyangi a ver lo que hacíamos.

— ¿Qué tú no ayudas? —le dijo uno de ellos.

— ¿Disculpa? Acabo de limar mis uñas... no gracias —Se apoyó de codos en las cajas que aún no se montaban, a vernos.

— ¡Aiish! maldito holgazán... siempre te sales con la tuya.

— Déjame en paz. Pobre basura. 

Cho "Neugdae" [YECHUL/KYUSUNG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora