𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕯𝖎𝖊𝖟

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—¡Esto es ridículo! ¿Cómo es que no hacen nada? Lleva encerrado todo el día,ni siquiera salió para comer— Me paseo de un lado a otro ante la mirada indiferente de Eugeo y Klein quienes me observan sin preocupación, simplemente están ahí como si nada, sentados jugando a las cartas.

—Saldrá cuando se sienta mejor no debes preocuparte el capitán es así, le gusta estar solo— dice Klein sin levantar la vista del juego.

Me cruzo de brazos —yo no puedo aceptar eso, no puedo estar tranquila con él ahí encerrado solo y deprimido—

—No te preocupes, ya aparecerá— comenta Eugeo.

Es increíble que no se preocupen, yo no puedo dejar de pensar en que no está bien y como podría estarlo.
Mi mente viaja a todas las opciones descabelladas a las que la sirena lo ha de someter. 
Si de verdad lo que quiere es tener a sus hijos pero según Eugeo el capitán no está de acuerdo con ello, entonces debo suponer que ella lo obliga. La rabia me hace ver rojo, como odio a esa sirena.
Veo la puerta del camarote de Kazuto y tomo mi decisión. —ya espere suficiente — camino sin detenerme ante los gritos de protesta de Eugeo y Klein pero gracias a Dios ninguno me corta el paso. Necesito verlo, ya le di suficiente tiempo a solas y no dejaré que me detengan.

Abro la puerta de su camarote con fuerza pero cuando lo veo acostado sobre la cama con un brazo sobre sus ojos, mi enojo se esfuma. Él se ve tan vulnerable.
Una pequeña vela que está a punto de consumirse es toda la luz que posee su camarote, lo cual hace que la escena frente a mi se vea aún más lamentable.

—Hey— digo suavemente mientras cierro la puerta y me acerco —¿Estás bien?—

El baja su brazo y me ve. Cuando sus ojos atrapan los míos veo tanta tristeza que mi corazón se rompe.

—No deberías estar aquí— murmura.

—Lo siento, pero me tenías preocupada—

—¿De verdad? Siempre creí que me odiabas, jamás imaginé que te preocuparías por mí—

Me adentro despacio en el pequeño cuarto dejando que mis ojos se adapten a la poca luz.
—No te odio— murmuro, mientras camino hasta su escritorio donde enciendo la pequeña vela que está sobre este, justo antes que la que él tenía encendida se extinga.
La tímida luz nos envuelve. 

—Quería pensar que era así, que realmente te odiaba, pero no lo hago, nunca lo hice y a pesar de todo tu no me mataste, me liberaste de un matrimonio forzado, los métodos no fueron los mejores pero aún así, estoy viva y a salvo—

Camino hasta él y me siento a los pies de la cama.

—No mato por elección— dice —estoy obligado a hacerlo—

—Lo sé, ella te obliga— mis manos se aferran a las sabanas de la cama con fuerza, pensar en lo que ella le ha hecho y que todavía le hace me enfurece mucho.

—La vi ¿Sabes? Cuando regresaste. No es lo que esperaba, creía que las sirenas eran hermosas pero ella es, bueno...
Él se ríe y me alegro de haber logrado que sonriera.

—No siempre fue así— murmura -solía ser diferente, como las sirenas de las historias; dulce, mágica, increíble y hermosa—

—¿Y qué le pasó?— pregunto sin poderlo creer, después de todo ella se veía aterradora y nada linda.

—Según lo que ella me explicó, cada reina comienza como sirena, y cuando la corona pasa a ella, su magia le roba las aletas y deja en su lugar poderosos tentáculos que según ella, mantienen la fuerza de los ejércitos o  algo por el estilo. Se vuelve más calamar que pez, y con esa transformación viene la magia, inflexible y grandiosa. Suficiente para dar forma a los mares a su capricho. La Reina del Mar y la Bruja del Mar, ambas en una. Aunque puede cambiar de apariencia a su antojo, pero le agrada ver el temor que genera viéndose así.—

The Curse Of The Sea Queen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora