More tears than dead, that's the good thing.

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Eran alrededor de las doce de la noche y apenas le dieron el alta.

Se fue a casa con su mamá, que lloró y le agradeció a dios por el bienestar de su hija mientras ella rodaba los ojos, nunca había sido creyente.

El camino transcurrió en silencio, mientras cargaba en los brazos la bolsa con todas sus pertenencias que el hospital le había dado.

-Nolan a estado muy preocupado, pero creo que está dormi...- Su madre abrió la puerta de la casa y fue interrumpida por un cuerpo que se estrelló contra su hija, tenia lagrimas en los ojos y le escurría la nariz.

-¡Paige, estas bien!- La abrazo con fuerza, mientras se aferraba a su ropa y ocultaba su cara en el cuerpo de su hermana.

-Si, enano. Estoy bien.- Lo miró con dulzura, mientras correspondía su abrazo y respiraba su aroma a palomitas de maíz.- ¿Sabes? Ahorita mismo prefiero estar aquí mas que en el campamento.- Le regalo una sonrisa sincera y le quito una lagrima con su pulgar.

-Te dije que te arrepentirías.- Una sonrisa se escapo de su rostro y volvió al ataque con otro abrazo, que su hermana con gusto acepto y se quedó ahí durante varios minutos.

-Huelo a hospital, me daré una ducha y tu ve a la cama ¿Si? Iré a darte las buenas noches antes de acostarme, lo juro.- El pequeño asintió y salió corriendo a su habitación.

Su madre se fue a dormir a su habitación, así que agradeció por no tener a nadie preguntando como estaba o como se sentía.

Disfrutó el agua recorriendo su cuerpo, mientras se pasaba los dedos por el cabello con ese raro champú morado para el cabello teñido.

Una vez que termino, se puso una pijama a cuadros de color roja y un pantalón a juego, su hermano tenia una igual, sonrió al ver como el llevaba la misma.

-Viniste.- Se tallo sus brillantes y claros ojos marrones y bostezo, estirando sus perfectos y blancos dientes heredados de su padre. El fue el único que tuvo suerte, ya que Paige aun tenia Brackets gracias a los genes de su madre.

-Vine a dar las buenas noches, chico.- Se sentó a un lado y le dio un beso en la frente, pero este se abalanzó sobre ella y rodeó sus brazos alrededor de su cuello.

Por un momento no supo como reaccionar, así que después de unos segundos, respondió y se quedaron así por segundos que parecieron eternos, su hermano agradeciendo por que su hermana no haya tenido la misma suerte que las gemelas y ella tratando de hacerlo sentir mejor mientras acariciaba su cabello, mientras las lagrimas le llenaban los ojos.

-Paige...- La llamó aun en su hombro.

-¿Si?

-Te quiero.

La chica no respondió, al menos no inmediatamente, pensó en lo poco que se merecía el cariño de su hermano, gracias a todas las mierdas pasadas, gracias a todo el sufrimiento de las gemelas, gracias a... Cristine.

-Yo mas.

***

-¿Paige?- Su madre entró a la habitación, encontrándose con su hija sentada en una silla, con las piernas cruzadas y un cigarro entre los dedos, mientras expulsada el humo por la ventana. -¡Paige!

Se acercó a ella, pero esta no escucho gracias a los audífonos a todo volumen de ella, así que le arrebató el cigarro y lo apretó contra el cenicero, haciendo que su hija pusiera cara de indignada y se quitara los aparatos de sus oídos.

-Apenas lo había prendido.- Rodó los ojos y se levantó de su lugar, dando un pequeño paso para cerrar la ventana y poniendo su cajetilla de aluminio en su cama, dejando las letras "Marlboro" al aire libre.

-Tienes que ir a casa de los Coleman ¿recuerdas?- Tomó una canasta y empezó a poner todas las prendas del suelo en ella, mientras fruncía el ceño cada vez que se encontraba con algo de no tan buen olor.- Lowell llamó.

-¿Y?- Trató de no escucharse mas nerviosa de lo que estaba, mientras pasaba su hilo dental por sus brackets y se limpiaba la boca con enjuague bucal.

-Preguntó como estabas. Aun no entiendo por que se separó de tu grupito, si parecía que...

-Hubo problemas madre, como los hay en cualquier amistad.- Limpió su cara y a continuación, se cambió su blusa de pijama por una color blanco y su pantalón por uno de mezclilla color negro.-Me voy a casa de los Coleman.

Tomó su celular y besó la mejilla de su madre antes de salir de su habitación, llegando a la de Nolan.

-Nolan, ya me voy. Cuida a mamá.- Su hermano asintió con la vista en los videojuegos, esta le sonrió y cerro la puerta, bajando las escaleras y subiendo al Mustang Boss negro de su padre.

Su padre tenia una colección de autos clásicos que le encantaban, tenia de todos los colores, azul, morado, rojo, negro, blanco, gris, entre otros, pero el que mas le gustaba era ese, ya que según ella el olor de hierbabuena y tabaco de su padre aun seguían en el. También le encantaba por los viejos cassettes de música antigua de su padre, así que decidió poner "Come and get your love" de Redbone para seguir con su viaje.

Se aseguró de manejar con cuidado a través de la ciudad, ya que los padres de las gemelas vivían en un lugar alejado, en el bosque. A ellos les encantaba la naturaleza.

Al llegar a la caseta, el señor levantó la pluma al asegurarse de que Paige era una conocida y no cualquier extraño. Se estaciono y bajo los escalones, al parecer fue la primera en llegar.

Bajó de su coche y pudo notar que algo había cambiado.

Todo se veía de un color mas grisáceo, el lago, la enorme casa, el césped del patio, las hojas de los árboles... ya nada era como antes. La partida de esas chicas era algo sumamente importante para ella y sus amigos, ellas eran muy alegres y hermosas, llenando de felicidad a quienes los rodeaban con sus grandes ojos ámbar y blancas sonrisas... pero esos días habían acabado para siempre, o al menos eso le parecía a la pelirosa.

Se acercó a paso lento a la puerta principal, sin absoluta prisa por querer ver las caras de tristeza de los Coleman. Dio unos suaves golpes con los nudillos, lo suficientemente fuerte para que la oyeran.

La madre de Blair y Blaik era absolutamente hermosa, tenia una melena color negra y unos ojos verdes capaz de hipnotizar a cualquiera en el pueblo, tenia un cuerpo de modelo y siempre se vestía a la moda, pero hoy... hoy era distinta.

Tenia el pelo atado en una cola de caballo y un vestido negro, apretado hasta la cintura, a partir de ahí era suelto y llegaba hasta las rodillas. Su cara estaba apagada, no tenia ese brillo en sus ojos que tanto la caracterizaba y parecía que cargaba dos grandes bolsas abajo de estos.

Detrás de ella se encontraba un señor firme, estricto y capaz de dar todo por la felicidad de sus hijas, recordándolas llegar a los once de todas las fiestas y dándoles un sermón si llegaban dos minutos después... pero el ya no se encontraba ahí, al igual que su esposa.

Su cabello café oscuro estaba lleno de canas a los costados y no se encontraba peinado, como todos los días. En su lugar, había una gorra de los red sox y dos ojos rojos, dejando al aire libre a una rebelde barba que amenazaba con salir en su mentón.

Ambos tenían cara de ya no querer vivir, así que se limitaron a sonreír al ver la cara de la mejor amiga de sus hijas.

-Hola, señor y señora Coleman.- Les ofreció su mano y les regalo una sincera sonrisa, con lagrimas amenazando con salir de sus ojos.

-Hola, Paige.- Saludó Adele, antes de aceptar su mano.

-Nos alegra verte aquí, querida.- Robert la invitó a pasar y esta aceptó, entrando a la casa para poder hablar no tan alegremente acerca de la muerte de sus hijas.

-Bueno, no tardan en llegar los demás...- Se sentaron en el sofá de piel negra de la casa.

-¿Como esta tu madre? Lo de tu padre debió ser difícil también.- La pregunta de Adele la tomó desprevenida, haciendo que un escalofrío la recorriera al tocar heridas que sanaron hace mucho.

-Pues, seguimos tratando de superarlo... principalmente Nolan, que siendo apenas un niño fue un gran golpe bajo.- Explicó, al mismo tiempo que se re acomodaba en el sillón y trataba de no ver a los ojos a los dos adultos que tenia de frente.

-Lo fue para todos, cariño. No es el único.- Robert le regalo una sonrisa llena de nostalgia y Paige levantó la vista, sintiendo como dos grandes lagrimas la recorrían al ver la cara de estos dos.

-Las extraño.- Dijo, sorbiendo su nariz y limpiando estas.

-Paige...- La señora Coleman se levantó y fue a abrazar a la pelirosa, ambas llorando por la misma causa.

-Queremos preguntarte sobre... el hombre que te atacó en el bosque.- Las palabras de Robert hicieron que dirigiera su vista a las vendas que yacían en su brazo, recordando le el dolor y provocando que su estomago se revolviera.- Y si podrías decirnos si hay posibilidades de que ambos fueran la misma persona.

-Es una buena teoría pero...- Sorbió su nariz.- No lo veo mucho sentido a que a ellas si las mat... no las dejara vivir y a mi si.- Se corrigió rápidamente y miro al piso, avergonzada.

-Pero, es una posibilidad ¿No lo crees?- La esperanza en los ojos de la mujer hacían que el corazón de la chica se derritiera... o le doliera.

-Es muy probable.- Les dedico una mueca asociada a una sonrisa y se limpió los ojos, tratando de detener aquel río de lagrimas.-¿Les dieron los resultados?- Ellos asintieron y después de recuperarse, hablaron.

-Ambas fueron envenenadas con ácido prúsico, a Blaik se lo pusieron en su licuado y... a Blaik en forma de gas dentro de su nebulizador.

En ese momento, Paige volvió a dejar escapar sus lagrimas por enésima vez en un día.

Secrets of a Sin_Donde viven las historias. Descúbrelo ahora