Capitulo No.18 - Un Pueblo Honorable.

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Dos días habían pasado, y durante ese tiempo Eachann se ocupó junto con Moira, a que las visitas estuvieran lo mejor atendidas posibles.

Se les trató como lo que eran dos personajes de la realeza, solo que ese detalle solamente lo sabían ellos y sus más allegados.

Moira, se encargó de mostrarles el castillo y los paisajes que lo rodeaban que eran muchos.

Esa mañana, iban a salir de caza y Nuada estaba exultante!! Le emocionaba la cacería, tal era su emoción, que incluso había contagiado a Morrigan, y fiel a su estilo había apostado con ella que quien cazara la presa más grande, le debería una penitencia al otro, a lo cual ella, no resistiendo la tentación, aceptó de buena gana.

Morrigan había salido de su cámara con su traje de caza, ya Nuada la esperaba en el salón, y al verla quedo embobado por la belleza de su mujer porque así la consideraba, vestida siempre de negro, pero enfundada en unos pantalones de piel que resaltaban su preciosa figura las mujeres que la vieran, montarían un escándalo, ya que no era bien visto que una mujer vistiera como lo hacía un hombre, pero por eso él la amaba porque ella siempre se salía de todos los estándares impuestos.

También Eachann llego al salón, junto con su hermana, quien cada vez que veía a Morrigan empalidecía pero Sheena cada día tenia mejor semblante, pasarían al comedor para desayunar, también fueron invitados Thomas y Caelen quien siempre estaba a una distancia prudente de Sheena, pero tan atento a ella, que si alguien preguntaba cuántas veces ella respiraba, el sin duda sabría la respuesta.

Solo hacía falta Moira, no sabían el porqué de su tardanza, las criadas les informaron que se había levantado al alba y que se había adueñado de la cocina.

-Iré a por ella – Sugirió Eachann.

-No lleva a los demás al comedor, iré yo – contrarrestó Morrigan.

Y haciendo los hombres una reverencia a la Dama Oscura, ya que así le empezaron a llamar los habitantes del clan, ella se retiró del grupo para buscar a su hija.

Se detuvo de repente al escuchar las risas que provenían del interior de la cocina, una la conocía perfectamente, pues era la de su niña con ojos verde mar, pero la otra no la lograba identificar.

Por lo que cuidadosamente, se asomó a la puerta y se detuvo a contemplar la escena que estaba ante sí.

Con las cabezas unidas, dos mujeres con cabelleras pelirrojas como el bronce y otra negra como la noche, sonreían entre ellas, al parecer la pelinegra le estaba enseñando como amasar masa para hornear pan.

Podía ver en la mujer madura, pero aún muy bella, que apreciaba realmente a Moira, lo demostraba en la paciencia con que le enseñaba a la joven.

Y también podía ver como su hija, tenía su rostro lleno de harina, mientras que la mujer estaba impoluta, sin duda se notaba quien era la de la experiencia.

Pero la felicidad en el rostro de Moira la dejo sin aliento ella era realmente feliz en ese lugar, y con la gente que la rodeaba.

Sintió envidia, la consumía de hecho, porque ella como su madre, era quien debió enseñarle a ella las tareas más básicas, o las más difíciles era ella quien debió ser su maestra y deseo fervientemente, ser esa mujer que era muy feliz en su sencillez.

-Mamá!! Buenos días!! Ohh... creo que perdí la noción del tiempo por favor disculpadme.

La mujer que acompañaba a su hija, al notar su presencia, dejo lo que estaba haciendo para presentarse ante ella con una reverencia a forma de saludo.

-Mi señora- musitó ella.

-Cuál es tu nombre mujer?

-Lorna mi señora, por favor perdonad mi atrevimiento, pues he sido yo quien ha distraído a mi Lady, enseguida serviré el desayuno.

Amor en las aguas MacKenzie
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