Capítulo 5: Hijos de la luna.

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El fuego se cierne delante de mis ojos, la fogata que prepararon Benjamín y Fred es perfecta, una noche para observar el claro de luna y contar historias espeluznante, suena como un plan perfecto.

Al volver de nuestro chapuzón, y de encontrar el hermoso medallón, ambos se lo contamos a todos de nuestra pequeña aventura y sobre el cráneo encontrado, lo fría que estaba el agua, solo evadimos la parte en que Benjamín trata de mostrar sus verdaderos sentimientos hacia mí.

-De verdad no puedes decir que no pasó nada en el lago- dijo Jazz estando solas en el claro a unos metros de la cabaña, estamos sentada en el suelo, esperando que los chicos traigan las frituras y malvaviscos. Habíamos hecho 3 carpas y todavía quedaban algunos bolsos y maletas con ropas nuestras en al lado de ellas.- Sé cómo te mira- dijo pícaramente.

-Y yo sé cómo tu miras a Fred- dije enojada, mientras ella hiso un sonido para callarme.

-No digas eso, además estoy diciendo de él te mira como si fueras todo en su mundo, no estoy diciendo que tú lo mires de la misma forma.- dijo en susurros.

-Bueno en realidad paso algo que me olvide de contarte- dije mirando hacia la cabaña para ver que los chicos están viniendo.- Después te cuento Jazz.

-Qué hermoso medallón ¿Ya sabes que significan esos dibujos?- dijo ella para cambiar de tema.

-Tú ves algún wi-fi por aquí porque si es así dime que quiero chequear mi Facebook.- dijo Félix. Jazz se ruborizo ante este comentario ya que era obvio que aquí no habría internet.

-Aun no Jazz, y por lo poco que sé, son runas como las de Da Vinci, (creo).- dije tratando de ignorar el comentario de Félix.

-Si pueden ser runas- dijo pensativo Alex.

Nos sentamos en ronda alrededor de la fogata, y empezamos a charlar entre nosotras, sobre música, programas de televisión, automóviles, nos hacemos bromas, recordamos momentos de cuando éramos pequeños,  cumpleaños pasados, y llego el tema que más de uno esperaba tocar… La inauguración del restaurante de mi madre y la presentación de Hans.

-La comida es excelente- dijo por décima vez Alex, con la boca llena de malvaviscos.

-¿Cómo es que el tipo les regalo una cafetería?- dijo Félix, sorprendido- Eso es fantástico.

-¿Fantástico para quién?- pregunto Alex- No, para mí. Lo que más me molesto es que no sé quién se cree que es para mandarnos a trabajar. Total él no me mantiene no tiene por qué preocuparse por nosotros.

-Por Dios Alex, todo sabemos muy bien, que ese no es el problema para ti, el problema para vos es el que tienes que ir a trabajar porque mamá no te va a mantener toda la vida y mucho menos tenerte viviendo en casa como un desempleado, ya tienes más veinte años- dije ya con migraña, el asunto ya le veníamos dando vueltas por horas y siempre se enfocaba en lo mismo, en que mi hermano no quiere trabajar que no sea que lo llamen de una nave espacial para ir a una guerra intergaláctica, o crear una máquina del tiempo para  vivir entre vikingos, guerras épicas, etc.

-A ¿no?, y que hace Fred viviendo en casa si tiene veintidós años…-dijo Alex

-Yo al menos trabajo, me pago mis gastos, y mínimamente tengo una vida social-dijo Fred soñoliento. 

-¿Abra un momento en nuestras vidas que los hermanos Cronwell dejemos de pelear?-con cansancio me enfoque el extraño medallón.

- La verdad hermanita es que si dejamos de pelear ya no seriamos conocidos como los hermanos Cronwell, además ya nos hemos hecho la fama de rebeldes problemáticos en la familia y aunque cambiaríamos de actitud nadie nos creería- dijo Alex.

Sinaparadise y la maldición del ultimo Lucero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora