La bestia ( por Gabriel)

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Corre, solo corre, y no te detengas. No pienses en nada, no sientas nada. Solo concéntrate en el camino, solo debes encerrarlo de nuevo, corre, corre, y vuelve a correr.

Las palabras retumban en mi mente, y ese es lo que hago, corro. No me importa si se acaba el oxígeno de mis pulmones, sería mejor así, sería siempre mejor morir. Pero el suicidio no es una elección ya la he descartado hace tiempo. Si me vida la considero un infierno, no quiero pensar lo que debe ser hospedado en el palacio de Lucifer. 

Debo vivir, y conseguir el perdón de Dios ¿Pero cómo hacerlo cuando yo ya soy un maldito?

Corre… corre… ven…

¿Cómo pude? ¿Por qué no me pude controlar con ella? ¿Por qué a mí?

El camino por el bosque es frondoso llenos de enormes raíces de enormes y viejos arboles; la luz de la luna me guía en mi camino mientras que el viento en mi rostro trata de tranquilizar a la bestia.

Gabriel me estas asustando… había dicho ella. Y me siento terriblemente mal por lo que acabo de hacer.

Y ella. Ella no sale de mis pensamientos ni un segundo.

Vamos Gabriel, deja de pensar y solo corre y déjate llevar… 

Dejar de pensar sería imposible. O al menos dejar de pensar en Tany sería imposible. Ella ha conquistado mi mente. Lo cual ha sido un gran error. Nunca debí permití que pasara.

Corro y corro por las sendas de los bosques, rompiendo ramas, pisando tierra y piedras, y aun  siento que Él quiere salir de nuevo. Debo contenerme, tengo que ser fuerte.

Al llegar, no la encuentro, no la veo, y no la ciento. El temor corre por mis venas. Ella me guio hasta aquí. Pero no poder controlarme por mucho tiempo.

-¡Donde estas!- grite desgarrado desde mis entrañas.

No hubo respuesta alguna solo el bufido del viento, combinado con una fragancia a lilas. Y ella salió de las sombras. Acercándose a mí, con ese caminar tintineante de su pequeña cadera, firme y siniestro.

Se acercó a mí y poso sus  manos en mi pecho, presionando hacia dentro. Puedo sentir el ardor dentro de él, siento la presión del retroceso, la bestia tiene que ceder, tiene que volver  a ocultarse, tiene que olvidarme.

Mírame. Dijo ella en mi mente, y yo con un inmenso dolor de cabeza me enfoque en sus ojos celestes claros, fríos y calculadores. También en ellos destellan algo de temor. No temor por lo que yo pueda hacerle sino que temor por mi propia seguridad.

Sus ojos se volvieron blancos y ella cayó hacia atrás. Me apresure a agarrarla antes de que tocara el suelo, y la mantuve envuelta en mis brazos.

El dolor había desaparecido, y la bestia se había vuelto a ocultar.

-Gracias Cecile- dije observándonosla desplomada  sobre mi regazo, en la espera de que vuelva a abrir sus ojos.

Habrán pasado al menos   unos veinte minutos hasta que Cecile comenzara a aferrarse a mis manos con fuerza, y sus ojos fríos se fijaran en los míos.

Cecile, es mi amiga desde hace años, ella es quien domina mi bestia, ella es un elfo del Bosque de la Sabiduría; aquel es el lugar donde vive su gente, ellos son aislados de nosotros y pocos amigables con otros seres mágicos de este mundo.

La luna se releja en su piel brillosa y sedosa, blanca como la nieve y cálida como brazas de leñas encendidas, su cabello rubio platinado casi parecerse blanco, sus labios carnosos, rojos como pétalos de rosas.

Hubo un tiempo en donde me hubiese enamorado de esta hermosa criatura, pero nuestras diferencias en cuestión de especie no me lo permití. Aunque no puede resistirme a sus en cantos por siempre, aún recuerdo  aquellas noches de verano junto a ella.

Cecile se reincorporo en su cuerpo sentándose a mi lado, colocando sus manos finas en su cabeza como si esta se le podría caer.

-¿Te sientes bien?- pregunte, colocando una de mis manos en su espalda y masajeándola para que se relajase.

-Eso debería preguntártelo a ti…- dijo con su voz ronca pero firme, al final se quedó observando hacia el frente, sin expresión alguna en su rostro.

Ya esto no podré soportarlo por mucho más. No puedo soportar ver a las personas que me rodean sufrir por mi culpa. Tengo miedo de hacerles daño, de no poder controlarme un día, de que un día Cecile no lo pueda controlar, de que un día la bestia me consuma por completo.

-No debes pensar esas cosas Gabriel, esto no fue por tu elección, y tampoco has nacido con la bestia dentro de ti- rompió mis pensamientos Cecile, que ahora me está mirando con esos enormes y bellos ojos que ella tiene.- Jamás me harás daño.

-No sé si siempre va a ser así. Siento que él está constantemente viendo a través de mis ojos, esperando la oportunidad de atacar a las personas que más quiero.- dije con mi voz fría y ronca- Además no sé cuánto tiempo lo vas a poder controlarlo, no quiero que te hagas daño.

Ella me roso su dedo índice en mi barbilla para que la mirara directo a los ojos.

Sabes bien lo que pienso en como tú quieres solucionar este problema. Pero te aseguro que el suicidio es mil veces peor por lo que estás pasando. Es la eternidad en el Infierno…

-Yo ya estoy en el infierno Cecile, pero yo lo haría para salvar otras vidas.- dije enojado.

-Y Yo no te permitiré hacerlo Gabriel.- dijo firme y furiosa.

Permanecimos unos momentos observando las estrellas en un profundo silencio, donde solo se oye la brisa en el viento.

-¿A quién quiso atacar?- me pregunto.

-A una muchacha.

-¿La conozco?

-No.

Ella se volvió a mí para dedicarme una sonrisita traviesa, y yo trate de concentrarme en otra cosa, ella siempre me saca información de esa manera pero esta vez no lo hará.

-¿Es la chica del otro lado?- pregunto con picardía pero al ver que no le contesto, continua- Eh oído que es bonita, chiquita, y que tiene más luz que hombre común. Pero claro tú ya te has dado cuenta de eso.- concluyo en tono pensativo.

 Claro de que me había dado cuenta desde la primera vez que la vi. Y eso no fue lo único que vi de ella, también puede ver esos hermosos ojos verdes como los bosque que me rodean, llenos de temor y de inseguridad.

-Ella es especial- dije cortante. Ya no quiero seguir una conversación de estas con Cecile, por más que ella sea una gran amiga hubo cosas, y un caballero no tiene memoria pero tampoco le ensancha en la cara que está interesado en otra mujer.

-Creo que estas enamorando de ella Gabriel- dijo divertida, mientras yo la fulmine con la mirada.

Yo me he prometido a mí mismo no enamorarme nunca, y mucho menos hacer sufrir a nadie que me importe. Yo estoy casado con mi espada mientras que mi amante es una daga.

Y aunque me diga esto diez mil veces no me puedo sacar a Tany de la cabeza. Pero sobretodo la mirada de terror con la que me miro esta noche, está grabada en mi memoria torturándome una y otra vez.

Cecile largo una pequeña carcajada, mirándome burlonamente y con algo de sorpresa dijo:- Quien diría que tú te enamorarías, y además de una muchacha del otro lado. No me mires así, sé que te vuelve loco sus ojos, su cabello cuando está bajo el sol que le da eso mechoncitos dorados y rojizos, lo pequeña y frágil que se ve que tú te sientes con la obligación de protegerla de este mundo de extraños. 

Ya casi a mitad de su relato estaba a dos metros de distancias dirigiéndome hacia la villa, cuando me doy vuelta y la enfrento. Ella sigue sentada en frio suelo, mirándome con ojos brillantes.

-Ella no tiene que significar nada para mí por su propio bien- dije melancólico.

-¿Quieres que sea una distracción?- me pregunto con voz aterciopelada, parándose y recogiendo la falda de su vestido de seda mostrando su muslo derecho.

Yo le dedique una  sonrisa cansada y negué con la cabeza, me di media vuelta y comencé a caminar hacia la casa de Amy, tratando de dejar atrás a todo, a la bestia,  a Cecile, y a esos ojos verdes que me miraron con terror esta noche.

Sinaparadise y la maldición del ultimo Lucero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora