Capítulo 6: Sinaparadise.

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Me encuentro en las tinieblas de la soledad de un bosque,  donde el amanecer cae en él, cubriendo el cielo de un triste y tormentoso gris. Camino entre los árboles, desorientada, como si recorriera un oscuro laberinto.

Veo una sombra que viene y va entre las penumbras de este bosque. Un escalofrió recorre mi espalda, el miedo corre por mis venas y mi corazón late rápidamente y desenfrenado.

Corro y corro dejando atrás enormes árboles, helechos, los pájaros se  asustan de mi presencia. Las hojas y ramas crujen debajo de mis zapatos de montañas, y la sombra corre tras de mí. Desesperación invade en mi corazón, miedo y  el terror se apodera de mí. La transpiración se desliza por mi rostro.

¿Pero cuánto tiempo llevo corriendo? ¿Horas? ¿Minutos?  ¿Días?  Aquí el tiempo parece como si se detuviera.

Me detengo en medio de un claro y veo a la sombra pasar entre los arboles del otro lado. Empiezo a dar unos pasos hacia delante, la curiosidad por más del terror que sienta esta sensación permanece intacta en mí.

Enredaderas crecen desde la tierra rápidamente, aferrándose a mis pies, enredándose en ellos, aferrándome al suelo, impidiendo que huyera o que avanzada. Estoy estancada. 

Estoy desesperada, quiero gritar, pero las palabras no salen, es como si se me hubiera dormido la lengua por completo.

La sombra se hace presente ante mí.  Es un hombre alto y pálido, de cabello negro rojizo y de ojos azules pálidos, con su clásico traje negro, con el cual lo enteraron; el hombre de mis pesadillas, ese es mi padre.

Una sonrisa se dibuja en sus pálidos labios. Él se encuentra a unos seis metros de mí, estira su mano derecha hacia mí, haciéndome inalcanzable a su distancia, pero él tampoco  pretende avanzar hacia mí. Lo miro con desconcierto y terror.

Él baja su mano, melancólicamente, me recorre con la mirada sin perder su sonrisa de media luna. Y me vuelve a mirar a los ojos, pero sus ojos ya no me dicen nada, es como si la luz su hubieran ido de ellos y lo hizo.

-Hija, Bienvenida de Sinaparadise - dijo misteriosamente. Al decir la última palabra su cuerpo empezó a descomponerse frente a mí. Hinchándose como un sapo, poniéndose de un color azul muy oscuro, pudriéndose rápidamente. Puedo ver como los gusanos comen su carne, hasta que solo quedan sus huesos.

Lagrimas decoran mi cara aguantándome las náuseas.

El esqueleto camina hacia mí y yo no puedo mover, genial, empiezo a jalar de las enredaderas, pero cuanto más muevo mis pernas, más grandes crecen hasta cubrir mi cintura.

Mi padre caricia mi rostro con su esquelética mano, su cráneo se acerca tanto a mí a mi oído como lo es posible, y susurra con voz chillante y agónica.

-Te amo.

Y despierto.

En frente de mi veo una mujer de mediana edad, de cabello rojizo rizado con mechas de verde metálico.  De rostro duro y severo, de piel blanca, bajo de sus ojos media lunas azuladas los decoran.

Estoy tan agitada como si hubiera corrido una maratón. Estoy en una habitación, donde pareciera que todo es de madera, el techo, las paredes, las puertas, la silla…

-Quédate quieta o te vas a marear- dijo la mujer pelirroja, su voz sonaba molesta y cansada.

Me recuesto sobre la almohada otra vez y miro mi brazo herido. A este parece que le untaron una especie de gel violeta, pero a la vez de este sale llamas del mismo color. Pero no me quemo, todo lo contrario, no siento dolor y es refrescante. Llevo mi dedo índice para tocar esta extraña cosa, pero la mujer me toma de la mano alejándola del gel.

Sinaparadise y la maldición del ultimo Lucero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora