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— cяαzү ℓιттℓε тнιηg cαℓℓε∂ ℓσvε —

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𝕹o eran más que un par de mocosos encerrados en un ático escuchando música pop y viendo películas ochenteras por el viejo televisor que conectaban allí arriba.

La estética siniestra parecía acompañar a su mala edad, tan cambiantes, tan irascibles. Tan pronto se gruñían al estilo animal como se tumbaban uno sobre o junto al otro para jugar a las consolas que habían pedido por Amazon, a juegos tan vintage que ni la gente de la época se acordaba de ellos.

Habían crecido con ese mundo sin querer, o quizás obligados, porque su única figura paterna presente parecía estar obsesionado con los 70. Siempre decía, que todo lo bueno se perdió al llegar al 90.

Pero quién sabe, también podía ser cosa de la edad. Tenían ideas extravagantes cada vez que se tragaban cualquier maratón cultural por oídos, ojos, boca, etc.

Igual que aquella tarde de julio. Hacía sol y habían acordado ir al lago a darse un chapuzón. Cuando de pronto, una idea alumbró la mente del chico.

— ¿Sabes? Los piratas pueden shippear sus barcos.

La adolescente rubia, cuya nuca descansaba sobre el estómago de su vecino lo miró de pronto.

— ¿Hoy estas graciosillo, Dipper?

— ¡Piénsalo! —Al levantarse, ella se vio obligada a incorporarse también. —En serio, ¿sabes esas cosas que tienen delante, que a veces son sirenas o cosas así?

—Sabes que se llama mascarón, ¿verdad?

—Yo veo a un pirata juntando esa cosa de su barco a la de otro y dándose un pico. ¿No mola?

— ¿En serio? ¿Tan mal te funcionan las neuronas en verano? Los piratas se matan entre sí, no veo a dos piratas pegando sus barcos con cuidado para que sus mascarones de den un pico.

—Saltarían de emoción. Y dirían: "Nuestro ship es canon".

— ¿Tú te escuchas cuando hablas?

—Solo cuando tiene que ver contigo. Nada más merece mi atención.

Adriel miró a Duncan y se sonrojó al instante. Duncan se rió al ver que, como siempre, ella apartaba la mirada, como si estuviera molesta, pero en el fondo, sabía que le gustaba que le diga esas cosas. A Adriel le encantaba ser el centro de atención. Pero rápidamente, se veía molesta y le recriminaba con la mirada.

— ¡¿Qué?! Si no te escucho me pegas. ¡Me das miedo!

Resoplando, Adriel se puso en pie y abrió la trampilla para bajar del ático. Ahora todas esas voces que le preguntaban si ella y Duncan estaban juntos, lo que se dice "juntos", venían de golpe.

I N E F F A B L E ▶ GOOD OMENSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora