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—   𝔀𝓪𝓷𝓽𝓮𝓭 𝓭𝓮𝓪𝓭 𝓸𝓻 𝓪𝓵𝓲𝓿𝓮   —

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—   𝔀𝓪𝓷𝓽𝓮𝓭 𝓭𝓮𝓪𝓭 𝓸𝓻 𝓪𝓵𝓲𝓿𝓮   —

       𝕮on paso lento y sigiloso, un niño caminaba en calcetines por la casa, recorriendo el pasillo hacia la estancia principal. El reloj marcaba las cinco de la mañana, tan solo, y él parecía estar muy, muy preocupado. Llegó a la puerta y llamó antes de ponerse de puntillas para abrir la puerta. Ésta chirrió despertando así al ángel y al demonio que se habían quedado dormidos en el sofá.

— ¿Eh? —Bostezó Crowley — ¿Hesper?

El niño, de oscuro cabello y ojos grises que se plantaba allí de madrugada, lo miraba con la misma preocupación con la que había ido hasta allí.

— ¿Qué haces aquí, enano?

—Adriel. Está malita.

— ¿Otra vez? —preguntó Aziraphale restregándose los ojos.

Hesper asintió.

—Sí, le duele la tripa. Está muy malita, tío Aziraphale. Por favor, ¿puedes curarla?

Aziraphale contempló el angelical rostro del niño, que tan preocupado estaba por su hermana. Sonrió y se levantó.

—Claro, iré a ver cómo está.

—Sí, sí... Tú ve yendo... Ahora voy yo —dijo Crowley, con muy pocas intenciones de cumplirlo.

Hesper llevó a Aziraphale de la mano hasta el cuarto de los niños, en la segunda planta. Era una habitación espaciosa que parecía estar partida en dos. A un lado, había una cama vacía y la pared era verde, con animalitos por todas partes. La otra pared era morada y tenía florecitas. En esta parte había otra cama, que estaba ocupada.

El niño se arrodilló junto a la cama ocupada, preocupado. Aziraphale se sentó en su borde, en el lado contrario y puso sus manos sobre la piel de la niña que allí estaba tumbada, con mal aspecto.

—Adriel, querida —la llamó suavemente Aziraphale —, ¿qué te pasa?

—Duele... Duele mucho...

— ¿El qué? ¿Qué es lo que te duele?

La niña, de cabellos dorados y ojos azules, se señaló el pecho con una manita, pequeña y fina. El Ángel retiró un poco la sábana que la cubría y le puso dos dedos en el pecho, y poco a poco, la cara de la niña pasó a un mejor estado.

El ardor que tenía en el pecho era algo habitual desde hacía unos meses, y solo Aziraphale podía calmarlo, pero ya empezaba a estar cansado de tener que hacerlo, no porque le resultase pesado, sino porque cada vez era más fuerte el dolor, y le preocupaba que esto siguiera empeorando y llegase un día en el que no pudiera curarla.

I N E F F A B L E ▶ GOOD OMENSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora