Epílogo

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Matthew

5 años después

Estoy nervioso, bueno, debo admitirlo, estoy más allá de nervioso. Si hace 6 años alguien me hubiera dicho que estaría en este punto, probablemente me habría reído en su cara y hubiera hecho algún comentario burlón.

Sin embargo, hoy estoy aquí, rodeado de decenas de velas y rosas, con el atardecer marino a mi espalda, vestido con un traje de pantalón y chaleco azul, camisa blanca e incluso una corbata; varias gotas de sudor corriendo por mi espalda debido a los nervios y debo admitir que parte del sudor también es por el calor que siento, pero todo sea por darle lo mejor a ella.

Han pasado muchas cosas en los últimos años, la universidad fue todo un desafío, pero logré graduarme y ahora soy criminalista, mi madre hizo realidad su sueño y ahora es dueña de una de las mejores pastelerías de la ciudad, donde explora su creatividad en la repostería y crea pasteles, postres y galletas increíbles tanto a la vista como al gusto; y aunque muchas cosas han cambiado siempre ha habido una constante: Brina Rizzo Smith.

Ella, la mujer de los ojos más raros e increíbles del planeta, una chica llena de sueños, valiente, talentosa, amorosa, leal, respetuosa y desde luego la mejor novia del mundo; desde luego para ella también han cambiado muchas cosas en los últimos años: logró ganar el campeonato de natación del último año de preparatoria, se graduó con honores de Fairchild (cosa que no fue sorpresa para nadie, pero sí un orgullo gigante), ha estado trabajando en la pastelería de mi madre y hace unos días obtuvo su título como Investigadora Forense. Sin duda solo tengo palabras de admiración para referirme a ella, me siento orgulloso y honrado de ser su novio mientras que a su vez le he dado razones para sentirse de la misma forma con respecto a mí.

Hoy es un día especial y no, no es ni su cumpleaños, ni el día de sus grados, ni nada por el estilo; hoy es un día especial porque le pediré a la mujer que tanto amo y admiro que se case conmigo. Reviso mi celular y encuentro un mensaje de ella:

Demonio sexy: Acabo de llegar, no te veo... ¿Dónde estás?

Yo: Sigue el camino de luces hasta la playa y me encontrarás.

Demonio sexy: has estado muy misterioso, espero que no estés planeando alguna broma, estoy usando un bonito vestido y no quiero que se moje.

Yo: confía un poco en mí.

Ella no contesta nada más, así que guardo el celular en un bolsillo y me preparo mentalmente o por lo menos lo intento, antes de verla aparecer caminando por el sendero de madera que lleva al quiosco dónde yo estoy. Se ve absolutamente hermosa, y tenía razón al decir que está usando un bonito vestido, es un vestido suelto de verano de color durazno con un cinturón negro que enmarca su pequeña cintura y para complementar su atuendo está usando unas bailarinas también de color negro. Sin duda luce inocente y juvenil a pesar de ya tener 24 años y su pequeña estatura la hace verse aún más delicada, cualquiera que la vea no imaginaría la mujer fuerte y valiente que hay detrás de su apariencia o su mal carácter cuando la hacen enojar.

Levanta su rostro y me mira, sus ojos se iluminan y su hermosa sonrisa con ese pequeño hoyuelo que me vuelve loco aparece, libre y sin temor ella camina hacía a mí y yo olvido la razón por la cual estaba nervioso; la amo y quiero pasar el resto de mi vida con ella y sé que también me ama.

—Hola, mi amor— saluda con una sonrisa.

—Hola, pequeña— le correspondo el saludo mientras la acerco a mí, le doy un suave y corto beso en los labios.

Tenías Que Ser Tú (Amor I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora