UNKNOWN ROMANCE [VHOPE]

XV

Escuchaba su voz diciendo mi nombre, veía su rostro aterrorizado al imaginar lo que sucediera conmigo, y entonces, antes de que el auto me alcanzara a arrollar en mis profundos sueños, abrí mis ojos de golpe.

El aroma a potentes medicamentos llenó mis fosas nasales, observé en todas las direcciones, completamente confundido de estar en ese lugar cuando segundos atrás estaba en medio de la calle, charlando con Hoseok.

Me incorporé de sopetón en medio de la camilla, tenía una bolsa de suero conectada a mi brazo derecho a través de una aguja, sentía un dolor corto punzante en mi cabeza, pero era soportable, mi pecho subía y bajaba precipitadamente debido a mi respiración acelerada. Gente en un estado fatídico mucho más grave que el mío, se hallaban a mi alrededor, algunos durmiendo y otros hablando con su respectivo médico.

Me arranqué la aguja con violencia, para así poder bajarme de la camilla y poder caminar fuera de allí sin ningún problema, en busca de Hoseok. ¿Por qué no estaba a mi lado? ¿Qué había ocurrido exactamente? Ande unos pasos antes de sentir como mi cabeza daba vueltas vertiginosas, acompañada por esos deseos de vomitar arremolinándose en mi interior, una de las tantas enfermeras de ese hospital se detuvo delante de mí, impidiéndome avanzar en ese estado.

— Señor, por favor, regrese a la camilla, usted necesita descansar después de ese accidente.

— ¿Accidente? —repetí abriendo mis ojos como platos de la sorpresa, ella me observó perdida con mi comportamiento, y terminó por asentir.

— No ha sido muy grave, pero tiene una contusión...

— ¿Qué fue lo que ocurrió?

— No estoy muy segura, pero creo que un auto atropelló a su amigo, y parece que usted solo tuvo una herida leve —murmuró pensativa, intentando recordar todos los cotilleos que había oído sobre ello.

— ¿Dónde está el? —gruñí tomándola por los hombros.

— ¿Quién? —refunfuñó espantada con mi contacto.

— ¡El chico que estaba conmigo!

— En la sala de operaciones... —susurró apartándose de mi violento agarre.

Al escuchar su respuesta, salí corriendo veloz como un rayo lejos de esa estancia que parecía ser la sala de urgencias de ese hospital—. ¡Señor, regrese por favor!

Caminé apresurado por esos pasillos enredados, parecían más propios de un laberinto que otra cosa, sentía mi corazón acelerado a punto de salir corriendo por mi garganta, el sudor frío recorría mi espalda, estaba asustado, pensaba lo peor y no podía controlar mi estado anímico, necesitaba asegurarme cuanto antes que nada realmente malo le sucedería a Hoseok.

No podía pensar con claridad, más cuando esas horrendas imágenes aparecían en mi mente de sopetón, los recuerdos de lo que había ocurrido. Sus manos se posaron sobre mi espalda empujándome lejos de allí, su cuerpo estrellándose contra el vidrio del auto partiéndolo en miles de fragmentos, su rostro en el suelo bañado en su propia sangre, y yo sin poderme mover en medio de la calle.

— Hoseok... —balbucí espantado, antes de detenerme frente a la recepción, donde dos enfermeras me miraron un poco alarmadas por mi aspecto—. ¿Dónde está la sala de operaciones?

— Ultimo piso... —contestó una de ellas mirándome de arriba a abajo.

— ¿Se encuentra bien, señor? —quiso saber la otra tomándome del brazo.

— ¡Déjenme en paz! —rugí soltándome de su agarre con cara de pocos amigos.

Corrí hasta el ascensor que estaba al final del pasillo, con mis manos temblorosas oprimí el botón que me llevaría al piso doce. Sentía mi respiración irregular, mi cabeza seguía dándome vueltas, mientras me regalaba los escalofriantes recuerdos que se dedicaban a atormentándome.