XVIII

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Sabía perfectamente que no era bueno, pero cada noche como esa; después de un largo día, en el que no podía pensar con claridad, ni menos sacarme a Hoseok de la cabeza. Me dirigía a esa calle en Seúl que me traía tan malos recuerdos, me quedaba de pie en medio de la acera, y observaba el mismo punto en la autopista, rebobinando una y otra vez mis viejas memorias, donde siempre era aquel accidente el que pasaba por mi cerebro sin descanso alguno.

A veces duraba allí en total silencio, hasta que me llamaban al celular para avisarme de alguna emergencia, la cual me obligaba a regresar al hospital, pero en otras ocasiones me quedaba de pie por horas buscando una respuesta a mis dudas, antes de marcharme a mi casa. Sin embargo, estas no se solucionaban, ni mucho menos. Solo se volvían una bola más grande de confusión, en donde lo único que podía asegurar era que extrañaba de manera abismal a la persona que el cruel destino me había arrebatado. No, Nara era la culpable de todo esto, el verdadero motivo de la muerte de quien más amaba era su propia madre.

Respiré profundamente, mientras me limpiaba las agrias lágrimas con el dorso de mis manos. Intenté calmar el dolor que aún no desaparecía en mi interior, y al sentirme un tanto mejor, me dispuse a caminar hacia el apartamento, el cual no estaba muy lejos de allí.

Quince minutos después estaba saludando al portero con una simple sonrisa, y me escabullía al ascensor oprimiendo el botón del piso número 20, para acto seguido pasar mi tarjeta – la cual era una llave- sobre un dispositivo que me reconoció de inmediato. Tras unos instantes donde una melodía instrumental me acompañaba en la soledad de ese recinto, las puertas se abrieron frente a mi apartamento. Ese especializado edificio donde ahora vivíamos gracias a las clientas de JungKook, era maravilloso, el ascensor te dejaba en medio de tu casa, o cualquiera de los pisos; sin embargo, para esto último se necesitaba un permiso que se debía solicitar a la persona que vivían en el lugar al que deseabas ir.

— ¿TaeHyung? —preguntó JungKook desde la cocina.

— Si.

Me quite la bata, y la dejé sobre el sofá de la sala, me estiré perezoso por todo el lugar observando un poco extrañado el ir y venir de JungKook, como si estuviera preparando algo misterioso, que de seguro ni seria comestible, dado que sus dotes culinarias eran pésimas.

— Tienes mucho correo, lo deje sobre tu escritorio —me informó levantando por primera vez la mirada de lo que sea que estuviera picando.

— Vale, gracias.

— Y también tienes un poco de comida en el comedor.

— ¿C-cocinaste? —balbucí rascándome la nuca, nervioso de tener que rechazar su ofrecimiento de alimentarme, o quizás debería decir; intoxicarme por tercera vez en esos siete años en los que habíamos vivido juntos.

— Hice el intento.

— Prefiero, pedir comida a domicilio —susurré saltando a tomar mi teléfono celular del bolsillo de mi bata, pero este salió disparado a detenerme, me rapó el aparato de las manos, y me miró fiero con aquel ridículo delantal rosado que era de Soyeon; aun puesto.

— Vamos, pruébalo no esta tan mal —bufó empujándome en dirección al comedor, me hizo subir los cortos escalones y hasta me obligó a sentar en una de las cuatro sillas de la amplia mesa.

Le eche un vistazo un poco ansioso de llegar a enfermarme de nuevo, mi cuerpo no era tan fuerte como Soyeon; quien era la única que lograba comerse sus experimentos extraños sin morir en el intento. JungKook con una amplia sonrisa quitó el plástico del plato, y me entregó un tenedor para que degustara sus burritos de carne con montones de verdura. Corté un pequeño pedacito y me lo metí en la boca, un tanto forzado mastique y trague apresurado, sin embargo, esta vez el sabor era excelente.

UNKNOWN ROMANCE [VHOPE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora