Cero

3.5K 220 162
                                    


Estaba nervioso. Ir al templo de Zen Oh Sama siempre lo ponía nervioso, mas debía mantener la cabeza fría y no mostrarse frágil antes los Reyes De Todo ni el Gran Sacerdote. Respiró profundo y pronunció esas palabras: kai-kai. Apenas llegó allí, las puertas se abrieron y la pequeña, pero imponente figura del padre de los ángeles apareció ante él con una expresión tranquila y su eterna sonrisa. Daishinkan lo saludo cortésmente, pero en un tono menos agradable le preguntó a qué se debía su presencia allí.

— Quisiera hablar con los Reyes de Todo— respondió Shin de forma tranquila— El asunto por el que me atrevo a venir aquí se lo diré únicamente a ellos.

Daishinkan levantó una ceja. Aquel tímido Supremo Kaiosama, jamás había hablado con tanta entereza ante su presencia. Por lo general su voz era trémula y su cuerpo mostraba un ligero temblor. En ese momento, en cambio, se veía bastante compuesto. Lo dejó pasar sin hacer demasiados cuestionamientos y por largos minutos, Shin caminó a tres pasos de distancia de él, en el más absoluto silencio. Avanzaban sin prisa hacia donde se encontraban los Zen Oh Sama. En ocasiones el Gran Sacerdote lo miraba por encima de su hombro y el Supremo Kaiosama le respondía con una leve sonrisa. Caminaba con seguridad y con la mirada al frente. El Gran Sacerdote, no podía negarse que la visita de aquel Shin-jin le causaba una enorme curiosidad y que estaba algo ansioso por descubrir que había ido a discutir con los Reyes de Todo. Por su parte Shin mantenía la mente enfocada en una sola cosa y nada podía distraerlo de ella. Mucho era lo que para él estaba en juego. Mucho más de lo que cualquiera pudiera entender.

Cuando estuvo ante los Reyes de Todo, con una rodilla en el piso y explicando el asunto, tuvo mucho cuidado de no aburrirlos, de hacer ver todo divertido para esos dioses niños que al principio le hicieron sentir que los había ido a molestar. Pero con una buena y ensayada cascada verbal consiguió su objetivo.

— Suena muy divertido si— dijo uno al fin.

— Sí, muy divertido— dijo el otro— ¡Hagámoslo hagámoslo! Daishinkan puedes encargarte de todo ¿no?

— Desde luego que si Zen Oh Sama...

— Espere por favor— le pidió Shin sin abandonar su postura—  La plataforma y todas las demás instalaciones están listas. Solo hace falta que usted las apruebe. Claro que si no son de su parecer, no voy a oponerme a que sean modificadas.

— ¿Qué dicen Zen Oh Sama?— les preguntó el Gran Sacerdote.

— Sí así el juego comienza más rápido entonces está bien— dijo uno.

— Yo quiero que comience pronto— exclamó el otro.

— Muy bien. Iré a ahora mismo a ver el lugar. Supremo kaiosama acompáñame por favor.

Shin se puso de pie para sujetar al Gran Sacerdote, de manera respetuosa, y teletransportarse al sitio. Le tomó semanas construirlo, pero desde su punto de vista era perfecto. Daishinkan paseó por el lugar su mirada amatista. La plataforma era amplia, en forma de un perfecto círculo en medio de una especie de coliseo de arquitectura bastante elaborada. Las gradas estaban hechas para dar comodidad a los espectadores. Entre estas había hileras de vegetación verde y fresca y en el palco reservado para los Zen Oh Sama, había bellas flores y una fuente de agua murmurante. Doce estandartes flameaban en lo alto, uno por cada universo y con sus correspondientes símbolos. Otros doce colgaban de los muros que separaban la arena de las gradas. Cuatro grandes pantallas ubicadas, en los puntos cardinales, permitirian al público no perderse de ningún detalle de las contiendas y por supuesto también los palcos reservados para los dioses no estaban desprovistos de los cuidados detalles del resto del lugar. Era un sitio espléndido.

— Veo que se tomó su tiempo para construir este lugar. Todas las necesidades han sido cubiertas y no escatimó en detalles— comentó el Gran Sacerdote.

— Todo ha sido cuidadosamente planeado, Gran Sacerdote— le respondió Shin inclinando la cabeza ligeramente.

— Asi veo...mis felicitaciones. Tiene mi aprobación— le dijo con su habitual elegancia —Llamaré inmediatamente a los dioses al palacio para informarles del evento.

En cinco minutos más tarde y de vuelta con Zen Oh Sama, Daishinkan reunió a los dioses. Ninguno sabía cuál era el motivo de esa súbita asamblea. Al aparecer el Gran Sacerdote en compañía de Shin, algunos murmullos rompieron el silencio, pero bastó un ademán de Daishinkan para hacer de nuevo silencio.

Shin estaba tras el Gran Sacerdote con una rodilla en el piso, pero con la cabeza un poco más levantada. Quería verlos a todos. Esa postura medio arrogante se ganó una preocupada mirada de parte de Bills. Shin lo notó y le dió una sonrisa astuta, burlona que desencajo al dios.

— El Supremo Kaiosama del universo siete a tenido una idea que a llenado de júbilo a la los Zen Oh Sama— decia Daishinkan— Dentro de un día celebramos el primer torneo de kaio-shin de la historia...

Un gran revuelo se formo tras aquellas palabras. Muchos de los Supremos Kaiosama lucieron preocupados y muy confundidos, pero hubo unos que no mostraron ningún nerviosismo, sino una leve emoción. Los dioses de la destrucción parecieron un tanto más consternados, pues una pelea entre sus contrapartes podía ser riesgoso para ellos.

— Sera un torneo de eliminación simple en dos bloques— continuó Daishinkan— Desde luego una de las reglas evita matar a su oponente— señaló para alivio de los hakai-Shin— Y el triunfador obtendrá un premio muy especial.

— ¿Qué premio será ese, Gran Sacerdote?— preguntó Anat que fue uno de los que menos preocupado se mostró.

—El ganador podrá cambiar de dios de la destrucción— le contestó el Gran Sacerdote— Por cualquiera de los otros once que él elija o bien puede pedir le asignen al universo que él prefiera.

Las exclamaciones de asombro, desconcierto, incertidumbre y temor no se hicieron esperar. Fue como el murmullo de una ola.

—Supremo Kaiosama del universo siete, ya que usted es el gestor de este evento ¿tiene algún nombre para él?— le consulto Daishinkan viéndole por encima de su hombro, pues él estaba a su espalda.

Shin se puso de pie bajo las miradas más hostiles que hubiera podido recibir en su vida, mas no se inmutó y parándose enhiesto, solemne y sin bajar su oscura mirada dijo en voz clara y firme:

—El torneo de los kaio-shin lleva por nombre SUPREMACÍA...

SupremacíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora