Siete

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Un año antes de supremacía
Reunión de los supremos kaiosamas.
Templo de Anat.

Sino es por el señor Gowasu, Shin nunca se hubiera enterado de esa reunión. Ocultó su existencia para que no advirtieran que llegó al final, aunque era bastante difícil que no notarán aquello. Se acercó con cuidado a la puerta y antes de abrir escuchó un comentario que le hizo quedarse quieto.

— El Supremo Kaiosama del universo siete es solo un inepto afortunado— dijo alguien. Shin no  identificó al dueño de la voz.

— Su universo es el más patético de todos ¿Cómo es posible que tenga guerreros tan fuerte? Estoy seguro que empleo alguna sustancia divina— dijo Rou.

Shin pudo verlo hablar al asomándose por el espacio entre las puertas.

— Siempre me opuse a que alguien de sus características asumiera ese puesto reservados solo para los más calificados shin-jin— señalo Kuro— Pero bueno...todos sabemos que su caso es excepcional.

— Haber sufrido una derrota ante ese universo ha sido bastante humillante— señalo Kai— Su calificación es tan mala que apenas han podido subir un puesto.

— En mi opinión deberían olvidar ese asunto y concentrarse en lo que nos convoca— intervino Anat.

— Para ti es fácil decirlo. Tu universo está en muy buena posición— le indico Ea.

— Eso no es casualidad— exclamó Anat cerrando los ojos— No quiero ofender, pero aquí hay siete universos destinados a la aniquilación que si están vivos es por la caridad de un universo aún más inferior— les señaló Anat.

—No tienes porque ser tan despreciable, Anat— protestó  Iru— Pero concuerdo en que es una pérdida de tiempo hablar del Supremo Kaiosama del universo siete. No estamos aquí para eso.

— Apoyo eso— exclamó Gowasu— Me resulta muy desagradable expresarse de esta manera tan despectiva de alguien que no está presente.

— Solo dices eso porque él y su hakaishin te ayudaron con los problemas que causó el lunático de tu aprendiz— expresó Rou— Se que estás viejo y cansado, pero procura escoger mejor la próxima vez. Sí yo hubiera estado en el lugar de Shin habría ido directamente a hablar con Zen Oh Sama.

Gowasu guardo silencio y solo le dió una mirada fría al Supremo Kaiosama del universo nueve, que tenía una sonrisa bastante burlona.

—¿Alguien sabe porque el Supremo del universo siete no está presente?— preguntó Ugg.

— No consideré que fuera necesaria su presencia— respondió Anat con mucha naturalidad.

— Es mejor dejarlo fuera de esto. Es un bueno para nada— dijo alguien, Shin no pudo saber quién lo hizo.

— De no ser por eso guerreros hubiera sido el primer universo en desaparecer.

Los comentarios siguieron hasta que Anat llamó al orden otra vez y comenzaron nuevamente con el asunto a tratar. Cada palabra, cada comentario era como una aguja al rojo vivo que le iban poniendo en el corazón. Shin se apartó de la puerta y volvió a su planeta completamente devastado.

El presente

La luz de la mañana le llegó justo a los ojos y lo despertó de ese sueño que era más un recuerdo y uno de los motivos por los que organizo ese torneo. Shin fue al baño, pero olvidó a su invitado y se encontró con él, allí cepillando sus dientes frente al espejo sobre el lavado. El dios lo miró de reojo, Shin lo ignoró y se lavó el rostro con abundante agua para luego secarlo con la toalla. Todo bajo la atenta mirada de Bills que desde hace unos días había notado algo distinto en él. El cuerpo del Supremo Kaiosama estaba bien escondido bajo todas esas prendas que llevaba encima, pero aún así era visible para el ojo experimentado del dios. Ese joven shin-jin había realizado algún tipo de entrenamiento. Incluso parecía unos centímetros más altos. Bills no hizo comentarios, continuo con lo suyo tratando de ignorar el asunto.

— Voy a salir— le dijo Shin repentinamente Shin— ¿Vendrá conmigo?

— Me convertiste en tu escolta personal ¿No? ¿A dónde irás?— pregunto el díos.

— A un lugar que usted frecuenta— respondió Shin de forma un poco enigmática.

Una hora después estaban en la Tierra. Específicamente en la casa de Bulma. Allí el Supremo Kaiosama se dirigió a la mujer, mientras el dios y su ángel se quedaban atrás para disfrutar unos bocadillos.

— Me la llevaré sino le importa— le dijo el Supremo Kaiosama.

La mujer que estaba enterada de todo, no veia con buenos ojos que el Supremo Kaiosama ganará el torneo. No se le podía culpar por ello, despues de todo la Tierra podría ser borrada por el nuevo díos. Se negó a darle lo que él le pedía de forma educada.

— Lo pondré de este modo, señora Bulma— le habló Shin de forma paciente, pero dura— Me da lo que usted y yo acordamos o le digo al señor Bills en lo que ha estado trabajando secretamente todos estos mese.

— No sé de que habla Supremo Kaiosama— le dijo Bulma algo nerviosa.

— Soy un dios señora Bulma y puedo verlo todo. Veo, por ejemplo, cuando invocan a Shen Long y piden como deseo restaurar un libro traído del futuro con el que se puede construir una máquina del tiempo— le dijo Shin— Usted y yo teníamos un trato. Cumpla su parte o le hablare al señor Bills al respecto. Puedo hacerlo ahora mismo. Él está ahí— agregó señalando la mesa donde Bills comía.

Bulma no tuvo opción alguna. Le dió lo que el Supremo Kaiosama le había solicitado en secreto y sin avisar al hakaishin. Shin se teletransporto al templo de kamisama. Allí solicitó entrar a la habitación del tiempo y una vez en ese lugar abrió la cápsula que le dió Bulma. Una pequeña habitación de gravedad era lo que tenía ahora a su disposición y naturalmente la pidió con un propósito muy específico.

—Le digo que el Supremo Kaiosama está en la habitación del tiempo, señor Bills— le decía Dende al dios que exigía saber donde estaba su contraparte y había llegado ahi casi por intuición, después de verlo desaparecer ante sus ojos en la Corporación Cápsula

—Sera mejor no interrumpirlo— le habló el ángel al dios— Dudo mucho que corra peligro ahí adentro.

— Ese mocoso engreído se está pasando de la raya— gruñó Bills y dejó a Dende.

Al día siguiente la tercera pelea del torneo y la última del Bloque A estaba por comenzar. Los dioses expectantes en sus palcos y los espectadores ansiosos porque  la pelea comenzará. Los contrincantes subían a la plataforma, uno por cada lado de la arena y de frente. Iru sonreí. Kuro se veía sereno con las manos en la espalda y la vista fija en su adversario, pero sin ningúna intención aparente. Las palabras de Daishinkan, el sonido del gong y ambos tomaron posturas de ataque para esperar lanzarse el uno sobre el otro al menor descuido del otro.

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