Nueve

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—Perdiste a propósito ¿Por qué?-— pregunto Liquir a Iru una vez devuelta en su universo y estando en el mundo del Supremo Kaiosama— ¿No te das cuenta que nuestra universo y yo podríamos terminar bastante mal? Ese Supremo Kaiosama no me desagrada, podria hacer que trabaje más y mejor, sin embargo, su universo está en un nivel demasiado bajo y me tomaría demasiado tiempo componerlo. Sin mencionar que Bills vendría a beneficiarse del nivel de este universo gratuitamente.

—Lo lamento mucho señor Liquir— se disculpó Iru sinceramente— Pero no pude evitar hacerlo.

—Lamentalo por ti que podrías terminar con Bills en este universo— le señaló el dios.

—Esta usted muy seguro de que el Supremo Kaiosama del universo siete lo escogerá, señor Liquir— comentó el supremo kaiosama con un tono algo burlón.

—Soy la mejor opción— se jacto el díos y se retiró.

Iru se sonrió y lo siguió en silencio.

Kai estaba en su templo. Parecía muy tranquilo o eso le pareció a Vermoud cuando llegó a verlo. Lo saludo y el Supremo Kaiosama respondió girandose para mirarlo.

—¿No deberías estar preparandote para el combate de mañana?— preguntó el díos poniendo las manos en sus caderas de manera relajada.

—No quiero ofenderlo, pero dudo que el Supremo Kaiosama del universo siete se interese en usted o este universo— respondío Kai— Desde esa perspectiva no hay presión o de que preocuparse.

Vermoud cerro los ojos sintiendo medio ofendido, pero admitió él tenía razón.

—De todas formas deberías estar preocupado por dar una buena impresión y desempeño.

Kai no respondío. Miraba por la ventana con las manos en la espalda y una fachada tranquila, aunque algo melancólica.

—¿Puedo hacerle una pregunta, señor Vermoud? ¿Cree que soy un buen Supremo Kaiosama?

El dios lo miró algo confundido con esa pregunta. Kai esperaba la respuesta mirándolo anehelante. Vermoud y él tenían una buena relación. Convivian, colaboraban como se debía, mas para el dios ese Supremo Kaiosama no era diferente a los anteriores. Ser díos o ser un kaio-shin era un esfuerzo en solitario, muchas veces incomprendido por los mortales y hasta para ellos mismos, pues siempre debían mantener la distancia para no influir en los juicios y acciones del otro ¿Qué opinaba de kai? Que no era ni mejor ni peor que los que estuvieron antes que él, pero que le gustaba su carácter fuerte y noble, generoso también.

—Eres un buen Supremo Kaiosama—le respondió al fin y con un tono honesto.

—Gracias— dijo Kai y volvió sus ojos a la ventana— Es bueno saberlo.

En el universo cuatro Quitela felicitaba a Kuro por su victoria, mas la forma en que lo estaba haciendo le disgustaba enormemente al tranquilo Supremo Kaiosama que intentaba disfrutar de una taza de té.

—...Ese Supremo Kaiosama del universo ocho era un hueso duro de roer. Dime ¿Cómo lograste convencerlo para que saltara de la plataforma? ¿Cómo lo hiciste?— le preguntaba Quitela.

— Creí que se lo había dicho....él lo hizo porque así lo decidió. Nada tuve que ver con eso— respondío Kuro al borde del fastidio.

—Bueno, da igual. Tú asegúrate de seguir ganando nada más. Humillar a ese Supremo Kaiosama será como humillar a Bills en cierta forma— le dijo el dios y luego le dio un pequeño paquete— Ten esto...te sera útil.

Quitela se retiró y Kuro quedó ahí sentado con aquel bulto entre las manos. Después de un rato lo arrojó con repugnancia muy lejos de él .

—Coy a ganar este torneo, pero sin trampas...¡Yo no soy como usted, señor Quitela!

El templo del Supremo Kaiosama del universo siete, este estaba en una sala vacía iluminada solo por unas esferas de luz amarillenta que daban poca visibilidad. Shin estaba de rodillas en el suelo levantando unas fichas. Tenía hileras y filas de esas piezas, que se asemejaban a las de dominó, cubriendo toda la superficie de la sala. Alguien toco a la puerta y le dijo que podía pasar. Se trataba de Whis que miro todo aquello con curiosidad.

—¿Necesita algo, el señor Bills lo envío?— pregunto mientras seguía levantando estas fichas una tras otra.

—El señor Bills quiere volver a su templo y desea usted lo acompañe. Por su seguridad— le dijo el ángel—¿Qué está haciendo?

—Nada realmente. Es solo un pasatiempo. Lo hago cuando necesito pensar— respondió Shin con un buen ánimo.

—¿Y en qué está pensando ahora?— consultó el ángel ocultando su curiosidad.

—En que Kuro debe querer ganar tanto o más que yo— contestó— Y en que Kai debe estar bastante inseguro respecto a si debe o no ganar y porqué, mientras que Ogma debe estar bastante nervioso. A él no le  gustan los conflictos— añadió el Supremo Kaiosama.

—¿Puedo saber porque organizó este torneo? El Gran Sacerdote me dijo que usted fue hasta el templo de Zen Oh Sama y...

—Señor Whis— exclamo Shin—¿Alguna vez se a cuestionado su labor como maestro, guía y asistente?

El ángel lo miro con gravedad. La verdad él jamás se había puesto a pensar en sí hacia las cosas bien o mal. Los ángeles no competían entre ellos. Estaban a otro nivel. No eran medidos, no eran calificados de ninguna forma por lo que no tenían la presión de dar lo mejor de ellos,
entre otras cosas.

—No— le respondió Whis natural y honesto.

—No sabe lo afortunado que es al dar lo mejor de usted siempre y no tener que demostrarle a otros que lo hace— le dijo Shin mientras terminaba de poner las últimas fichas— Los demás dioses estamos siempre compitiendo de una forma implícita. Eso hace que no tengamos compañeros solo rivales y hasta adversarios ¿no le parece algo triste?

Shin empujó con el pie la última ficha y esta derribo la siguiente y así se produjo ese efecto dominó que fue revelando la figura en el piso. El Supremo Kaiosama no se quedó a ver el resultado, pero el ángel si y allí estaba la respuesta a la pregunta que no logro artícular.

La batalla estaba por comenzar. Kai estaba sobre la plataforma, pero Ogma no aparecía, aunque su dios de la destrucción estaba en el palco y bastante preocupado por la ausencia de su Supremo Kaiosama. La audiencia se veía algo ansiosa. Shin tan tranquilo como lo había estado hasta entonces.

SupremacíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora