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4 de Marzo de 2016, base del renovado SHIELD, 8:00 a.m.

Las alarmas del radar de SHIELD se habían activado hacía apenas dos horas por una extraña actividad en una de sus bases más antiguas, a las afueras de la ciudad de Nueva York.

María Hill y Philip Coulson conducían hacia allá en una furgoneta junto a otros dos agentes. Aparcaron a las afueras de la base y entraron caminando despacio y apuntando con sus armas en todas y cada una de las direcciones.

—Puedo encender las luces — informó una de las agentes — ¿qué hago?

—Mejor mantengamos el efecto sorpresa — ordenó Coulson — quien quiera que se halla colado en esta instalación tiene el suficiente conocimiento como para tener el mismo nivel de entrenamiento. Lo mejor será que seamos nosotros los que les pillemos por sorpresa y no ellos a nosotros.

Siguieron caminando a oscuras utilizando gafas de visión nocturna. Sin embargo las luces se encendieron de golpe, haciéndoles mirar en todas direcciones.

—¡Connor! — exclamó Hill — ¡te habíamos dicho que no encendieses ninguna luz!

—No he sido yo — respondió el agente — sin embargo puedo rastrear desde donde han sido encendidas. Solo dadme unos minutos... — esperaron con paciencia durante dos largos minutos — los he localizado, están en la sala de entrenamientos, son seis.

Los otros dos agentes se volvieron hacia Hill y Coulson esperando las órdenes de uno de los dos.

—Iremos a por ellos en dos grupos — ordenó Hill — Stewart, vendrás conmigo por la entrada norte, Jones, tú irás con el agente Coulson por la entrada sur. Nos coordinaremos para entrar al mismo tiempo y sorprenderlos por ambos lados al mismo tiempo.

Aceptaron sus ordenes sin rechistar ni preguntar nada. Se dividieron y se dirigieron cada uno a la entrada que le correspondía. Una vez que se situaron en ella se detuvieron y coordinaron.

—A mi señal — dijo Coulson — en tres... Dos... Uno... Ahora.

Abrieron ambas puertas con una coordinación perfecta, de una patada, y entraron con velocidad y las armas levantadas apuntando directamente a quien fuera que fuese que estaba dentro de esa sala de entrenamiento.

Se detuvieron en seco al ver quiénes eran los invasores. Siete adolescentes, tres chicos y cuatro chicas.

La chica más mayor era morena y de ojos marrón oscuro, tenía una sonrisa fugaz e involuntaria en los labios, lo que parecía ser el reflejo de una amplia sonrisa en años anteriores, jugueteaba con con un brazalete electrónico muy avanzado sin prestar real atención a los demás.

El siguiente chico aparentemente más mayor era castaño y de ojos color café, no era especialmente alto, ni especialmente fuerte, pero estaba claro que estaba en buena forma física, una cicatriz, seguramente echa por un cuchillo, pasaba por el lateral de su cara, como recuerdo de una pelea que estuvo a punto de costarle el ojo derecho.

Al chico y a la chica siguientes era totalmente imposible no describirlos a la vez, pues tenían prácticamente los mismos rasgos. Los dos tenían el mismo tono de rojo fuego en el pelo, la chica lo llevaba bastante bien peinado mientras que el chico lo tenía revuelto y rizado, ambos tenían los ojos bastante parecidos, mezclas entre el verde y el azul, él los tenía más azules mientras que ella los tenía más verdes.

La única chica rubia de la habitación era la más alta, con el pelo largo y ondulado y muy rubio, los ojos de un tono azul eléctrico que hacían que cualquiera que la mirase a los ojos pensase directamente en los rayos de una tormenta.

La última chica tendría la misma edad que la rubia, era castaña y con los ojos marrones claros, casi ámbar, se mantenía en una postura de alerta por lo que fue la primera en colocarse a la defensiva.

Finalmente, el último chico, el más pequeño que rondaría los dieciséis, era bastante parecido a la chica castaña, tenía el pelo del mismo tono y los rasgos faciales parecidos, la misma nariz y forma de la barbilla, sin embargo sus ojos eran totalmente distintos, pues eran de un azul cielo muy claro, casi gris.

—¿Quiénes sois vosotros? — preguntó Coulson con voz autoritaria.

—Podéis estar tranquilos, agentes — dijo el castaño más mayor caminando hacia Hill con una media sonrisa, que fue borrada cuando Stewart le apuntó directamente con su pistola, levantó las manos con cuidado — hemos venido en son de paz.

—¿Y por eso os habéis colado en una antigua base del gobierno?

—Bueno, es la primera vez en mi vida que me cuelo en una antigua base de cualquier cosa en son de paz. Así que podéis estar completamente tranquilos.

—No es momento para bromas, Nate — dijo el pelirrojo.

—Yo creo que siempre es momento para bromas — se quejó la morena levantando la mirada.

—Morgan... — se quejó esa vez la chica castaña.

La morena, Morgan, sonrió burlona antes de volver a poner una cara más neutral. Por alguna razón esa chica a Coulson le recordó en cierto modo a Tony Stark, aunque no sabía por qué.

—¿Quienes sois? — repitió la pregunta esa vez Hill.

—No creo que estéis mentalmente preparados para escuchar la respuesta a esa pregunta — respondió la pelirroja apoyando su espalda en la pared.

—Probadnos.

Los siete chicos cruzaron una mirada rápida entre todos antes de que el llamado Nate se encogiese de hombros.

—Será divertido.

—Gracias por iluminarnos con tu increíble criterio — añadió la rubia.

—Pues yo creo que Nate tiene razón — dijo el más pequeño — podemos simplemente presentarnos y explicarles un poco.

—Les dará un paro cardíaco — apuntó la pelirroja.

El otro pelirrojo le miró exasperado y negó con la cabeza mientras ella sonreía de medio lado. A Hill esa chica le recordaba a alguien, pero no sabía a quien.

—James, eres el único con tres dedos de frente — dijo la castaña — ¿por qué no nos iluminas como ha echo Nate?

James, el pelirrojo, se cruzó de brazos manteniendo su cara sin ninguna expresión hasta que respondió.

—Les diremos nuestros nombres y lo más general. Para algo hemos venido hasta aquí, ¿no? No habría servido de nada arrepentirnos ahora. Pero lo mejor será que Nick Furia esté aquí para no repetirnos.

—Puedo llamarle si queréis — informó Connor a través de su comunicador, pues se había quedado vigilando desde la furgoneta.

—Hazlo — ordenó Coulson mirando a Hill que asintió.

—Bien, todos amigos — comentó Morgan — ¿no tendréis una nevera por aquí? Porque estoy segura de que Torum tiene tanta o más hambre que yo en este momento.

—Lo cierto es que si — contestó la rubia, Torum.

Los cuatro agentes de SHIELD se quedaron mirando incómodos como los chicos comenzaban a dejar de prestarles atención, como si no fuesen nada realmente interesante.

—¿De donde habéis salido? — preguntó Coulson.

—¿Es necesario explicarle cómo se hacen los niños, agente Coulson? — preguntó de vuelta Morgan alzando una ceja.

—Por supuesto que no — se quejó él — y la pregunta no iba en ese sentido.

Se mantuvieron unos minutos en silencio. Torum comenzó a patear un sacó de boxeo que era sujetado por los dos castaños menores mientras que James, Nate y la pelirroja comenzaban a hablar en voz baja desinteresadamente, aunque, claro, no dejaban que ningún agente escuchase su conversación.

Quince minutos después apareció Nick Furia, caminando confiado y con un nuevo parche negro en el ojo.

—Ahora, van a explicarme porque me habéis echo perder el tiempo.

—Oh, si — dijo la pelirroja — esto acaba de empezar.

What if...? || Marvel || Hijos de Los Vengadores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora