19.

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7 de Mayo de 2041, algún punto de Alaska, 11:30 a.m.
La conciencia volvió a ella de golpe, acompañada de un agudo pitido en los oídos que no le dejaba pensar. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Trató de recordar, de hacer memoria. Lo último que recordaba era estar disparando al ejército de Ultrón, ordenar la retirada, volver a por Nate, el misil. Un momento, ¿dónde estaba Nate?

La ansiedad le recorrió y abrió los ojos de golpe. Al principio veía todo borroso y era incapaz de enfocarse en nada. El cielo estaba sobre ella, lo veía a través del cristal del casco.

El casco. Le aplastaba la cabeza y le daba la sensación de que estaba asfixiando. Se llevó ambas manos a la parte trasera del casco e intentó sacárselo. Tras varios intentos lo logró.

En cuanto logró sacárselo el pitido cesó siendo sustituido por un inquietante silencio, únicamente roto por el helado viento, que heló cada poro de su cara. Se dejó caer hacia atrás y la nieve le mojó el pelo. 

Trato de moverse pero un dolor punzante le recorrió desde su rodilla derecha, por la espalda hasta detrás de los ojos. Los cerró por un instante antes de levantar la cabeza y mirar su pierna derecha. Estaba atrapada bajo escombros.

Golpeó la roca con el otro pie y gimió de dolor cuando este volvió a golpearla.

Hizo fuerza con la pierna izquierda para intentar sacar la otra y finalmente lo logró. Se dio la vuelta y vomitó todo lo que había en su estómago, aparentemente nada.

Se giró hacia el otro lado y allí estaba. Tumbado de lado sobre la nieve, con el traje negro destacando sobre esta, totalmente inmóvil y de espaldas a ella, estaba Nate.

—¡Nate!

Cuando hizo por arrastrarse hacia él, el dolor volvió. Supo al instante que era, se había roto la rodilla, sabía perfectamente reconocer el dolor de un hueso roto.

Se aguantó las ganas de vomitar de nuevo y se arrastró patéticamente hasta Nate. Le dio la vuelta con una sola mano y descubrió que el cristal del casco que les cubría toda la cara se había roto con el imparto, produciéndole montones de cortes.

Supo al instante cuales eran los más graves, tenía sangre en los ojos por lo que algunos de ellos se habrían incrustado en estos.

Sacudió al arquero.

—¡Nate! ¡Despierta! ¡Arriba, Barton!

Le sacó el casco con cuidado y trató de encontrarle el pulso. Después de unos segundos en los que pensó que le daría un infarto le encontró el pulso, era débil, pero tenía.

—No se te ocurra dejarme, Nate. ¡Vamos!

Se despertó. Abrió los ojos de golpe y Katia se asustó al ver sangre en ellos y no poder saber cómo de grave era. Nate parecía terriblemente asustado porque movió la cabeza hacia todos lados y empezó a sacudirse.

—¡Eh, eh, eh! ¡Tranquilo! Tranquilo, Nate, estás conmigo.

Katia le puso una mano en la cara y le sujetó el brazo.

—Estoy aquí.

—¡No!

Nate se sacudió y la pelirroja le sujetó con fuerza.

—¡Para! ¡Estás a salvo!

—¡No veo! — exclamó el castaño con angustia.

Ella lo entendió.

—Tienes cristales — le contó — no puedo sacártelos.

Se palpó los bolsillos buscando las vendas que siempre tenían cada uno guardadas en sus trajes.

What if...? || Marvel || Hijos de Los Vengadores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora