9. Bella durmiente

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Me encontraba en el parque, sentada en uno de los bancos

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Me encontraba en el parque, sentada en uno de los bancos. Miré a mi izquierda, Robin permanecía dormida sobre mi hombro. Era una imagen digna de ver y de enmarcar en un cuadro, su respiración era calmada y pequeñas sonrisas se formaban en sus labios.

Sinceramente, todo parecía una especie de ilusión, era increíble cómo puedes llegar a sentir algo incluso por la persona menos esperada, y en el momento menos esperado.

Aún no me podía creer que nos hubiéramos besado, me había besado con Robin, con una chica. Seguramente años atrás me hubiera impactado, pero ahora estaba feliz, me sentía eufórica, como si nadie me pudiera parar.

Vi que Robin se removía un poco, después del beso nos habíamos quedado juntas observando el cielo, ella estaba cansada y había pasado por mucho en pocos minutos, así que se durmió en mi hombro como si yo fuera la mejor almohada del mundo.

—¿Nancy?— preguntó ella en un susurro abriendo los ojos, dejando ver sus preciosos orbes azules.

—Veo que has despertado bella durmiente— reí yo.

Ella se sobresaltó apartándose de mí y miró a su alrededor. Al darse cuenta de la situación sonrió. Supongo que ella estaba igual de desconcertada que yo.

—He estado pensando sobre lo nuestro, había pensado que hablar con Steve sería una buena manera de empezar.

Robin me miró analizando mis palabras, y pensativa, desvió la mirada hacia otro lugar. Segundos más tarde asintió.

—Gracias por todo, Nancy— ella me sonrió.

En ese momento vi que había muchas cosas que me hacían sonreír, las palomitas dulces, las películas románticas y los chistes malos. Pero sin duda alguna ninguna me hacía sonreír tan rápido cómo lo hacía la sonrisa de Robin Buckley.

Ambas nos levantamos del banco de madera y nos dirigimos a la tienda de películas, por el camino nos mantuvimos calladas. Ambas necesitábamos pensar en esos momentos. Robin parecía agobiada, sabía que Steve y ella se llevaban realmente bien.

La campana de la entrada anunció nuestra llegada, para nuestra suerte en ese momento no se encontraba nadie en la tienda, solo Steve, el cual se encontraba comiendo un plátano. Al vernos llegar dejó de hacerlo y nos miró fijamente.

—Steve, queríamos hablar contigo.

Robin fue la primera en hablar, así que decidí que ella tomara las riendas de la conversación. Él se acercó a nosotras, por su rostro parecía preocupado y angustiado.

—Robin siento lo de...

—Déjame hablar a mí antes, por favor— dijo Robin interrumpiéndolo.

Steve asintió.

—Siento haberte mentido y ocultado todo lo de Nancy, pero tenía miedo. Por eso quiero que sepas que seré totalmente sincera contigo, y que si...— ella me miró, como si estuviera buscando mi apoyo a lo que fuera a decir en ese momento—...si te hace daño que Nancy y yo tengamos algún tipo de relación, dejaré de estar con ella, no quiero que ninguno de los dos sufráis por mi culpa.

Sus palabras nos sorprendieron a ambos, en un momento mi corazón se paralizó por segundos, no podía imaginarme una vida sin Robin. Pero, por otra parte, era su decisión, y yo tenía que apoyarla.

—Robin— Steve cogió sus manos—Siento lo que te dije antes, nunca lo he pensado, solo estaba celoso. Estoy feliz por Nancy y por ti, realmente feliz.

Una gran sonrisa se dibujó en sus labios y su tono de sinceridad fue increíble. Steve era una persona maravillosa. Ante sus palabras miré a Robin, la cual abrazó a Steve con todas sus fuerzas.

—¿Nancy, quieres unas velas?— bromeó Steve mirándome.

—¿Me acabas de llamar sujeta velas?

Los tres reímos ante la situación y todas las preocupaciones y el mal ambiente desaparecieron. Era increíble lo que Steve había cambiado, supongo que todos lo habíamos hecho de una manera u otra.

—¿Entonces estáis saliendo?

Ambas nos miramos ante su pregunta, la verdad es que no habíamos hablado sobre el tema, ni siquiera nos habíamos percatado de nuestra extraña relación hasta hacía unos pocos días.

—Supongo que deberíais hablarlo— Steve retomó la palabra—Luego hablamos— se dirigió hasta el mostrador dejándonos solas.

Robin iba a decir algo, pero retiró su palabra, yo cogí su mano entrelazando sus dedos con los míos, demostrándole mi apoyo y agradecimiento.

—¿Te parece bien si lo hablamos?— pregunté.

—Vamos a la sala de atrás.

Nunca había entrado allí. Al hacerlo vi que no era gran cosa. Era una pequeña salita con varios artilugios, una mesa y algunas sillas, un lugar tranquilo. Ambas no sentamos, una delante de la otra. Robin habló primero.

—No se me dan nada bien estas cosas— ella rió, estaba nerviosa, ambas lo estábamos—Desde que empezamos a quedar, y pasé de ni verte nunca a verte cada día no pude sacarte de mi cabeza...Puede parecer muy cursi, pero es la verdad. Nunca me había sentido tan a gusto con alguien y lo que es más importante, me estás ayudando a ser mejor persona, y a quererme.

Sus palabras hicieron que una sonrisa se posara en mis labios, estaba realmente feliz. En ese momento hubiera saltado de la silla y la hubiera besado, pero antes quería hablar yo también.

—Nunca pensé que esto ocurriría, siempre me imaginé casada con un príncipe azul y tendiendo seis hijos...— ella me interrumpió.

—¿Seis hijos?

Si una cosa nos costaba era mantener la seriedad, y eso era fantástico porque todos los nervios de nuestro alrededor se disipaban.

—Luego hablamos sobre eso— reí decidida a proseguir—Conocí a Steve, luego a Jonathan, pero ninguno lo fue... Sabía desde el principio que ninguno lo sería, pero quería seguir viviendo mi cuento de princesas. Ahora estas semanas te he conocido a ti y como podrás ver no eres un príncipe azul.

—Creo que no...— rió un poco—Aunque podría ser una princesa azul.

—Exacto, desde que te conocí me hiciste ver la vida de una forma distinta. Te conocí y lo primero que pensé fue "Joder, que suerte tiene Steve en tener una amiga cómo ella". Finalmente, me di cuenta de que me gustabas, hasta llegué a soñar contigo. Eres maravillosa, Robin.

Noté como sus ojos se humedecían. Ambas estábamos sonriendo, ojalá poder revivir ese momento una y otra vez.

—¿Qué tipo de sueño era?

Mis mejillas se tintaron de rojo y desvié la mirada. Ella sonrió.

—Tú también me gustas, Nancy.

Nuestros labios se volvieron a juntar, me sentía como en el mar, como si estuviera flotando, y todo el mar fueran sus ojos azulados y el tacto del agua salada contra mi piel fueran sus labios rosados.

Nuestros labios se volvieron a juntar, me sentía como en el mar, como si estuviera flotando, y todo el mar fueran sus ojos azulados y el tacto del agua salada contra mi piel fueran sus labios rosados

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Eclipse azulado | RonanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora