4. Vainilla y cereza

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No tardamos en llegar a la heladería, había ido unas cuantas veces con Steve

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No tardamos en llegar a la heladería, había ido unas cuantas veces con Steve. Era pequeña y con un ambiente muy rústico, pero en mi opinión tenía los mejores helados de todo el pueblo.

Miré en dirección a Nancy, la cual se encontraba un poco roja por haber corrido tanto. Había sido un gesto muy impulsivo por mi parte, pero había sido divertido. Bajé mi vista hacia nuestras manos y la solté al instante al percatarme de que aún estaban cogidas.

Iba a decir algo respecto al tema, a lo mejor la había molestado.

—¿Cuál es tu helado favorito, Robin?—ella habló primero.

No me lo tuve que pensar mucho, sin duda era la vainilla. La primera vez que hablé con Nancy fue en lo primero que me fijé, que olía a vainilla.

—Vainilla, sin duda— la miré unos segundos que parecieron eternos—¿Tú?

Tenía curiosidad por saber más de ella, aunque fuera algo tan simple como un sabor de helado.

—El mío es la cereza, aunque la vainilla también sería uno de mis favoritos.

—¿Entonces...Dos helados de vainilla y cereza?

Ella me miró pensativa, como si nunca lo hubiera probado, pero acabó asintiendo con una pequeña sonrisa.

Encargamos los helados y cada una pagamos el nuestro.

—Pruébalo.

Ella cogió un poco de helado con la cucharilla y se lo metió en la boca. Por las muecas que hizo pareció que le gustaba. Yo sonreí.

—Está muy bueno.

—Te lo dije.

Ambas nos dirigimos hacia un parque cercano donde algunos chicos jugaban a la pelota. Por lo demás estaba muy tranquilo, nos sentamos en un pequeño banco de color azul para comernos los helados de forma mucho más cómoda.

Vi que ella me estaba mirando, desvíe la mirada. Me había puesto nerviosa.

—Tienes helado en la nariz.

Ella interrumpió mi pequeño ataque de nervios, cosa que agradecí mucho.

—¿Qué?

Intenté juntar mis ojos para ver la mancha, pero no veía absolutamente nada.

—Si haces eso no te quitarás el helado, y además parecerás bizca— rió Nancy.

Ella sacó un pequeño pañuelo de su bolso y se acercó a mí para limpiarme la mancha. Yo sonreí. Ambas nos miramos  a los ojos mientras lo hacía.

En ese momento pensé que tenía unos ojos preciosos.

—Oye, Robin.

—¿Sí?

Eclipse azulado | RonanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora