Tras la ida de Jonathan, Nancy sintió un gran vacío en su interior, el cual sin ella saberlo solo Robin podría rellenar.
[Historia Nancy x Robin. Stranger Things]
[Da lugar después de la tercera temporada]
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Me desperté junto a una maraña de pelo castaño, olor a vainilla. No tardé en recordar lo de la noche anterior. Sonreí inconscientemente. Había sido mi primera vez, y había sido jodidamente genial.
—Buenos días, bella durmiente— Nancy abrió los ojos mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.
—Siento haberte despertado— dije mirando la hora en mi pequeño reloj.
—¿Has de irte a algún sitio?— me preguntó ella haciendo un puchero.
—He de ir a trabajar, desayunaré algo por el camino. Había pensado que podíamos quedar después.
Nancy asintió sin borrar la sonrisa.
—Iré a buscarte.
Era pronto, preferí dejar que siguiera durmiendo. Me vestí sin hacer mucho ruido y fui al cuarto de baño para peinarme un poco.
Tenía un chupetón enorme en el cuello.
No tenía ni idea de que hacer y tampoco tenía mucho tiempo, así que lo primero que se me ocurrió fue coger una bufanda azul del armario. Más que frío hacía calor, pero podía poner cualquier excusa.
Salí de la casa de los Wheeler sin hacer mucho ruido y me dirigí por la calle central, seguro que podía encontrar algo para desayunar y luego ir a trabajar.
—¿Robin?
Una voz detrás de mí hizo que me girase en su dirección.
—Oh, Jessica— sonreí al verla. Sus heridas habían mejorado y ya no tenía los moratones en la cara.
—¿Qué haces por aquí tan pronto? ¿Y por qué llevas una bufanda? Hace calor — me preguntó ella arqueando una ceja.
—He de ir a trabajar— estoy segura de que mis mejillas se tintaron de rojo al oír la segunda pregunta.
Jessica rió.
—Veo que te has reconciliado con Nancy ¿Sabes que así llamas más la atención?
—Es que no sabía que hacer— dije avergonzada.
—A mí me funciona muy bien ponerme una cuchara congelada o simplemente aplicar maquillaje.
—No lo había pensado.
—Siempre llevo algo encima, vamos a quitarte esa bufanda, estás diciendo a gritos que escondes algo— rió ella.
—Gracias— sonreí.
Ella sonrió. Ambas nos dirigimos a una de las calles cercanas donde nadie nos podría ver y me quitó la bufanda.
—Es bastante grande— mis mejillas cada vez estaban más rojas—Tranquila, será fácil— ella me guiñó el ojo.
Llevaba un bolso de color negro, del cual sacó unos polvos de color carne, no me preguntéis el nombre porque no tengo ni idea de maquillaje. Me lo comenzó a aplicar sobre el chupetón, lo hacía con suavidad y perspicacia.