Misterios no normales

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Se llevó la taza de té a su boca y tomó sólo un sorbo del té que Sebastian había preparado. El joven Phantomhive la miró son dejar de tomar el suyo. Sebastian los observaba a ambos con atención.

-¿Acaso no te gusta?- El Niño preguntó dejando su taza encima del pequeño plato de porcelana. El juego de té era sumamente precioso, y muy privilegiado por cualquiera que las viera.

-¿Eh? No.. No es eso- Ella respondió cabizbaja. Ambos (amo y mayordomo) sabían que algo no andaba del todo bien. Sebastian se tomó la molestia de retirarlo, sin embargo..

-No...- Y fue con demasiada fuerza lo que hizo, que el té se derramó en la alfombra del comedor. Ciel miró a su mayordomo y a ésta atentamente tratando de comprender lo que hacía algunos pocos instantes acababa de acontecer. Suspiró.

-Supongo que no habrá de otra que cambiar la alfombra.- Mencionó a su mayordomo; Arwen comenzó a temblar. Sebastian asintió.

-Por su puesto.- Y retiró la taza cubriendo en seguida con un pañuelo blanco la mancha que acababa de causar el té derramado por ambos (él y Arwen). Había sido una fuerza demasiado sorprendente y rápida, eso fue a lo que Arwen se le entrañaba un poco, sin mencionar de su pronta/inesperada reacción ante la situación de Sebastian al recoger su taza.

-No me has respondido aún..- Ciel le dijo. Ésta lo volteó a ver muy apenada. El joven conde sostenía una taza de té en su mano izquierda.- ¿Acaso no te gusta?- Le preguntó nuevamente.

Arwen negó con la cabeza aún cabizbaja.

-No es eso. Es sólo que..... No tengo mucho antojo esta mañana. Usualmente no solía comer así antes de que usted..- Calló.

Ciel, quien mientras ella hablaba tomaba el té, cesó su trago. Sebastian, quien limpiaba la mancha, se detuvo a la par que su joven amo.

El bocchan suspiró.

-Ya veo; aún así, no es bueno que estés sin comer, mejor termina de desayunar y después comenzarás con tus clases de modales.- Le dijo.

Arwen asintió.

-Sí.- Dijo.

Entonces después del desayuno, se dirigió hacia la oficina del conde y lo esperó sentada en uno de los sillones de la esquina. Aunque ese suceso podía tener varias explicaciones: sobrecarga de adrenalina, nerviosismo, etc. Pero había algo dentro de ella que le decía que eso no era así. Decidió esperar un momento más a preguntarlo directamente con Sebastian, ella ya bien sabía que él era un demonio; él le confió ese secreto; pero aún más, ¿por qué le confió eso a ella si cuando la conoció era una simple chica de la calle? ¿Por qué la aceptaron como parte de los empleados de los Phantomhive? ¿Sabían acaso algo que ella no? Muchas dudas atravesaban por su cabeza, más trató de dejarlas apartadas y despejar su mente por lo menos tan sólo un poco.

El joven Phantomhive había sufrido tanto como ella, después de todo, había sufrido desde que ella tenía memoria alguna.. Nunca supo en realidad si alguna vez en su vida hubo un momento alegre, ahora con el Conde, sentía un hermoso calor en el pecho incomparable. O tal vez era otra cosa, mas lo que fuera, se sentía realmente bien; ambas puertas del despacho se abrieron revelando al joven conde aproximarse a ella junto con Sebastian detrás de él.

La miró; ella tuvo la sensación de temblar.

-Mañana tendrás tu clase de modales.. Esta noche no.- Le dijo.

Por algún presentimiento, le dio la impresión que eso se debía a lo que anteriormente había sucedido.

-C-Como usted mande, Conde.- Respondió.

Ciel había educado muy bien a Arwyn, las clases para saber comportarse y tener buenos modelos le había servido.. Aunque aún faltaba más.

-Puedes retirarte.- Le dijo.

-S-Sí, my lord.- Se levantó del asiento y caminó hacia la puerta.

Entonces tuvo ese sentimiento de visión.

El joven Conde tomó su asiento en el despacho detrás de la mesa. Antes que ella cerrara la puerta, lo llamó.

-Ven aquí, Sebastian.

-Sí.

Y se escuchó el cerrar.

Arwyn sentía a Ciel como un padre más o menos. La cuidaba, la instruía, la alimentaba, la protegía.... Aunque quería estar segura que TAL VEZ la quería.

Se dirigió a su habitación entonces. Los tacones le dolía, pues a pesar de tener práctica, había algo que le impedía controlarlos bien. Su visión, además, no estaba del todo bien.. Mirar de cerca y lejos era muy difícil y sombras aparecían alrededor de las cosas; gritos de dolor y gemidos en su cabeza daban vueltas. Trataba de controlarse, de verdad lo hacía, más era algo doloroso.

Al llegar, abrió la puerta de su habitación y se aproximó dentro. Ya entonces cerró y caminó a la cama. Se despojó de los zapatos y desabrochó su vestido; quitó los cordones; se soltó el cabello y el corsé lo arrancó... Por alguna razón, siempre hacía eso con el corsé, por eso Sebastian mandaba por órdenes del Conde a pedir unos nuevos cada semaba. Claro que no era problema con el dinero, pues la trataba con supervisión. Lo dejó en la canasta exclusiva para los corsés rotos.

Ya de pie, se colocó su pijama: una bata de algodón blanca, algo holgada pero así se sentía cómoda. Le llegaba 4 dedos arriba de la rodilla. Sus torneadas piernas temblaban debido al cansancio del día. Aún trataba de comprender porqué el conde la trataba sí. Nunca le había dicho algo como "te quiero" o "no quiero perderte", y aunque no lo hiciera y le doliera un poco, sonreía por dentro cuando le decía "lo hago por ti".

Se dirigió hacia su tocador sujetando su cabello en dos trenzas. Se miró mientras despintaba el maquillaje de su rostro, labios y ojos.

Entonces, ya estaba lista para ir a dormir.

Volvió a la cama y se envolvió entre las sábanas. Escuchó la puerta. Como siempre, Sebastian entró para apagar las velas de la habitación y supervisar que todo estuviera en orden. Así entonces, apagó las velas de la habitación dejando la llama en las que tenía en el candelabro de oro que sostenía.

-¿Necesitas algo más antes de que yo me retire?- Le preguntó suavemente.

-Sebastian...- Lo llamó. Éste se acercó.

-Dime.

Le indicó su cama. Sebastian se sentó a su lado frente a ella. La escuchó con atención.

-¿Qué soy yo?

Sebastian intuía esa pregunta. Sonrió.

-No deberías de preocuparte por eso.- Le contestó.

-No es lo que te pregunto.- Reafirmó ella.

Éste lo sabía.

-Lo sabrás.. Pronto.- Dijo antes de ponerse de pie. -Por ahora, es mejor que descanses. Todo estará bien.

Sebastian apagó las velas acto seguido de que Arwyn cerrara sus ojos.

Instruyendo al ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora