Capítulo 15. ¿ERES FELIZ?

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Cuando quieres a alguien, sea de la forma que sea, deseas pasar con esa persona todos sus buenos y sus malos momentos. Ella quería a Carlos. Mejor dicho, le había querido de una forma que ahora dormía, para dejar paso a otras formas de querer, buscando un equilibrio.

Pero las circunstancias no ayudaban, no le permitían estar en esos momentos con él. Se acordaba perfectamente de la noche del uno de enero. Con las notas del móvil abiertas. Ya no podía recordar cuantas veces había escrito y borrado el mensaje. Sentía que muchas cosas dependían de esa felicitación. Por esas fechas, aún tenía muchas esperanzas puestas en ellos.

Al final, cuando el reloj marcó las 00:00h del día dos de enero, con su mensaje ya preparado, cogió el móvil impulsivamente y le llamó. No fue la primera en felicitarle, pero si la primera en llamarle. Hablaron apenas unos minutos, porque él ya estaba de celebración. Lo que habría dado por estar con él allí, compartiendo ese día... Y lo que se había arrepentido tiempo después de no enviar ese mensaje que tanto le había costado redactar. 

Y ahora, después de recibir ese whatsapp de Dave diciendo que la abuela de Carlos había fallecido, se sentía aún peor. Ella quería estar, en las buenas y en las malas, pero no podía. Le dolía tanto haberse tenido que enterar de ese modo... que no sabía qué hacer. Necesitaba saber cómo estaba, pero no quiso peguntar nada a Dave. 

De repente, su móvil sonó. Era él. Descolgó rápida. 

– ¿Cómo estás, Carlos?

– Bueno, es que ha pasado... mi abuela... – le costaba hablar.

– Lo sé, Carlos, me lo ha dicho Dave. Lo siento muchísimo, de verdad. ¿Cómo estás?

– Como puedo, intento estar bien por mi madre, ahora me necesita. Pero es muy difícil...

– Es normal que intentes ser el apoyo de tu madre ahora mismo, pero tú también debes permitirte desahogarte, gordi.

Hacía tiempo que no le llamaba así, desde noviembre seguramente.

–  Me da tanta pena que no vaya a poder ver mi trabajo terminado... a ella es a la que más ilusión le hacía todo esto, y ahora... – tenía la voz entrecortada y las lágrimas caían una tras otra por sus mejillas.

Julia le notaba tan roto, que estaba a punto de echarse a llorar ella también, pero se esforzó por contenerse. 

– Carlos, escúchame, tú ya has triunfado, ella ha podido verte brillar. Y ahora estoy segura de que, allá donde esté, te cuidará y te ayudará en todo esto que empieza. Y se sentirá tan orgullosa de ti...

Carlos lloraba desconsolado.

– No te imaginas lo que daría por estar ahí contigo. Pagaría lo que fuese por poder abrazarte ahora mismo.

– Ya lo haces, Julia. No estás aquí, pero si estás conmigo. Gracias, en serio. Ahora tengo que colgar, ha venido mucha gente y tengo que volver a entrar.

– Claro, ve con tu familia y dale un abrazo de mi parte a tu madre. Carlos, para lo que necesites, sea cuando sea y a la hora que sea, sabes dónde estoy.

Y colgaron. Se quedó destrozada. No era justo no poder estar ahí con él. Sabía que no pintaba nada, pero ojalá poder coger un coche y conducir hasta Córdoba sin miramientos.

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Su amiga Marta estaba en casa con ella. Le había traído unas láminas que había dibujado mientras estaba en la academia. También algunos regalos que le habían entregado para ella. Estaban sentadas en el sofá, tomando un té de frutos rojos.

Del vértigo, tú y yo.   //  Julright.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora