Capítulo 18. YA NO HAY MARCHA ATRÁS, AUNQUE TAMPOCO PRISA.

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Al día siguiente, se despertaron con los primeros rayos de luz. Carlos se marchó temprano. Apenas hablaron, pero el abrazo interminable que se dieron en la puerta de la habitación, justo antes de que él se fuese, dijo más que cualquier palabra.

Iba sentada junto a la ventanilla del avión, con la mirada perdida entre las nubes. Poco antes de aterrizar, en sus auriculares comenzó a sonar:

"...Yo no sé qué va a pasar entre nosotros

Si daremos vuelo libre

Hasta que de tan alto, se nos pierda de vista

Pierdo el pulso y ya no soy

Más que una parte

Que resiste aunque tarde

Porque sé, que si pasa o no

Nada, nada, nada cambiará.

Se paró a pensar, cuidado una sonrisa

Ya no hay marcha atrás, aunque tampoco prisa.

Hay quien es capaz

No lo llames magia

Yo no sé qué es, yo no lo busqué..."

El Gitano se había ofrecido a acompañarla después de comer de nuevo al aeropuerto para recoger a Marilia. Su vuelo llegó puntual. Metieron su equipaje en el maletero y arrancaron. Marilia no paraba de hablar y de contar cosas. Todo lo que veía, le llamaba la atención. Era tan espontánea... tenía justo la energía positiva que necesitaba Julia esos días. De repente, miró por la ventanilla del coche y se sintió desubicada. Ese no era el camino a su casa.

– Gitano, ¿por dónde te estás metiendo? – preguntó.

– Esta chica vive en Canarias, con sus playas blancas. Pero vamos a enseñarle que aquí tampoco podemos quejarnos de playas – dijo el Gitano mirando a Marilia por el retrovisor, que aplaudía en el asiento de atrás.

– Pero, acaba de llegar, podemos ir luego. Mejor vamos a casa para que deje las cosas o descanse un poco – pidió Julia.

– ¿Tú la ves con ganas de descansar?

Julia miró hacia atrás. Claro que no quería descansar, no venía a eso. Pero ella sí lo necesitaba.

– Sí, venga, ya descansaremos, Julita. ¡Llevadme a ver una playa gaditana! – gritó Marilia, efusiva.

– Vamos a llevarte a la mejor. Buen sol, buen chiringuito y buena gente – añadió su amigo.

– ¿Buena gente? – preguntó Julia, deseando que no dijese lo que ella imaginaba.

– Sí, estos: José, Javi... ya nos están esperando. Han parado a comprar unas cervezas y se han ido directos.

Julia sintió una nausea. Luego una presión en el estómago. ¿Cómo iba a ir a tomar unas cervezas con Javi y con todos después de lo que había pasado la noche anterior? Tenía varias llamadas de su novio y ni le había contestado. Quería hablar con él, se lo debía. Pero allí, rodeados de gente, no podía. Él iba a notar que le pasaba algo. Abrió la ventanilla y sacó la cabeza por fuera del vehículo. Necesitaba respirar.

– ¿Estás bien, Julia? – preguntó Marilia.

– Sí, sí. Sólo un poco mareada del coche.

– Tranquila, niña, ya llegamos – añadió el Gitano.

Una vez aparcaron, Marilia indicó que necesitaba entrar un momento en el servicio. Julia se ofreció a acompañarla al chiringuito. Animó a su amigo a ir tirando hacia la playa. Así hizo. Una vez que Marilia salió del baño, la apartó del bullicio.

Del vértigo, tú y yo.   //  Julright.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora