Capítulo 17. ARDER.

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Había terminado la gala. Su versión de “Solamente tú” había gustado bastante y había recibido múltiples halagos. Se encontraba junto al resto de artistas en el vestíbulo esperando los taxis que los llevarían al restaurante donde iban a cenar.

Pero eso no era lo que Julia deseaba hacer esa noche. No había vuelto a hablar con Carlos desde el día anterior cuando se despidieron junto al coche de Miki. La proposición seguía en el aire. Quizás él ya hubiese hecho otros planes, pero tenía que intentarlo. Le llamó. 

– Uy, qué bien has estado, leona, yo ya – bromeó nada más responder.

Julia rio a carcajadas. Era tan habitual, que no le llamaba la atención. Pero realmente era un poder que tenía Carlos sobre ella, jamás se había reído tanto con nadie.

– Qué bobo eres – dijo con voz dulce –. Oye, ¿estás haciendo algo? Sé que es muy tarde y casi seguro no podrás pero, si quieres que cenemos juntos, a mí me apetece.

– Vaya, es que ya he cenado, mira qué hora es. Si me lo hubieses dicho antes…

– Claro, es normal, es más la hora de dormir que de cenar. Bueno, pues entonces igual otro…

– Anda, tonta, que te lo crees todo. Ponte el abrigo y sal, en menos de cinco minutos estoy en la puerta.

– ¿Cinco minutos? Si vives bastante más lejos de aquí – preguntó Julia sorprendida.

– Bueno, estaba por la zona, por si alguna chica guapa me invitaba a cenar.

Y colgó. Y la dejó con una sonrisa bobalicona que no desapareció en un rato. Se despidió de los del programa con el pretexto de que le había surgido un asunto muy importante y no podía quedarse. Salió del edificio y vio a lo lejos unos focos que se encendían y se apagaban, intentado llamar su atención. Fue hasta allí, literalmente, corriendo. Subió al coche y apresuró a Carlos a arrancar antes de que saliesen los demás y pudieran verla con su “asunto importante”. A Carlos le hacía mucha gracia verla tan alterada. Parecía una mafiosa escondiéndose de la policía. 

– ¿Dónde vamos? – preguntó Julia –. Es tan tarde que estarán todas las cocinas de los restaurantes cerradas.

– Coge la bolsa que hay atrás y ábrela – dijo Carlos sin desviar los ojos de la carretera mientras conducía en la penumbra de la noche.

Julia se giró y vio una bolsa de papel bastante grande justo detrás del asiento del conductor. La cogió, la colocó sobre sus piernas y la abrió. Un olor delicioso invadió el coche. Había algo envuelto en papel de aluminio, lo sacó con cuidado de la bolsa y lo abrió. ¿Cómo no iba a oler bien? Era una tortilla de patata sobre un plato de cerámica beige.

– ¡Me muero! – exclamó Julia, entusiasmada –. Pero, ¿y esto?

– Nada, que me aburría esta noche y me ha dado por cocinar.

– ¿Esto lo has hecho tú? – preguntó Julia.

– Si, hace un rato. Espero que te guste del tiempo, porque dudo que guarde el calor con el frío que hace fuera.

– ¿En serio la has hecho tú? – insistió, fascinada.

– Si, la he hecho yo. Bueno, mi madre me ha echado una mano, pero poca cosa – respondió Carlos, como un chef orgulloso –. También he preparado el sushi que hay debajo, es mi primera vez, así que solo espero que esté comestible. En principio iba a ser solo eso, pero mi madre, al verlo, me ha sugerido añadir una tortilla al menú… por si acaso. 

Julia guardó todo lo que había sacado, observando también una botella de vino blanco y algo de chocolate al fondo de la bolsa y lo volvió a dejar en el asiento de atrás.

Del vértigo, tú y yo.   //  Julright.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora