T E R M I N A D A.
Logan es un torbellino de emociones.
Mainyl solo es una pequeña margarita rodeada de inseguridades.
Mainyl quería aprender a conducir, en su manía termina angustiada bajo una tormenta a lado de su padre, quién en mal momento decid...
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Logan:
—¡Despejen!—gritó uno de los paramédicos. Sentía un nudo enorme en la garganta.
Ella no, ella no por favor.
—La estamos perdiendo eleven la carga ahora. Vamos niña.
Vi cómo en la máquina que medía el ritmo cardíaco de Mainyl aparecía una línea acompañada de un sonido ensombrecedor, un sonido que a nadie le gustaría escuchar o ser testigo de el.
Cerré mis ojos apretando las manos en puño. Jamás le perdonaría a la vida habérmela arrebatado, mi única razón.
—¡Inténtenlo de nuevo no pueden dejarla morir! — imploré derrotado dentro de aquella ambulancia. Ambulancia que llamé minutos después de no lograrla hacerla despertar.
—Lo siento mucho muchacho, pero...
No dejé terminar a la mujer cuando yo mismo. Inesperto tomé el desfibrilador y coloqué la carga al máximo. Para cuándo intentaron detenerme ya había rosado el pecho desnudo de la pelinegra en un intento de regresarla a la vida, de regresar algo que yo mismo daría por su bienestar.
Mis ojos ardían por las lágrimas, mis ojos ardían por el temor he incertidumbre de tan solo pensar en perderla.
—Tiene pulso—anunció sorprendido un hombre con alrededor de cuarenta años, cual se había encargado de colocarla en la camilla. Un sollozo ahogado sale de mi garganta, dejándome caer de rodillas apoyo mi cabeza a lado de su cuerpo.
Siento un suave apretón en mi hombro, levanto la cabeza, los paramédicos lucen sorprendidos y a la vez, airados con la situación.
Prometí ante la tumba de mi madre cambiar mi presente y el de ella para tener un mejor futuro. Para volver a empezar, para volver a sonreír.
Por fin la ambulancia llega al hospital central más cercano, bajamos de ella y llevan rápidamente doctores y enfermeros se acercan a nosotros.
—Tenemos a una menor con falla cardíaca, la reanimamos hasta regresarla a la vida, hay amenaza de infarto hay que llevarla a una sala ahora —intento seguir hasta el final pero una enfermera se detiene.
—No puede pasar, permítanos hacer nuestro trabajo —y me quedo ahí, parado en medio de la sala de emergencias, destrozado, acabado de la peor forma.
¿Desde cuándo ella se convirtió en mi respirar? ¿Desde hace cuánto perdí la razón por esta chiquilla?. Me deslizo por la pared hasta quedar sentado en el suelo, estuve a segundos de perderla, estuve a punto de asistir a su funeral.
Lo que causé, lo que logré con estos años de abuso y dolor. Sé que el arrepentirme no hará que cambie nada, no puedo devolverle la vida que tenía, porque ella se encargó de arrebatarnos todo lo que teníamos.
