CAPÍTULO 22

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Canción: Ed Sheeran-Thinking out.
Capítulo 22

 Capítulo 22

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~Barreras~

¿Alguna vez has sentido que no eres suficiente para alguien?, ¿Que no eres capaz de hacer algo correctamente?
Yo sentí eso durante mucho tiempo, y, aún lo siento, sin embargo sé que soy capaz de lograr todo lo que me proponga.
La vida es una hermosa mentira leí alguna vez, y la muerte una perfecta verdad.

Ahora me encontraba viéndome fijamente en el espejo, observando esa sonrisa sincera que brillaba en mi rostro. Había aclarado un poco mi cabello, lucía diferente, y me sentía diferente. Acomodé la camisa rosa que decidí colocarme este día, esparcí algo de perfume y ya estaba lista para ir a mi primer día en la universidad.

Hace meses hubiese pensado que esto sería solo un sueño. Un sueño que ahora se hace realidad. Salí de mi habitación colocándole comida y agua a Hunter. No me gustaba dejarlo solo, sin duda alguna le echaría de menos unas cuentas horas.

—¡Many!— Me gritó Adel desde fuera.

—¡Ya voy!— cogí mi bolso con lo necesario para salir.

—Te portas bien— Hunter solo se dedicó ha acostarse en el sofá. Negué con la cabeza tomando las llaves de la barra.

—Me gusta tu blusa, es llamativa— reí nerviosa. Este día estaba a punto de convertirse en uno de los más interesantes, o en su defecto aburridos.

—Tu no te quedas atrás con ese
gorro— destacaba con un gorro gris cubriendo la mitad de su cabellera.

—Lo admito, me levanté tarde y no tuve tiempo de arreglarme el cabello, aunque no se ve tan mal.

—Te ves bien, eso es lo que importa.

Nos subimos a su coche, un Range Rove sin capota. Sin duda alguna llamaríamos la atención, y estaba segura de que Adel disfrutaría ser la típica millonaria de la universidad. Y creo que yo sería la típica mejor amiga de la millonaria de la universidad. Ahora que lo pienso es algo, tedioso.

Quince minutos después llegamos al campus llamando la atención de varios estudiantes.

—Mira allí hay un lugar— Espetó la morena señalando un buen sitio en el estacionamiento. Cuando estábamos por acomodarnos una Jeep roja se atravesó violentamente ganando el lugar.

—¡Pero que coño!

—¡Lo siento princesita!— Respondió uno de los tres chicos que bajaron de la jeep.

—Idiota— Adel dió la vuelta y términos para nuestra suerte, encontrando otra área para estacionarnos.

—Viene para acá— le anuncié viendo al chaval que le gritó princesita.
Cabellera negra, asiático, uno noventa y delgado.

—¿Son nuevas?— Preguntó sonriéndome, y regresando la atención a la morena.

—Si, ¿algún problema con eso?— se cruzó de brazos.

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