Cenizas del Pasado ©

Prólogo

Noté como su mirada de superioridad comenzaba a contracturarse con cada paso que daba y cada palabra que emitía. Comencé a mostrarle el cuchillo con tranquilidad, su mirada se desvió hacia mi mano para luego subir hacia mis ojos.

Él ahora me miraba distinto, toda su confianza había desaparecido. Su máscara había caído, y me encontré en frente de un niño indefenso, suplicando por su vida mientras retrocedía con cautela hasta chocar con la pared.

Ya nada me asustaba, ese hombre que solía atormentarme por las noches ahora no me producía nada más que pena. Lo tenía en frente mío, y por primera vez, yo tenía el poder.

Cuando lo tuve lo suficientemente cerca como para apoyar la punta del cuchillo a un lado de su pecho, comencé a reír.

–No se que clase de show te tienes montado aquí, pero no eres el único que sabe jugar sucio. Ya no me conoces, no sabes en quién me he convertido –lo amenacé mintiendo, porque sabía perfectamente que yo era la misma de siempre. Lo único que había cambiado en mí había sido la habilidad de quitarme la máscara cuando más lo necesitaba–. Así que te sugiero, por tu propio bien, que esta sea la última vez que te vea la cara.

Lo miré a los ojos con firmeza, disfrutando como nuestras miradas peleaban en silencio.

–Sabes... Eres afortunado. A diferencia de ti, yo no dudo al elegir mis acciones.

Lo confundí mientras empujaba la punta del cuchillo lentamente contra su cuerpo, en el mismísimo instante en el que noté como todos los rasgos de su cara expresaron dolor, y él suplicaba a gritos que no lo haga...