Parte 26

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Jueves.

La entrenadora nos dirigía el estiramiento con calma, haciendo que me relajara junto con la música country de fondo mientras que el equipo de hombres se encontraba entrenando y haciendo las pesas sonar al fondo del gimnasio.

Al terminar de estirar unos minutos más por mi propia cuenta, tomé mis cosas y me dirigí a las duchas. Era una de las pocas en utilizar las duchas del vestuario, así que decidí tomarme mi tiempo, relajando mis músculos en el agua caliente.

Al terminar de ducharme, me enrollé en mi toalla y me dirigí hacia los casilleros, donde mi ropa me esperaba lista para ser usada.

Tomé mi cepillo de pelo de mi bolso y fui hacia el lavabo para poder mirarme al espejo.

Cuando mi pelo estuvo completamente desenredado, me dirigí nuevamente hacia mis cosas, y en el momento en que dejé caer mi toalla para comenzar a cambiarme, escuché como la puerta de entrada se abría con brusquedad detrás de mí.

Al voltear, mi mirada se cruzó con el pelirrojo, que se dirigía hacia el lavabo con torpeza.

Reaccioné rápidamente y recogí la toalla del piso, volviendo a cubrir mi cuerpo con ella.

Él abrió el agua y sumergió la mano que había mantenido tapada desde el momento que había entrado.

Mientras tanto, yo seguía de pie en el lugar, sujetando con fuerza el retazo blanco que ahora volvía a cubrir mi cuerpo desnudo.

Al observar cómo una gota de sangre se deslizaba por su brazo y caía al suelo, comprendí que se encontraba herido.

Él parecía ajeno a mi presencia, concentrado en tu tarea. Por momentos su cara se contraía y un pequeño quejido se escapaba de su boca.

Al ver cómo levantaba la mirada hacia donde yo me encontraba para luego continuar cuidando de su herida, entendí que tenia reaccionar.

–¿Qué haces aquí? ¿Te encuentras bien?

Mis palabras salieron ahogadas y nerviosas.

–Estoy bien. –contestó.

Pero justo después de responder, se tensó emitiendo otro quejido.

–¿Necesitas ayuda?

–Sí. ¿Me puedes pasar una banda? Tiene que haber un botiquín por alguna parte –me dijo mientras me observaba y comprendía que me encontraba únicamente con una toalla alrededor de mi cuerpo–. Te puedes vestir primero. Si quieres, claro.

Me reí con nerviosismo ante su broma mientras observaba como él ahora me esperaba con la mano en el agua.

–Si claro.

Miré hacia mis costados, tenia pensar en una forma de cambiarme sin que observara el proceso.

Pero no había ningún lugar dónde podría esconderme.

–No mires.

Pedí para ver como el pelirrojo revoleaba los ojos, y al instante en el que Tobias dirigió su mirada hacia su mano, comencé a vestirme.

Me coloqué la ropa interior y mi sudadera, pero luego de escucharlo quejarse una vez más, decidí ocuparme de mis jeans luego de ayudarlo.

Mi sudadera era lo suficientemente larga como para cubrir mi trasero.

Me acerqué hacia él para chequear la herida, y le ordené que dejara de remojarse la mano, porque tendría que estar seca para que la bendita se adhiera.

Cenizas del Pasado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora