Raising Ye Rim | Park Jinyoung

03.

- Huele bien. - notó la niña, mientras caminábamos por los pasillos de Yongsan por segundo día consecutivo. - Tu bizcocho de banana es el mejor, tía Seon Mi. - añadió, meciendo mi mano arriba a abajo. - Pero me molesta que los niños se vayan a acabar todo y no dejen nada para mí. 

Una risita salió por mis labios sin poder evitarlo. Las preocupaciones que una niña de 6 años tenía me eran envidiables. No había la constante incertidumbre por saber si el dinero alcanzaría hasta fin de mes, ni el dolorcito de cabeza que daba cada vez que algún vegetal se malograba antes de lo pensado. Solo habían cosas sencillas, como el hecho de no comer todo lo que quisiera del bizcocho de banana. 

- Te prepararé otro solo para ti, ¿qué te parece eso? 

El rostro se Ye Rim se encendió al instante, lleno de emoción, lleno de felicidad, y comenzó a asentir varias veces, todavía sin soltar mi mano. 

- Me parece que eso es mucha azúcar para una niña. - intervino una voz grave y baja que hizo que los vellos de mi nuca se erizaran. 

Giré ligeramente la cabeza, lo suficiente para poder ver por encima de mi hombro a la persona que se había acercado a ambas. Lo primero que captó mi mirada fue un sueter celeste de cuello alto que resaltaba la blanca piel del hombre alto y pelinegro. 

El profesor Park. 

Mis ojos trazaron el camino hacia su rostro perfectamente afeitado. Él sonreía de una forma dulce que, el día anterior, no había visto y que hacía que sus ojos rasgados desapareciesen casi por completo. 

- ¡Profesor! - exclamó Ye Rim en un tono juguetón, antes de dar un salto más cerca de él. - Usted no entiende. El bizcocho de banana es mi postre favorito en todo el mundo. - explicó, moviendo las manos de forma exagerada para poder explicar la situación con profundidad. - Además, nadie prepara un bizcocho similar al de... al de... 

La seguridad en Ye Rim se esfumó en ese segundo y fue tan evidente que el profesor entrecerró los ojos y me dirigió la mirada. 

- ¿Al de? - insistió el profesor, inclinándose ligeramente hacia la pequeña. - ¿Al de quién, Ye Rim-ah? ¿Al de tu mamá? 

Ye Rim negó con la cabeza agachada. 

- Profesor Park... - balbuceó la niña. 

- Ye Rim-ah, ¿por qué no entras al salón? - interrumpí, antes de que ella tuviese que explicar la situación ante un completo desconocido. - Te alcanzaré en un momento. 

- Pero... - dijo ella, levantando la mirada hacia mí. 

- Todo está bien, Ye Rim-ah, solo quiero hablar con tu profesor.

La pequeña se quedó en silencio unos segundos, indecisa, en duda, pero terminó asintiendo. Y mientras la vi alejarse de nosotros, se formó un nudo en mi pecho, el mismo nudo que me quitaba el aire y me hacía sentir culpable por todo lo que la niña había tenido que pasar, desde que se mudó conmigo. 

- Señora Kim. - llamó el profesor con ambas manos detrás de la espalda. - ¿Quiere hablar conmigo?