Raising Ye Rim | Park Jinyoung

04.

- Tía Seon Mi. - llamo Ye Ri, mientras servía la cena para ambas.

- ¿Sí?

- ¿Mark te trajo hoy a casa? - preguntó, repentinamente, logrando congelarme con el cucharón en la mano.

- Sí, Ye Rim-ah. - repliqué, volteando para dejarle el plato de sopa en la mesa, mientras fingía inocencia.

La pequeña niña comenzó a hacer trazos en la hoja de papel que tenía frente a ella, luciendo muy tranquila, a pesar de que su voz sonaba seria. Yo me senté en mi sitio, intentando mantener la calma, y comencé a revolver mi sopa.

Por algún motivo, me sentía como una niña siendo regañada.

Ye Rim dejó sus colores a un lado, al cabo de unos segundos que me parecieron eternos, y empujó el papel a un costado de la mesa. Mis ojos trazaron el camino hacia la hoja de papel al instante, presos de la curiosidad, y pude ver el dibujo de una pequeña niña y una mujer sosteniendo su mano.

- Qué bonito dibujo. - comenté, mientras ella le daba el primer bocado a su sopa.

- ¿De verdad? - preguntó, levantando la mirada hacia mí para confirmarlo. - Somos nosotras dos, solo nosotras. - enfatizó con tal firmeza que me pareció que intentaba decirme algo más.

Habían sido pocas las veces que Ye Rim nos había dibujado juntas, pero no recordaba ni una sola en la que hubiese enfatizado con tal necesidad el hecho de que solo nos tuvieramos la una a la otra.

- ¿Hay algo que te está molestando, Ye Rim-ah? - la pequeña niña asintió varias veces, como si hubiese estado esperando que le preguntara aquello. - ¿Quieres hablar de eso?

Ye Rim se relamió los labios para limpiar los restos de sopa y, luego de dejar su cuchara a un lado, se levantó de la mesa, la rodeó y se paró firme a mi costado.

- No necesitamos a nadie más, tía Seon Mi. - dijo, como toda una mujer resuelta. - Yo no necesito que me consigas un papá y tú no necesitas a ningún hombre que vaya a hacerte sufrir después.

- Ye Rim... - murmuré, sin poder creer lo que salía de la boca de una niña de solo 6 años.

Yo sabía de donde venía esa clase de pensamientos. Yo sabía de quien había escuchado comentarios de ese tipo.

Rim Hye Joo.

Esa mujer, que alguna vez había sido mi mejor amiga, no solo había abandonado a su hija, sino que también se había encargado de plantarle la idea en la cabeza de que todas las relaciones eran basura.

- Escucha bien lo que voy a decirte. - pedí, pasando una mano por su cabellera oscura. - Tenga novio o no, eso no cambia nada entre nosotras. Tú y yo vamos a estar juntas siempre, ¿bien? No tengas ninguna duda de eso.

Ye Rim me miró directo a los ojos por unos segundos, como si pudiera ver mi alma, y de un momento a otro, se lanzó a mis brazos y se estrelló contra mi pecho. No entendía lo que estaba pasando, hasta que sentí que la pequeña temblaba y que mi blusa comenzaba a humedecerse.

Ye Rim estaba llorando.

Mi corazón se estrujó en mi pecho al saber aquello y sentí la necesidad de calmarla, de hacer que su llanto cesara. Mis brazos la envolvieron con premura y ella reaccionó sentándose en mis piernas, como solía hacer cuando era más pequeña. Mientras mi mente viajaba por el sinfín de recuerdos que tenía con ella, comencé a mecerla suavemente y a sisear para calmarla.

En ese momento, dejó de importarme lo que un análisis de sangre pudiera decirme, Ye Rim era mía, era mi hija.

- Promételo. - me pidió ella, cuando su llanto cesó. - Promete que siempre vas a estar conmigo, aunque tú y Mark decidan comenzar una relación.