Capítulo 13

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De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Bela? Le miré con los ojos angustiados.

Se sentó a mi lado, con el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto cercano de su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo con el mío.

– ¿Qué sucede? –traté de sonar tranquilo.

– ¿Qué fue eso? –me dijo, con el mismo tono de voz.

– ¿Qué fue de qué? –parecía como si estuviéramos jugando.

– Eso con Matt, ¿por qué te besó?

Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensado que él me daría una buena amonestación por lo de la rosa y ¿me sale con eso?

– No me besó –le respondí.

– ¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?

– ¿QUÉ? –me reí aún más y al parecer a Dean no le hacía mucha gracia– Matt no me besó, no en los labios al menos. Fue solo un beso de amigos.

– Pues no parecían amigos –farfulló.

– Dean, pareces mi padre –dije, medio molesto por tener que darle explicaciones y la risa de volvió una línea tensa en mis labios.

Dean suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz, parecía seguir molesto.

– ¿Por qué le diste la rosa a Bela? –preguntó.

– Porque ella es tu novia, Dean –dije, aunque me haya dolido rectificar aquello– a ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.

– Pero yo te la quise dar a ti –insistió.

– Y yo no iba a decirle eso a Bela, ¿o sí? –suspiré desesperado– Dean, ¿por qué te molestas tanto con la cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Bela e inventado una excusa para salvarnos de cualquier mal entendido? ¿Por qué te molesta si Matt me besa o me lleva un ramo de flores?

Se quedó en silencio un rato, mirando hacía adelante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.

– No lo sé, tengo que irme. –se levantó rápidamente y caminó hasta su Impala negro, subiendo a el mientras conducía desapareciendo calle abajo.

Me quedé sentado allí, sin saber bien qué había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir como si tus pies volaran lejos de la tierra. ¿Por qué Dean había actuado así? A no ser que... no, claro que no. Eso no podía ser.

Suspiré agobiado, si Dean había malinterpretado todo, seguro Bela también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Bela y sonreírle falsamente, tenía que pararme frente de ella y darle el mismo sermón que le di a Dean, el de "Matt y yo solo somos amigos."

Me levanté desganado y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento. Tomé aire antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Bela podía llegar a ser realmente persistente.

Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Bela mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacía y me sonrió de gran manera, haciéndome a ver sus dientes blancos, tan fuertes como un roble. Traté de sonreír también.

– ¿Por qué la gran sonrisa? ¿La pizza no se te quemó hoy? –bromeé.

– Oyeee –se quejó como una niña pequeña– eso sólo fue una vez y ya hace miles de años –dijo y rió dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.

Manual de lo Prohibido | Deancas | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora