Capítulo 20

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Esta vez quise utilizar el ascensor y llegué hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, di grandes zancadas hasta el departamento y abrí torpemente la puerta, esperando que Bela no se hubiese ido ya.

– ¡Bel, lamen...! –mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta, me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa entre los dos.

– ¡Bestia! Que bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías –la broma no le salió como tal. Se deshizo del abrazo de Dean y se dirigió para abrazarme a mí. Algo del perfume de él había quedado impregnado en la ropa de ella y llegó hasta mi nariz de forma tenue.

Intenté sonreír y poner buena cara, aún sintiendo los horripilantes deseos de estallar en lágrimas y dejar salir la pesadez que sentía. Una gota salada cayó al hombro de Bela, una lágrima que no pude evitar reprimir.

– Oh, Cas, pero no llores, me harás llorar a mí –su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.

Ella creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que sí sentía dolor, pero era uno propio del corazón, causado por la demostración de afecto que había presenciado y toda la situación en general.

Sonreí esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.

– Cuídate mucho, Bel –murmuré– te voy a extrañar –aquello había sido honesto, porque era verdad.

– Yo también –me dijo.

Luego, la mano de Dean me acarició la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odiaba bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podría llegar a odiarlo. No entendía cómo es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.

– Te acompaño abajo –dijo él y luego tomó la pequeña maleta de Bela, dejando mi espalda desprotegida de su calor– ¿Vienes? –me preguntó a mí.

Asentí y entrelacé mi brazo al de Bela, luego bajé la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Bela se fuera, aunque solo sea por dos días, sin duda serían los dos días más difíciles de mi vida, teniendo que ausentarme de todo tipo de encuentro con su novio.

Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija hacía abajo. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vittore ya esperaba por Bela. Ella dio un suspiro y luego se giró para ver a Dean. Lo miró por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que... suplicaban. Pero Dean bajó la mirada y exhaló despacio, luego besó la frente de su novia.

– Cuídate mucho, amor –le pidió.

El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra.

Bela sonrió débilmente.

– Te amo, Dean –susurró en su oído y yo deseé con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.

Pero él no dijo nada, esbozó una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Bela. En serio lo odiaba. Luego mi amiga se giró hacía mi y me sonrió, con esas sonrisas que me había estado dando últimamente.

– Te voy a extrañar, Bel –repetí, porque era lo único honesto que había en mí– cuídate mucho.

– También tú. Dos días se pasan rápido –me dijo.

Manual de lo Prohibido | Deancas | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora