Capítulo 18

1.1K 125 57
                                    

Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento me movió el cabello y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.

Algún día muy cercano a estos, tendría que irme.

¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría? La agobiante presión en el pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón, pero sabía que era la mejor opción que podía hacer. Me burlé de mi mismo, yo no era tan distinto a Bela, huir también era mi opción fácil.

Pero al pensar en Bela, el corazón se me volvió a encoger aún más, adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella, ¿a dónde huiría esta vez? Su antiguo novio, Gabriel, la había lastimado tanto con aquella actitud que había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de mi amiga no pudo resistir aquello, la dejó destruida por que ella lo amaba; al punto que decidió mejor mudarse de país, de continente.

Ahora, yo no quería ser el malo del cuento que le arrebataría de nuevo algo que ella ama, preferiría morir, antes que volverle a hacer pasar por todo aquello.

Suspiré y me llevé las manos a la cabeza, dejando el sobre amarillo sobre mis piernas. Cerré los ojos por un minuto, anhelando que el viento susurrara la respuesta a mi oído de mi gran dilema.

Por allí oí decir que el amor ensuciaba, y yo parecía estar manchado de todos lados. Pero huir era mi mejor opción hasta ese momento, sólo no sabía cuándo.

***

Mi plan había funcionado.

Bela había llegado a las siete treinta jueves y viernes, gracias a Sam. Por lo tanto, los minutos se me reducían a nada para estar con Dean. Algo que aunque no me gustaba mucho, hacía menos difícil la resistencia. Sin embargo no dejaba de ser duro.

Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde había llegado Charlie. Apague el televisor y me encaminé hasta la puerta.

– Lindo departamento –musitó paseando su mirada por todo alrededor– aunque el edificio es un poco triste.

Sonreí.

– Gracias por venir –le dije dándole un abrazo.

– Para mi es un honor que me hayas invitado a tu casa, bueno, departamento.

– De verdad eres la única con la que puedo hablar de esto –fui hasta mi habitación e hice que me siguiera.

– Sabes que siempre podrás contar conmigo, Cas –me sonrió, demostrándome confianza.

– Soy un caso perdido –me puse en cuclillas y rebusqué entre los cajones del buró, mi gran tesoro. Un sobre amarillo en tamaño carta y de un grosor considerable que aventé sobre la cama, haciéndolo rebotar un par de veces.

Le hice una seña a Charlie para que abriera aquel sobre y al instante comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.

– Vaya, sí que pesa –bromeó, alzando sus delicados hombros.

Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el montón de fotografías que estuvieron a punto de caérsele.

– ¡wow! –dijo, sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y sobre todo, de quién eran.– este tipo podría trabajar de modelo –musitó y aunque aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo.– esto es como un libro –haciendo referencia al grosor.– o como una exposición para un museo.

– O un manual de lo prohibido. –musité.

– Eso suena interesante. –rió.

El timbre apagó su risa, eran las seis con quince minutos apenas, ¿quién sería? Ambos nos miramos extrañados.

Manual de lo Prohibido | Deancas | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora