Capítulo 15

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El día siguiente fue bastante raro, porque tenía una extraña necesidad de estar con él. Deseaba que la noche llegara sólo para poder verle, mi alma lo ansiaba. Decidí distraerme con cualquier otra cosa, ya que esto no me ayudaba mucho a mi plan de "ignorar a Dean" cuando ayer mismo no me atreví siquiera a sostenerle la mirada por más de diez segundos. Esto no estaba funcionando.

Me asomé a la ventana y observé los carros pasar por la angosta calle, en el camino de faroles que esperaban encenderse de nuevo en cualquier momento. Fui hasta mi habitación por mi cámara y volví a la ventana para capturar la escena que me había gustado, saqué sólo un par de fotografías para cuando el timbre sonó.

Miré extrañado el reloj, que marcaba apenas las cinco con quince de la tarde, ¿quién podría ser a esta hora? Fui a abrir llevando la cámara conmigo y me sorprendió lo que vi. Era Dean quien me sonreía con lucidez y provocando que los latidos de mi corazón golpearan con ímpetu contra mi pecho. Su presencia me hizo mirar de nuevo el reloj, ¿no era muy temprano para que él estuviera ahí? A lo mejor era una ilusión de mi mente y me lo estaba imaginando parado allí. Lucía tan radiante pero, él siempre lucía así.

– ¿Qué haces tan temprano aquí? –pregunté dejándole pasar.

– Bueno, vine a invitarte a un lugar –dijo sin quitar aquella sonrisa encantadora.

– ¿A mí? ¿A qué lugar? –mi corazón se emocionó y no pudo evitar brincar en mi pecho.

– Es una sorpresa. Vamos. –me tomó de la mano y al instante la piel ardió de un fuego que solo su tacto ocasionaba.

– Pero...

– Es como una forma de decir "lo siento" por lo del otro día –musitó. Me vio la cámara en la otra mano y se apresuró a decir– sería lindo lugar para tomar fotos– me animó sabiendo que no me negaría a una oportunidad para capturar lugares maravillosos de esa ciudad, pero más que nada, aceptaría porque sencillamente era el quien me invitaba.

– Esta bien, aunque te dije que lo de nuestra pequeña discusión ya estaba perdonando a pesar de que no tenías por qué disculparte –admití.

– Sí tenía, ¿vamos?

Soltó mi mano para darme oportunidad de tomar mi abrigo y mochila donde guardar mi cámara y junto con él, salí del departamento hasta su ya conocido Impala.

– Te va a encantar –me dijo mientras conducía por las calles de Venecia, maniobrando el volante tan elegante.

Le miré y me sonrió. No pude evitar soltar un suspiro.

– ¿Qué? –me preguntó, visiblemente sonrojado.

No dije nada, saqué mi cámara y le tomé una foto a su perfil, una perfecta pose de modelo de revista, aunque no se esforzaba en lo más mínimo por serlo.

– ¡Oye! –rió cohibido– si vas a hacer eso, tienes que avisarme.

– No hace falta, te des o no cuenta, sales muy bien –admití con una extraña necesidad de pelar por él contra... mi mejor amiga.

– Gracias –bajó la cabeza levemente, lo conocía lo suficiente como para saber que lo hacía porque se sonrojaba.

Aquello me encantaba y me fascinaba. Él sonrojándose por mí.

Luego de fantasear en mi cabeza por un rato, sentí que estacionó el auto. Miré a través de la ventanilla y no veía nada fuera de lo normal. Calles y canales, gente transitando por ellos.

No supe cuándo se bajó pero de pronto su figura ya estaba fuera del auto, del lado de mi puerta para abrirla y ayudarme a bajar.

– Gracias –le sonreí, pero aún no sabía dónde estaba ni a dónde me llevaría.

Manual de lo Prohibido | Deancas | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora