– ¿Cuenta de qué?
Lo miré con mi vista nublada por las lágrimas que seguía luchando por contener y la respuesta en mi boca pero no dije nada. Me crucé de brazos de nuevo y giré mi mirada bruscamente.
– De nada, no importa –mascullé.
– Cas, dime qué te hice –esa no era una pregunta, sino una orden.
No contesté y seguí con mi acción, queriendo esquivar su mirada, contemplando la inmensidad de la oscuridad a través del parabrisas y con los ojos empañados aún.
– ¿No vas a decirme? –insistió y lo seguí ignorando.
¿Qué sentido tenía decirle que lo amaba si su corazón estaba atado junto al de alguien más? Era estúpido, esto como esta situación. Me quedé quieto.
Después de esperar algunos segundos y ver que mi silencio persistía, se recargó de nuevo en su asiento y luego suspiró. Encendió el auto de nuevo y se puso en marcha.
Seguro me veía estúpido, porque así me sentía. Dejé que las lágrimas cayeran en silencio, porque ninguno de los dos dijo nada. Miré por la ventanilla del auto y a pesar de que estaba ebrio, podía recordar el camino de regreso al departamento de Bela y este no era. Pero no le tomé importancia, porque a pesar de todo, me sentía seguro con Dean a mi lado.
Recargué mi cabeza en el asiento y luego cerré los ojos, repentinamente cansado, quizá la rabieta de niño pequeño que había hecho antes me había robado la suficiente energía como para hacerme caer en la inconsciencia.
El golpe de la puerta al cerrar me despertó y aquel dulce perfume que me traía tanta inspiración volvió a juguetear por mi nariz. Mi cabeza descansaba sobre el duro pecho de él y mi cuerpo era cargado por sus fuertes brazos.
Luego sentí mi cuerpo descansar sobre algo blando y cálido, entonces mis ojos pudieron captar algo, aquella blanquecina luz no era alguna que me pareciera familiar y el aroma de su varonil perfume seguía jugueteando en mi nariz a pesar de que ya no sentía su cuerpo cerca. Dos segundos después de haberme percatado de ello, me pregunté dónde estaba.
– Dean –musité y enseguida mis ojos se encontraron con su rostro.
Yacía parado, mirándome allí acostado donde sea que yo estuviera.
– Descansa –susurró y se acercó para besarme la frente y sentí sus cálidos labios tocando mi piel por primera vez.
Pero entonces sujeté fuertemente su rostro con mis manos y conduje sus labios hasta los míos, guiado por el impulso de tenerlo así de cerca. Su cálido aliento recorrió desde mi frente hasta mis labios y luego nuestras bocas se unieron; ambas deseosas una de la otra. Un remolino de emociones junto a un huracán de sensaciones explotó dentro de todo mi interior, y una carga eléctrica se envió desde mi corazón hasta cada extremidad de mi cuerpo. Até mis dedos a su cabello. Su boca se movió junto con la mía y su aliento se metía por mi garganta en donde ardía un nuevo fuego, esta vez creado de pasión. Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cuerpo, puesto que sentí una hendidura al mismo tiempo. Me llevó un minuto darme cuenta de que yo descansaba en una cama. Mi cuerpo ardió entre la pasión y el amor, mientras que nuestros labios aún permanecían unidos, haciendo del beso uno más profundo.
Pero de pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada qué demonios estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.
– ¡No! –jadeé recobrando el aire y apartando su rostro del mío.
La respiración estaba acelerada y el puñado de mariposas volaba desquiciadamente en mi estómago. Miré con el pánico pintado en los ojos el rostro prohibido que acababa de besar y la culpa me revolvió el estómago, aventé su cuerpo lejos del mío y me llevé una almohada a mi cabeza, cubriéndome completamente.
– Lo siento –susurró.
– Vete –alcancé a decir con un hilo de voz.
Oí después el sonido de la puerta al cerrar y el silencio me hizo derramar algunas lágrimas. Eso había estado mal, muy mal. El que tuvo que haberse disculpado tenía que haber sido yo. Yo fui quien aferró su rostro al mío, quien anheló ese beso, yo, yo, yo... traidor, eso era y traidor era mi segundo nombre.
La culpa que sentía en ese momento era inexplicable, parecía como si los órganos dentro de mi cuerpo se hubiesen vuelto pesados y luego desaparecieran dejando un vacío completamente abrumador.
Había tocado fondo.
Estaba ebrio, pero por supuesto, aun me quedaba una pizca de cordura. El corazón hecho pedazos debajo de mi pecho, me dolía de la inmensa culpa que estaba sintiendo y era como si trajera una espina clavada en el. Cada latido era una oleada más fuerte de dolor y el mar al que pertenecían aquellas olas llevaba nombre propio: Bela.
Sam me lo había advertido, "nada estúpido" me había dicho y yo, iba con un letrero de 'estúpido' pintado en la frente. Seguro Sam me mataría, pero aquello era lo mejor, yo merecía morir como mínimo ó con menos dramatismo, irme de la vida de Bela.
La hora de partida había llegado, yo tenía que irme en cuanto tuviera la oportunidad, tomar el primer avión a California o cualquier otro medio que me ofreciera alejarme de aquí.
La cabeza comenzó a punzar de dolor y con el estómago revuelto aún, me levanté de la cama y visualicé rápidamente el baño, a donde corrí y en el que devolví lo último que había tocado mi estómago.
Luego de que quedé vacío, lavé mi cara y me dejé caer sobre el azulejo blanco del piso, sintiendo su frío contacto con mi piel y allí, hecho un ovillo de hielo en el suelo, perdí la conciencia de nuevo.
Al abrir los ojos, el dolor de cabeza taladró con intensidad mi cráneo, haciéndome cerrarlos de nuevo. Traté de abrirlos otra vez, poco a poco, y la luz del día me los encandiló a tal grado que el dolor se agudizó.
Tenía un recuerdo vano del día anterior y entre más me esforzaba en ordenar el desorden en mi cabeza, más me dolía.
El bar, el espejo, Dean, su Impala y el beso... ¡Bela! Tan pronto como le encontré sentido a esas palabras, el recuerdo llegó a mi mente. Me levanté sobresaltado y visualicé después de unos segundos una habitación. No era la mía, de eso estaba muy seguro, había una guitarra negra y el decorado del cuarto eran en color azul de diferentes tonos. Esta era la habitación de un hombre y el único que me venía a la mente era Dean.
La cama estaba deshecha pero yo estaba seguro de que anoche me había derrumbado sobre el piso del baño y no sobre la cama. Lamentablemente, nada había sido una pesadilla, como yo lo hubiese deseado, todo era real, y aquellos labios, rellenos y perfectos, habían sido míos anoche por un minuto.
Traté de buscar un reloj y encontré uno pequeño sobre el escritorio, eran las doce treinta y cinco del medio día y la cabeza no me dejaba de doler.
Fui al baño, medio mareado aún, lavé mi cara y traté de acomodarme los pelos embarañados en mi cabeza. Luego de que me vi con un aspecto mejor, decidí que tenía que salir corriendo de esta casa.
Esperaba y cruzaba los dedos porque Dean no estuviera, así, saldría sin que él se diera cuenta y... me iría.
Tomé mi abrigo que se encontraba en una silla cercana y me lo puse. Me armé de valor y giré la perilla de la puerta, abriéndola. Salí con la mirada baja y al instante me encontré fuera de la habitación, la levanté, encandilado por la clara luz del medio día.
Dean me miraba, sentado en una de las sillas que tenía cerca de la mesa. Allí otra espina a mi corazón. Ambos nos miramos por un largo rato, como si nos comunicáramos con los ojos. Aquello pudo haberse interpretado como un "te odio" doloroso y afrentoso ó como el "te amo" más honesto de la historia.
Tan solo respirar me dolía, así que desvié la mirada y me dirigí a la que parecía la puerta de salida. Apresuré mis pasos pero parecía como si mis pies no se abrieran tanto.
– Espera, Cas –su voz tan hermosa me hizo detenerme aunque la razón me gritaba despavorida que saliera corriendo ya.
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Manual de lo Prohibido | Deancas | Completa
Fiksi Penggemar¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Castiel se topará con alguien de quién no debe fijarse. NOTA: ESTA NOVELA NO ES MÍA. Créditos para @Jalyhg la grandiosa escritora de esta novela. Realmente es una novela que se ha quedado en mi mente por año...