Capítulo 16

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Los estruendosos gritos me interrumpieron y el movimiento desagradable de mi estómago provocó que cerrara la boca y los ojos con fuerza. El tiempo se me había acabado.

Até mis brazos al cuerpo perfecto de Dean y escondí mi cabeza en su duro pecho, llenándome de ese perfume tan exquisito que me transportaba al paraíso al que deseaba volver. Luego él apretó sus brazos más, protegiéndome.

Oía el paso de las llantas del carro sobre el metal que formaba el riel que a toda velocidad iba cayendo, los gritos combinados entre la euforia y el horror de las personas a mi alrededor y... el corazón palpitante en el pecho de Dean, al que mi oído estaba pegado. Sentía que mi cabello se movía con velocidad y que tenía el estómago en los pies.

Una y otra vez.

Cuando abrí los ojos al dejar de sentir el movimiento exterior, sin embargo, todo se seguía moviendo para mí, la cabeza me daba vueltas y el estómago estaba apretujado en alguna parte de mi abdomen.

– ¿Verdad que fue divertido? –la voz de Dean me devolvió un poco la calma.

Le miré incrédulo.

– ¿Bromeas? Casi muero allí arriba –farfullé recuperando el aliento.

Él soltó una carcajada y ese sonido hizo de mi caos interno una quietud. Me ayudó a salir del juego sin soltarme la mano por si acaso caía. Debía admitir que estaba un tanto mareado.

– Y ahora te toca a ti –me dijo una vez fuera del juego.

– Claro, elijo esa banca de allá –divisé a unos cuentos metros una pequeña banca negra y la apunté. Necesitaba sentarme o si no muchos allí verían la merienda de la tarde.

El rió y me llevó hasta la banca.

– No fue para tanto –me dijo, sentándose conmigo y entonces soltó mi mano.

– No para ti pero yo quise morirme allá arriba –lleve ambas manos a mi cabeza, apretándola con las yemas de los dedos.

Volvió a reír y su risa era algo que de verdad reconfortaba.

– Y, ¿qué ibas a decirme? –preguntó.

– ¿Eh? –lo miré al instante, recordando la confesión que estuve a punto de hacerle.

– Sí, antes de que cayéramos en la primera curva de la montaña. Dijiste que tenías algo que decirme –insistió.

– Oh, bueno... –me estrujé la cien en busca de alguna excusa– que no vuelvas a subirme a una cosa de esas en lo que resta de vida –farfullé mi mentira en tono divertido esperando que él la creyera.

Su entonada risa me hizo darme cuenta de que había funcionado.

– Está bien, está bien, no volveré a hacerlo –prometió riendo.

Mientras intentaba aplacar las ganas que tenía de vomitar, miré a Dean, que mostraba su perfil izquierdo, como en el auto, ya que miraba hacía uno de los juegos de su lado. Me pareció tan bello, cómo su ojo conseguía ese brillo con el reflejo de las luces de colores, cómo su piel suave se volvía de oro y su sonrisa como perlas en el mar. Saqué mi cámara y tomé una fotografía de él.

Me miró.

– ¿Sigues haciéndolo? –dijo divertido.

– Ya te dije que no es necesario que poses. –reí.

– Ya te ríes –me observó con detenimiento y... encanto– me agrada tu risa.

No pude evitar ruborizarme, aun en la oscuridad que ya pintaba el cielo, creo que él notó que mis mejillas adquirieron un tono rosado, ya que sonrió, fascinado.

Manual de lo Prohibido | Deancas | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora