01. Un mundo paralelo al tuyo.

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Días lluviosos

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Días lluviosos.

Días soleados.

Días húmedos.

Días, días y más días.

Eso es lo que complementa mi joven vida. Simples días.

Desde que tengo memoria nunca he tenido amigos. No es que no quisiera, era simplemente que la gente en este mundo parecía no quererme cerca. Cuando era pequeño y quería jugar con los demás niños siempre terminaba llorando o jugando solo, pues nunca me dejaban hablar y no entendía por qué. Las personas pueden ser realmente crueles cuando quieren. Después de mucho tiempo llego un punto en el que dejo de importarme hablar solo, bueno más bien conmigo.

Mis padres se separaron cuando tenía 5 años, así que mi padre se llevó a mi hermana lejos con él y yo me quede con mi madre, más solo que antes, pues mi madre trabajaba todos los días a todas horas. Poco a poco con la soledad vino el silencio, y por más raro que suene se hizo mi amigo, mi único y raro amigo. 

¿El silencio habla? Comencé a hacerme esa pregunta, y mi respuesta fue que sí. El silencio sigue siendo algo después de todo, y desde hace años el silencio es mi lugar favorito. Es como mi zona de confort. Era como ese abrazo que necesitas cada vez que tienes miedo, ese beso que te da tu madre después de llorar. Era como mi dulce lugar. Donde podía ser yo, donde las historias tenían vida propia, donde podía estar por horas sin cansarme.

En mi casa tenía un pequeño lugar... mi lugar. Era un pequeño cuarto que mi madre antes utilizaba para pintar, pero que ahora estaba abandonado. De la nada comencé a limpiarlo, me deshice de las cosas viejas y limpie las que tenían salvación. Le rogué a mi madre para que me comprara una alfombra grande color azul cielo, para hacer juego con las paredes blancas. Toda la habitación estaba limpia y no había nada en el centro, simplemente mi alfombra azul, donde todos los días luego de la horrible escuela podía llegar, recostarme y mirar el techo blanco por horas, hundido en el silencio. O sentado leyendo algún libro de aventuras, aquellas que nunca había tenido. Y que dudaba tener alguna vez.

Pero al menos mi imaginación era una joya, donde podía crear mundos para mí. Mundos donde yo tenía amigos, donde iba a lugares hermosos y fantásticos con ellos, donde podía contar las miles de ideas locas que me formulaba todos los días mientras la maestra de matemáticas daba su clase, porque era muy aburrida. Al menos en esos momentos de aventuras, en mi cabeza podía ser yo. Sin necesidad de serlo realmente.

Mi vida era por decir algo, cómoda.

Hasta ese día.

Donde mi madre me dio la noticia de que nos mudaríamos a la ciudad, porque había encontrado un mejor trabajo en una gran editorial. Aunque ella parecía muy feliz, no estaba consiente de algo; De que yo no quería dejar mi lugar.

No quería irme del lugar que conocía como la palma de mi mano. No quería irme de ese cuarto blanco con una alfombra azul en el centro. No quería dejar de ver esa mesa en la esquina, donde se encontraban las pinturas viejas de mi madre, tampoco quería dejar de ver ese cuadro en la pared del centro, donde se veían dos siluetas que no terminaba de entender si eran: Un hombre y una mujer, o dos mujeres o dos hombres. Mucho menos quería dejar de ver ese pequeño sillón en la esquina de la ventana, donde mi abuelo se sentaba a contarnos historias de aventuras que él, si había podido tener. Mi madre no entendía que mi mundo de aventuras se estaba destruyendo.

Nuevo mundo. || Emiliaco [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora