Extra 1.

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NARRADOR:

—Aún se me hace injusto. –dice Diego desde su lugar en la parte trasera del auto, moviéndose incómodo.

—Dímelo a mí, voy escuchando como se quejan desde hace una hora. –dijo el rizado mirando la carrera.

—Pero es que hasta el perro va en un mejor lugar, wey, no mames. –se quejó nuevamente el de ojos rasgados.

Joaquín río un poco, sabiendo que era verdad, pero que no le importaba tanto. Zeus iba en su regazo, mirando el paisaje que se presentaba a su alrededor, totalmente ajusto y feliz. Incluso cuando veía otro perro en algún auto vecino ladraba de felicidad. Definitivamente traerlo a este viaje fue una buena idea.

Joaquín iba de copiloto al lado de su novio, mientras llevaban su mano entrelazadas sobre el cambio de velocidades. Y a pesar de mostrar una sonrisa mientras miraba los árboles a los que a una vez les dijo adiós, y en los que alguna vez quiso vivir; la verdad era que estaba sumamente nervioso por este viaje.

Sabía la razón por la que Emilio estaba llevándolo a ese lugar, y era porque después de que Joaquín le contó lo que en su diario venía, sin dejar fuera sus experiencias en ese pueblo; Emilio había insistido en ir, simplemente porque pensaba que Joaquín no le había dado un buen cierre al lugar, y obviamente porque era un curioso de primera y quería ver por sí mismo el lugar donde su novio creció.

Así que aquí estaban, seis personas y un perro a la mitad del viaje sorpresa de Emilio.

Alejandro se había quedado dormido sobre las piernas de Alan, y este se quedó dormido sujetándolo de la cintura para que no cayera, mientras que Alejandra estaba dormida con sus audífonos puestos y los brazos cruzados, parecía una abuela según Diego, quién era el único de la parte trasera que seguía dormido y quejándose.

—Pero al menos dime que hay tacos en tu lugar natal, Joaquín. —dijo nuevamente Diego.

Emilio evito rodar los ojos, mientras que Joaquín simplemente soltó una pequeña risa.

—Sí, Diego, ya te dije que hay un puesto que sale por la noche al lado de mi antigua escuela.

—Bien, porque no sé si podré sobrevivir de no ser así.

Joaquín volvió a reír, y aunque Emilio realmente quería que su mejor amigo se callara de una vez, no pudo evitar reír un poco.

El bosque comenzaba a hacerse cada vez más grande, lo que agito de inmediato los sentidos de Joaquín, pues sabía que ya llevaban más de cuatro horas en la carretera, y que su pueblo natal no quedaba tan lejos. Y eso lo asusto cada vez más, porque realmente podía sentir el latido de su corazón latir con mayor fuerza.

Emilio por supuesto que no se perdió la manera en que Joaquín apretó un poco más sus manos entrelazadas, pero solamente pudo acariciar el dorso de la mano de Joaquín, porque el plan del rizado era que su novio pudiera dejar su miedo por su pueblo natal atrás, y para eso necesitaba que Joaquín tuviera confianza, una confianza que solo le podría transmitir su él estaba tranquilo.

Y al parecer lo logro, pues después de sentir la leve caricia en el dorso de su mano, Joaquín se tranquilizó de inmediato, lo cual no le parecía tan raro, pues después de un año de relación, en donde ambos era separados de vez en cuando por el padre de Joaquín, tuvieron que aprender a comunicarse por más que palabras. Y los pequeños roces y sonrisas era parte de esas formas.

Para cuando un cartel de madera con el nombre de "Santa Mónica" apareció en el panorama de la joven pareja, Diego ya estaba dormido con la mejilla completamente pegada a la ventana, y Joaquín prácticamente ya le había contado toda su amigable experiencia en Estados Unidos junto con Renata y su padre. Porque aunque no hubiera hecho un lazo demasiado fuerte con su padre, definitivamente iban mejorando, y eso hacía sentir al rizado más calmado, le encantaba que gracias a ello, Joaquín tenía más confianza en sí mismo, y se veía más libre.

Nuevo mundo. || Emiliaco [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora