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Sobreviví a los huracanes de julio.

Pero ahora el insomnio dura un invierno.

-Hasta luego- dije mientras salía del trabajo acomodándome mi bufanda y abrigo.

Había llegado a un pequeño distrito casi fuera del país, el clima no era muy bueno, abundaba la nieve y el frio, eso hacía a mis pulmones trabajar un poco más por aire, las semanas habían pasado muy rápido, las visitas al hospital eran frecuentes y los malestares en muchas ocasione ya eran imparables, a veces olvidaba algunas cosas, y en otras tantas se me dificultaba mover alguna de mis extremidades, sentía que mi cuerpo se negaba a seguir moviéndose y como protesta me entumía para lograrlo.

Los médicos estaban trabajando en mi como podían, era un pueblo pequeño y a pesar de que tenían buena tecnología, mi caso era un poco complicado, el cáncer se había recorrido un poco a otras zonas, pero aun así los médicos me habían dicho que podían eliminarlo, necesitaba quimioterapias, una cirugía extraería mi pulmón infectado, tratarían de reducir el tumor cancerígeno de mi cabeza y extraerlo, lo demás, esperaban que se eliminara con tratamiento y quimioterapias, me dieron toneladas de pastillas que yo tomaba como si fuera un ritual que no podía romper.

Los doctores estaban preocupados, en los pocos meses que había estado aquí mi peso había descendido demasiado rápido, me pedían que tratara de comer un poco más pero la comida simplemente se negaba a bajar por mi garganta, ahora vivía en constante frio, nada lograba calentarme, y a pesar de que mi cerebro en ocasiones decidía olvidar cosas, se negaba a olvidar el calor que él me brindaba o el color de su pelo, pasaba horas recostado en la cama recordando su piel bajo mis manos, la sonrisa que me daba al despertar, sus ojos brillando en la oscuridad, las palabras cariñosas que murmuraba en mi oído pero a pesar de que mi cerebro recordaba todo eso, se negaba a dejarme escuchar su voz.

Sentí las lágrimas bajar por mis mejillas, mi cerebro no era bueno recordando voces, no podía traer con exactitud el tono con el que él me hablaba ni siquiera podía recordar el sonido escaso de su risa o como se sentía cuando él estaba junto a mi...

Los médicos me decían que era normal si olvidaba algunas cosas, tenía una pelota jugando con mi cabeza, pero yo no quería olvidarlo, me aterraba pensar que su imagen se difuminara en mi mente, que llegara un punto en que no podría recordarlo más.

Mis manos comenzaron a temblar mientras caminaba para llegar a casa, a pesar de que traía guantes el frio se filtraba por mi ropa, metí mis manos en las bolsas de mi abrigo y continúe, por lo general me gustaba admirar los paisajes cubiertos de nieve pero hoy no era un buen día para mí, solo quería llegar a casa y dormir tanto como pudiera.

La cirugía para extraer mi pulmón seria en dos días después de eso dejarían que me recuperara un mes y comenzaríamos con las quimioterapias, me habían pedido que descansara, por lo tanto había pedido permiso en mi trabajo para faltar, la anciana del lugar me había abrazado y deseado suerte, le había prometido que una vez que me dieran de alta volvería para ayudarle y ella acepto, se suponía que solo me dejarían una semana en el hospital como recuperación y después me mandarían a casa para terminar, sabía que no tenía que sobre esforzar mi cuerpo, pero yo necesitaba el trabajo, el dinero se me estaba acabando.

Vi a un hombre de cabello negro, parado frente a una cristalería y apure el paso, en ocasiones mi mente me jugaba malas pasadas y terminaba alucinando a Sasuke en cada persona que tuviera el cabello negro y piel blanca.

-Buenas tardes- dije cuando pase a su lado.

-Buenas tardes- contesto y mi corazón dolió.

Solo esperaba volver a escuchar su voz, pero nadie podía darme mi único deseo, aun recordaba la última vez que lo escuche, fue cuando le hable a Gara para darle las gracias por todo lo que había hecho por mí en estos años, no contaba con que Sasuke estaría con él, escuche su voz desesperada pidiéndole el teléfono para que pudiera hablar conmigo, solo pude escuchar su voz llamando mi nombre antes de que la cara llorosa de Mikoto apareciera en mis recuerdos y tomara la decisión de colgar, termine tirando mi celular a la carretera para que un carro lo aplastara y eso fue lo que paso.

Quite con mis manos las lágrimas que seguían viajando por mis mejillas y sonreí, regresaría a su lado, me recuperaría y volvería a él y le pediría que nunca retirara su mirada de mí, posiblemente yo no podría hacer que mis brazos se despegaran de él.

Suspire cuando llegue a la entrada de mi departamento, vivía en un condominio gigante, así que siempre me mentalizaba primero para subir las escaleras, mi apartamento se encontraba en el último piso y desde que llegue a habitarlo el elevador no funcionaba.

Comencé a subir con lentitud siempre me fatigaba a la mitad y tenía que tomar un descanso de varios minutos antes de continuar pero esta vez quería tomarme mi tiempo, no sentir el cansancio que acosaba a mi cuerpo después de la larga subida.

Cuando pude llegar a la parte de arriba, lo único que hice al entrar fue tirarme en la pequeña cama de piso que tenía en una esquina, no me importo quitarme el abrigo ni las botas, solo quería dormir por primera vez en semanas, y no quería desaprovechar la oportunidad de hacerlo.
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Un hospital nunca me había parecido tan aterrador como ahora, cuando había llegado solo se encontraba una enfermera esperando por mí, me había llevado a un cuarto pequeño con tres camas, dos ocupantes y una pequeña ventana, recorrió la cortina que separaba mi cama de las demás y me pidió que me quitara toda la ropa y me pusiera una bata blanca en su lugar, todo lo encontraba demasiado frio, dije que no quería morir en un hospital pero aquí estaba yo, siendo un sacrificio por voluntad.

La enfermera salió por un momento y regreso cuando estaba terminando de amarrar la bata blanca, me acerco una silla de ruedas y yo me senté, mis manos estaban frías, había muchas posibilidades de que las cosas salieran mal, en uno de los tantos cuestionarios que llene había una sección para poner los datos de los familiares a los que tendrían que contactar si las cosas se complicaban, fueron los únicos espacios que deje en blanco.

Entre a una sala más grande con muchas maquinas, y una camilla en medio con sábanas blancas y azules, vi varias bandejas con instrumentos acomodados y a unas cuantas personas caminando por el lugar revisando todo lo que estaba alrededor de la camilla, la enfermera me acerco y uno de los doctores ayudo a subirme a lo que sería mi cama por unas cuantas horas.

Me acomodaron, revisaron más instrumentos, y varias personas se me acercaron para preguntarme algo, cubrieron mi cabello con un gorro y forraron mis piernas en unas calcetas apretadas, mire a un lado y todo era blanco, solo en una de las paredes había una ventana dando vista a otra sala igual, escuche como una suave música era puesta de fondo, mire de nuevo al techo, y una persona apareció.

-Pondré esta mascarilla en tu cara, tienes que contar del cero al diez, sentirás que duermes, no te resistas.- dijo y aunque su voz era tranquila sus palabras me aterraron.

Si algo salía mal, solo ya no despertaría, no sentiría nada, la mascarilla fue puesta en mi cara y yo inhale, nunca volvería a escuchar la voz de Sasuke, no recordaría como suena, mis ojos se comenzaron a cerrar y no trate de luchar, incluso cuando mi cerebro me dio el más dulce de los regalos recreando su voz para mí.

'' Estaré aquí cuando despiertes dobe''

- LA UlTIMA RONDA - (Sasunaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora