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Cuando llegue a mi pequeño departamento, corrí a prender el calentón para el agua de la ducha, todo el camino a casa había estado pensando en las palabras del doctor.

Se suponía que el mal que estaba en mi cuerpo era... cáncer. Pequeñas células que habían iniciado en uno de mis pulmones para después viajar por mi cuerpo y alojarse en mi cerebro formando un tumor en la superficie inferior de este, abarcando parte de los dos hemisferios, eso era preocupante, el tumor era un poco más grande de lo esperado, el cáncer se estaba propagando con rapidez, por lo cual me habían sugerido someterme a otras pruebas para ver si no había llegado a otros órganos.

Todo había comenzado con pequeñas toses a las cuales los médicos trataban como infecciones de garganta o problemas respiratorios, infecciones que nunca terminaban y dolores que iban aumentando conforme pasaba el tiempo al punto de hacer que en ocasiones el aire no circulara como era debido.

El médico me explicó que si el cáncer en el pulmón hubiera sido localizado a tiempo, solo hubiera necesitado una pequeña cirugía para removerlo, o quimioterapias si lo hubiéramos encontrado en la fase inicial, pero ahora, era un poco tarde, ya que a las células malas se les había ocurrido migrar a los hemisferios de mi cerebro y hacer una pequeña fiesta loca ahí. Podía ser operable pero tenía muy pocas posibilidades de que saliera exitosa la operación y a pesar de salir bien, posiblemente perdería movimiento en mis extremidades, perdería el habla, prácticamente sería de nuevo un niño, que tendría que aprender hacerlo todo de nuevo, sin garantías de que funcionara, sin garantías de que el cáncer no volviera de aparecer.

-También está la quimioterapia- me dijo mirándome con sus ojos apacibles.

-¿Servirá de algo?

Su expresión me lo dijo todo, no, no servía de nada una quimioterapia, había un veinticinco por ciento de posibilidades de que el tumor se quemara con la quimio, y el setenta y cinco por ciento de que no sirviera más que para desgastar tejido bueno y acabar con mis fuerzas y poco a poco morir.

Extrañamente cuando salí del hospital no pensaba en nada, solo camine hasta llegar a mi departamento y después de eso dormir hasta la hora de entrada al trabajo.

Me quite la ropa una vez que comprobé que el agua estaba tibia, sentía el agua chocar contra mi piel, trataba de relajarme, de no pensar en nada.

Es curioso que una vez que te enteras que morirás, todo parece un sueño irreal, todo pierde sentido, te reprochas todas las veces que hiciste las mismas cosas una y otra vez, siguiendo una rutina ya establecida, te enfadas por cosas tontas y por todas aquellas ocasiones en las que no te preocupaste por vivir, perdiendo el tiempo en cosas menos importantes que la vida misma.

A diferencia de las películas, donde los personajes que se enteran de su inminente muerte, yo no veo mi vida pasar frente a mis ojos, no podía recordar nada del pasado, lo único que veía como un chiste cruel era el futuro repetirse una y otra vez frente a mí, las cosas que ya no vería, los planes que se quedarían inconclusos, los lugares que no conocería y el pequeño grupo de personas que dejaría.

Suspiré, podía sentir de nuevo mis lágrimas inundar mis ojos, me negaba a llorar por esto, me negaba aceptarlo.

Salí de la ducha y cruce el pequeño pasillo que me separaba de la habitación, realmente mi apartamento era muy pequeño, solo era un piso con un cuarto, baño y una sala compartida con la cocina, no tenía más que un pequeño sillón en esta, y realmente era un alivio, si metía más cosas parecería una bodega. Me puse el único pijama que tenía, color naranja, con franjas negras, fui a la cocina y comencé a prepararme un Sándwich, no tenía mucha hambre últimamente así que con eso me bastaría, saque los papeles que me había dado el doctor del sobre y con ellos salieron unos pequeños botes con pastillas.

Me quedé viéndolas por un momento hasta que recordé para que eran, realmente no me acordaba de ellas, se suponía que eran para que el cáncer no siguiera expandiéndose, retrasarían un poco lo inevitable, también me había dado pastillas para el dolor que me asaltaba constante mente, para dormir y para los mareos, pero incluso todo ese medicamento no era garantí de que todos esos malestares pararan, tal vez solo los mantendría a raya por un tiempo hasta que necesitara medicina más fuerte y así sucesivamente hasta que mi cuerpo ya no los aceptara y terminara postrado en una cama de hospital o...

-Estoy realmente jodido- murmuré a la nada.

Deje el Sándwich a medio comer sobre la repisa que usaba de mesa, comedor y también como separador de la sala, se me había ido él hambre, lo único que quería era dormir, y así lo hice en cuanto llegue a mi cuarto me aventé a la cama y di rienda suelta al descanso.

- LA UlTIMA RONDA - (Sasunaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora