Capítulo nueve.

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La luz del sol podía asomarse por las persianas de la habitación, iluminando el rostro del castaño provocando que este despertara.

Lo primero que iluminó su mañana no fue el fuerte brillo del sol, si no el rostro completamente calmo del rizado.

Sonrió enternecido ante el rostro inexpresivo del ojiverde mientras dormía, a excepción de una pequeña curvatura en sus labios. Supuso que estaba teniendo un buen sueño.

Repasó con sus ojos cada detalle de su rostro apoyado en la palma de su mano, comenzando por su amplia frente hasta la delicada piel de su mentón, del cuál había apenas rastro de cualquier vello, pues Harry nunca había sido de los chicos que lucían una extensa barba.

Sus labios parecían suaves aún sin relamerlos, siendo tan delicados y finos que le impresionaba. Por alguna razón, tuvo la necesidad de relamer los suyos.

— ¿Terminaste de analizar mi rostro?—. Preguntó el rizado con voz somnolienta.

Las mejillas del ojiazul se tornaron de un color rojizo. ¿Cómo lo sabía?

— No estoy mirándote—. Mintió.

— Puedo sentir tu mirada atravesando mi rostro, aléjate.

Colocó su mano en el rostro del castaño, empujándolo hacía atrás para evitar su cercanía.

Louis río, tomando la mano del rizado, notando la poca energía que tenía al despertar. Los ojos de Harry continuaban cerrados, desinteresado en despertar por completo.

— No creas que no puedo sentir tu pierna entrelazada con la mía—. Comentó el rizado en tono de reclamo, manteniendo su voz baja.

El castaño frunció el ceño, ni siquiera se había percatado. Separó bruscamente su pierna, asustando al rizado por el inesperado vacío.

— ¿¡Qué te pasa!?—. Interrogó el ojiverde, abriendo finalmente sus ojos.

— Tú querías que me separará—. Se defendió.

— ¡Claro que no!

— ¿Ah no? ¿Entonces querías seguir así, tan cerca de mí?—. Preguntó con tono pícaro.

El rizado lo miró fulminante mientras el castaño alzaba ambas cejas. Liberó su mano del agarré del ojiazul y golpeó su frente con su palma.

— ¡No puedes golpearme!—. Recordó Louis, frunciendo el ceño.

— Claro que puedo hacerlo, mira—. Indicó, golpeándolo nuevamente.

Louis gruñó, se incorporó en la cama y en cuestión de dos movimientos se sentó a horcajadas encima del contrario, levantando sus brazos por encima de su cabeza, sosteniéndolo por las muñecas con ayuda de una mano y picando sus costillas con la otra, retorciendo al rizado a la par en qué reía o chillaba, suplicando que parara.

El rizado pataleaba impaciente con respiración agitada. Liberó sus manos en un brusco movimiento, provocando que el peso del contrario cayera encima del él.

Louis tragó difícilmente, tratando de apoyar sus codos en el pecho del menor, pero sus brazos temblorosos no lo permitían. Estaba a escasos centímetros de distancia del rostro del rizado, sintiendo como ambas respiraciones se combinaban en una sola.

El sonido de la puerta siendo golpeada suavemente sobresaltó a ambos chicos, obligados a incorporarse en la cama fingiendo que todo estaba en orden. Ambos respiraban de manera entrecortada, sintiendo el fuerte latido de sus corazones al punto de sentir que podría salir por su garganta.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora