Capítulo siete.

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Louis miraba divertido a la rizada, evitando cualquier movimiento o sonido que lo delatara. Recorrió su rostro con precisión, comenzó por su nariz, la cual apenas mostraba la punta por el pañuelo que cubría sus ojos, su mirada finalmente se plantó en sus labios, tan finos y delgados acompañados de brillo labial.

— Daisy... ¿Desde cuándo eres tan alta?—. Preguntó Harriet sin soltar la cintura que creía de la gemela.

La aludida se cubrió la boca para que su risa no se escuchará, a la par de Phoebe. Louis sonreía enternecido, sintiendo los dedos del rizado jugando con su camisa.

— ¿Y qué hay de tu vestido?—. Preguntó confundida, sintiendo el borde de una camisa.

— ¿Por qué será?—. Preguntó el castaño, sonriendo burlón.

Harriet entreabrió sus labios al instante en que escuchó su voz, se separó rápidamente y bajó apresurada el pañuelo que le impedía ver. En cuánto su vista se aclaró, cubrió su boca sorprendida, riendo después con vergüenza.

— Lo siento—. Susurró sintiendo su rostro sonrojado.

Las gemelas dejaron de contenerse y comenzaron a reír a carcajadas. Había pasado tanto tiempo en que algo divertido no pasaba en casa, tanto que se sentía increíble.

Harriet dirigió su mirada al suelo para así evitar ver al mayor. Louis mantenía su sonrisa, mirándola enternecido. Aún teniendo algunas capas de maquillaje, no podía dejar de "verla" como a Harry. Quizás con el tiempo se acostumbraría.

[...]

Johanna se encontraba preparando la cena, una muy especial, pues deseaba darles una cálida a Louis y Harriet. Aún sin haber visto a Louis por tanto tiempo, podía recordar perfectamente su comida favorita y sabía que eso nunca cambiaría.

— Pollo relleno de Mozzarella envuelto de jamón de Parma con puré casero—. Indicó su madre con una amplia sonrisa.

— ¡Oh mamá! No debiste molestarte—. Respondió el castaño, sonriendo con sorpresa.

— No es ninguna molestia cuando se trata de mis hijos—. Aseguró.

— ¿Y de Harriet?

— Louis... Ella será mi hija también—. Explicó, sonriendo con cariño.

El castaño caminó hasta la mayor, envolviéndola en un cálido abrazo en agradecimiento. Besó su mejilla y se recostó en su hombro.

— ¿Quieres hablar de lo que ha pasado?—. Preguntó la mayor con tono de preocupación.

— Lo haré después—. Respondió con calma.

Johanna acariciaba el cabello del menor con delicadeza y ternura, recordando al pequeño Louis. Cuándo el ojiazul tenía un pequeño accidente por travieso, siempre corría sollozando con su madre. Nunca había sido de los pequeños que lloraba a gritos por una pequeña herida, pero si solía llegar con pequeñas lágrimas en sus mejillas y un puchero. Luego de que su madre se encargará de curar su herida, siempre lo cargaba en sus brazos, le pedía que tuviera más cuidado y pensará en las consecuencias de esas acciones, el pequeño castaño sólo asentía y abrazaba a su madre por el cuello, ocultando su rostro sonrojado en su hombro.

Aquellos recuerdos habían vuelto a su cabeza, provocándole un dolor en el pecho y un nudo en la garganta.

— ¿Ya saben cuál es su habitación?—. Preguntó Johanna, resistiendo el llanto atascado en su garganta.

— No... ¿Nuestra habitación?—. Preguntó el castaño, separándose un poco.

— Si Louis, su habitación...

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora