Capítulo veintidós.

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Las manos del ojiazul jugaban inquietas por debajo de la mesa. Su estómago hormigueaba, sus piernas temblaban y el pálpito de su corazón era bien parecido al motor de un automóvil en una carrera.

¿Por qué era tan difícil hacer una simple pregunta? Solo bastaba con inclinarse, extender su mano al rizado y preguntar "¿Te gustaría bailar conmigo?". Pero esa simple acción parecía ser muy complicada para Louis.

Pero, ¿Qué pasaba si otra oportunidad semejante nunca volvía a presentarse? ¿Y si nunca volvía a tener la oportunidad de ver al rizado orgulloso por usar un vestido? Sí no tomaba valor, quizás recordaría esa noche toda su vida, y no sería un lindo recuerdo exactamente.

— Ha-Harry...— Llamó en un tono apenas audible, pero lo suficiente para que el rizado se girara. — Yo... Uhm... Más bien... Tú... ¿Quisieras...?

— ¡Louis!—. Llamaron a sus espaldas.

La mirada del rizado pasó del rostro del ojiazul al de la castaña que se encontraba detrás. Se limitó a rodar los ojos y a darse media vuelta nuevamente, mirando sin gran interés sus pies.

El ojiazul soltó un pesado suspiro. ¿Era acaso una mala broma del destino? Se giró para poder mirar a la menor y levantó la cabeza.

— ¿Qué necesitas Danielle?— Preguntó con una pequeña sonrisa.

— Jay me pidió llevar una caja de vino a la mesa de los novios pero... Es muy pesada, ¿Puedes ayudarme?—. Pidió con una sonrisa tímida.

Louis volvió su mirada al rizado que se encontraba, de espaldas, a su costado. Hizo un ligero puchero y asintió, regresando hacia la castaña.

— Claro, ¿Dónde está?

— En la cocina, puedo acompañarte.— Se ofreció.

— Conozco perfectamente mi casa.— Respondió entre risas.— Pero está bien si vas conmigo.

Luego de que el castaño se levantara, le dirigiera una última mirada al rizado y finalmente se marchara en dirección al interior de la casa, el ojiverde gruñó. Se cruzó de brazos e hizo una mueca mientras repetía lo que la castaña había dicho con una voz exageradamente aguda.

— "En la cocina, puedo acompañarte" Claro, no vaya a perderse en su propia casa.

Danielle, quién aún no se había marchado, esbozó una pequeña sonrisa burlona. Negó con la cabeza, teniendo un gesto divertido en su rostro y se marchó hacia la misma dirección que Louis lo había hecho.

[...]

El ojiazul le dirigió una mirada curiosa a la castaña que se encontraba a su lado. Frunció el ceño y sonrió, revisando que la botellas no se encontraran en malas condiciones.

— ¿Por qué estás tan risueña?—. Preguntó el castaño.

Danielle se giró a mirarlo, sonrió nuevamente y negó, acercándose su costado.

— ¿Por qué lo preguntas? ¿Qué no siempre me ves sonriendo?

— Claro que sí pero, hoy en particular, pareces muy alegre, ¿Hay algún motivo en especial?— Interrogó pícaro.

La menor río nerviosa, negó y tomó el brazo del castaño entre los suyos, abrazándolo con ternura.

— Si hay algún motivo, quizás sea por qué estás aquí... Te extrañé.— Respondió con un puchero bien parecido al que el ojiazul hacía.

— Sí claro... Ya dime la verdad Campbell.— Pidió, entrecerrando sus ojos con incredulidad.

— ¡Es verdad! Sabes que yo nunca te mentiría.— Aseguró.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora