Capítulo once.

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La presencia de las chicas llenaron de un ambiente alegre la habitación principal. Grandes sonrisas decoraban sus rostros, satisfechas por el breve paseo. Pero la sonrisa de la rizada se desvaneció en cuestión de segundos al recibir al castaño de brazos cruzados, moviendo de forma impaciente la punta de su pie.

Su mirada se clavó en el rostro de Harriet con una expresión de completa seriedad, atemorizando a su pareja.

— ¡Compramos dulces!—. Celebró Phoebe, alzando las bolsas repletas de los mismos a la altura de la nariz del mayor.

La mirada del castaño se desvió por cuestión de cortos segundos, con suma indiferencia, a las bolsas que la pequeña mostraba.

— Es muy tarde—. Señaló, omitiendo el comentario de su hermana.

— Compramos dulces—. Repitió Harriet.

— No conoces la ciudad... ¿Crees que puedes caminar libremente? ¿Qué hubiera pasado si te hubieras perdido?—. Interrogó.

La ojiverde frunció el ceño. ¿Acaso estaba fingiendo ser el típico novio preocupado por su chica? ¿Cuál era la necesidad?

— Pero ella estaba con nosotras—. Obvió Charlotte, tomando a la mayor del antebrazo.

— ¿Y qué hubiera pasado si se separaban?—. Sugirió, mirando a la teñida.

— Eso no iba a pasar. Relájate—. Pidió Charlotte, rodando los ojos.

Daisy tomó la bolsa de gomitas de color verde y las extendió al castaño. Louis frunció el ceño, tomó con gentileza el empaque y lo miró con atención. Sus labios se curvaron en una media sonrisa y la intensidad de su mirada se suavizó en cuestión de segundos, dejando de lado los reclamos.

— Harriet lo eligió. Ella realmente insistió en que sólo te gustaban de ese color, fue por eso que tardamos tanto—. Indicó la gemela, entrelazando los dedos de sus manos por detrás de su espalda.

Louis miró con sorpresa al rizado, sonriendo por completo. Había pasado un largo tiempo en que había dejado de comer golosinas, la principal razón se debía a la ausencia de aquellos dulces en Inglaterra. Una cálida sensación recorrió su cuerpo, sin duda alguna tomó al rizado por la cintura y lo hundió en un fuerte abrazo como forma de agradecimiento, cerrando sus ojos con fuerza mientras apoyaba su mentón en su hombro.

— Gracias Hazzie—. Susurró en su cuello.

La rizada tragó difícilmente. En respuesta rodeó la cintura del más bajo hasta unir sus manos por detrás de su espalda.

Las hermanas del castaño sonrieron enternecidas, especialmente las gemelas. Se alejaron silenciosamente de la pareja, subiendo las escaleras en dirección a sus habitaciones correspondientes.

Al cabo de algunos segundos más, el castaño se separó dulcemente del rizado, recorriendo el largo de sus brazos hasta llegar a sus manos.

— Está bien Louis, ya se fueron—. Avisó Harry.

Louis hizo caso omiso, entrelazando sus dedos y sonriendo con calidez al ojiverde. Cepilló el dorso de sus manos con ambos pulgares y finalmente plantó un beso en su mejilla derecha, liberando ambas manos en un rápido movimiento para correr escaleras arriba, manteniendo una sonrisa divertida en su rostro.

Las comisuras del rizado se levantaron, mostrando una tímida sonrisa en su rostro. Rodó los ojos y subió detrás del castaño, resisitiendo las inmensas ganas de golpearlo.

[...]

— Así que... Ahora conoces toda la ciudad—. Comentó el castaño, aplicando pasta dental a su cepillo.

| Pretty Lie |  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora